LA VOZ DE GOICOECHEA (Por David Salces).- Está ocurriendo ahora, con los aranceles, lo mismo que ha ocurrido en el pasado con otros términos-conceptos, y es que de un día al otro han pasado de ser prácticamente desconocidos para la inmensa mayoría, a estar en boca de todo el mundo. A este respecto, hay un ejemplo clarísimo y que vivimos hace unos años, el de la prima de riesgo. En una semana, pasó de ser un concepto desconocido a ser el área de especialidad (bueno, una de ellas) del común de la sociedad. Y es que, claro, de repente irrumpen en nuestro día a día, descuadrando por completo una realidad que dábamos por constante.
En el contexto de su nueva política arancelaria, la administración Trump ha anunciado una exención parcial que afecta a una amplia gama de productos electrónicos. Smartphones, ordenadores, semiconductores, routers y otros dispositivos han quedado temporalmente al margen de los gravámenes que Estados Unidos está imponiendo a las importaciones procedentes de China, en el marco de una guerra comercial que lleva meses intensificándose. Se trata de un alivio significativo para gigantes como Apple, Dell o NVIDIA, que respiraban con preocupación ante la posibilidad de enfrentar costes mucho más elevados en su cadena de producción y distribución.
El anuncio llega tras una semana de auténtico vaivén en la política comercial estadounidense. Trump había elevado los aranceles sobre productos chinos hasta el 145%, como respuesta a la falta de colaboración de Pekín en el conflicto arancelario. Sin embargo, el desplome de los mercados bursátiles y el temor a una nueva recesión forzaron un repliegue táctico. Así, mientras otros sectores siguen afectados, la electrónica de consumo disfruta, de momento, de una exención que podría marcar la diferencia en el bolsillo de los consumidores y en los balances de las tecnológicas.
Este movimiento no debe interpretarse como una renuncia definitiva a la estrategia proteccionista. Tal y como explicábamos hace unos días, el impacto de los aranceles en el sector tecnológico es particularmente agudo debido a la dependencia casi total de la producción asiática. Aunque se hayan concedido exenciones parciales, la amenaza persiste: el gobierno estadounidense está preparando nuevas investigaciones comerciales que podrían desembocar en aranceles específicos sobre semiconductores, una pieza crítica en toda la industria tecnológica moderna.

Más allá del impacto económico inmediato, la dinámica errática de las decisiones de Trump vuelve a sembrar incertidumbre a nivel global. La falta de previsibilidad en la política comercial estadounidense está generando inquietud entre empresas, gobiernos e inversores, que ven cómo las reglas del juego cambian sin previo aviso. La capacidad de planificar a medio y largo plazo se resiente, afectando no solo al comercio internacional, sino también a la inversión tecnológica y a la innovación.
El alivio que supone esta exención podría ser, por tanto, efímero. La amenaza de nuevos aranceles planea sobre un sector tecnológico que depende, todavía hoy, de una red global de suministros que no puede ser reemplazada de la noche a la mañana. Mientras tanto, figuras como Tim Cook tratan de mantener abiertas vías de diálogo que permitan a compañías como Apple seguir operando sin una disrupción total de su modelo de negocio, un esfuerzo que, a la vista de los acontecimientos recientes, parece cada vez más cuesta arriba.
Como reflexión final, resulta difícil no preguntarse si un modelo económico basado en la improvisación constante puede sostenerse a largo plazo sin erosionar la confianza de sus propios actores. Los aranceles, como tantas otras medidas de emergencia, pueden convertirse en un arma de doble filo cuando su aplicación responde más a impulsos políticos que a una estrategia económica coherente. Y eso, en el delicado tablero global actual, es una apuesta demasiado arriesgada.
En el contexto de su nueva política arancelaria, la administración Trump ha anunciado una exención parcial que afecta a una amplia gama de productos electrónicos. Smartphones, ordenadores, semiconductores, routers y otros dispositivos han quedado temporalmente al margen de los gravámenes que Estados Unidos está imponiendo a las importaciones procedentes de China, en el marco de una guerra comercial que lleva meses intensificándose. Se trata de un alivio significativo para gigantes como Apple, Dell o NVIDIA, que respiraban con preocupación ante la posibilidad de enfrentar costes mucho más elevados en su cadena de producción y distribución.
El anuncio llega tras una semana de auténtico vaivén en la política comercial estadounidense. Trump había elevado los aranceles sobre productos chinos hasta el 145%, como respuesta a la falta de colaboración de Pekín en el conflicto arancelario. Sin embargo, el desplome de los mercados bursátiles y el temor a una nueva recesión forzaron un repliegue táctico. Así, mientras otros sectores siguen afectados, la electrónica de consumo disfruta, de momento, de una exención que podría marcar la diferencia en el bolsillo de los consumidores y en los balances de las tecnológicas.
Este movimiento no debe interpretarse como una renuncia definitiva a la estrategia proteccionista. Tal y como explicábamos hace unos días, el impacto de los aranceles en el sector tecnológico es particularmente agudo debido a la dependencia casi total de la producción asiática. Aunque se hayan concedido exenciones parciales, la amenaza persiste: el gobierno estadounidense está preparando nuevas investigaciones comerciales que podrían desembocar en aranceles específicos sobre semiconductores, una pieza crítica en toda la industria tecnológica moderna.

Más allá del impacto económico inmediato, la dinámica errática de las decisiones de Trump vuelve a sembrar incertidumbre a nivel global. La falta de previsibilidad en la política comercial estadounidense está generando inquietud entre empresas, gobiernos e inversores, que ven cómo las reglas del juego cambian sin previo aviso. La capacidad de planificar a medio y largo plazo se resiente, afectando no solo al comercio internacional, sino también a la inversión tecnológica y a la innovación.
El alivio que supone esta exención podría ser, por tanto, efímero. La amenaza de nuevos aranceles planea sobre un sector tecnológico que depende, todavía hoy, de una red global de suministros que no puede ser reemplazada de la noche a la mañana. Mientras tanto, figuras como Tim Cook tratan de mantener abiertas vías de diálogo que permitan a compañías como Apple seguir operando sin una disrupción total de su modelo de negocio, un esfuerzo que, a la vista de los acontecimientos recientes, parece cada vez más cuesta arriba.
Como reflexión final, resulta difícil no preguntarse si un modelo económico basado en la improvisación constante puede sostenerse a largo plazo sin erosionar la confianza de sus propios actores. Los aranceles, como tantas otras medidas de emergencia, pueden convertirse en un arma de doble filo cuando su aplicación responde más a impulsos políticos que a una estrategia económica coherente. Y eso, en el delicado tablero global actual, es una apuesta demasiado arriesgada.
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