La causa principal de los mocos con sangre es la rotura de los pequeños vasos sanguíneos que están dentro de la nariz. Factores como la exposición prolongada a irritantes, los ambientes secos, sonarse la nariz con mucha fuerza o sufrir lesiones en la zona son detonantes comunes del síntoma.
A veces, cuando se presenta de manera recurrente o abundante, alerta de condiciones de mayor cuidado, como las alergias, las infecciones del tracto respiratorio, los trastornos de la coagulación y la hipertensión arterial. Pero, ¿cómo saber si requiere atención médica?
Para que puedas evaluar tu situación particular, a continuación, te ayudamos a repasar con más detalle las razones por las que puede ocurrir el sangrado y qué hacer en cada caso. Sin embargo, ten en cuenta que el diagnóstico final solo puede realizarlo tu médico.
1. Contacto con sustancias irritantes
La exposición prolongada a sustancias irritantes —humo de cigarrillo, productos químicos de limpieza, humo industrial, gasolina, polvos, aerosoles, entre otros— causa mocos con sangre. Estas sustancias deshidratan el interior de la nariz y debilitan sus pequeños vasos sanguíneos.
Las partículas que ingresan al conducto nasal provocan inflamación y sequedad. Luego, tras generar una sensación incómoda, el sangrado aparece porque nos tocamos o nos sonamos.
¿Cómo tratarlo?
No se requiere un tratamiento específico, pues es un sangrado leve que se detiene por sí solo. Aun así, es conveniente implementar algunas medidas para evitar futuros episodios. En este sentido, asegúrate de ventilar los espacios y utilizar mascarillas protectoras cuando manipulas sustancias químicas potentes.
Si consumes tabaco o sueles estar cerca de alguien que fuma, busca estrategias para evitarlo. Los compuestos químicos del cigarrillo resecan las mucosas y afectan las vías respiratorias, por lo que seguirán generando este síntoma de manera recurrente, a menos que lo alejes.
2. Trauma nasal
Los impactos y las lesiones directas que causan traumatismo en la nariz pueden manifestarse con mocos con sangre. Esto se debe a que el tejido de la zona está lleno de vasos sanguíneos pequeños, llamados capilares. Al romperse, la sangre se escapa de ellos y se mezcla con las secreciones.
Es posible que antes de este síntoma se experimente dolor e inflamación. Además, el sangrado puede ocurrir al instante o durante el proceso de recuperación.
Por citar algunos ejemplos, los traumas pueden ser los siguientes:Accidentes de tráfico: que generan un impacto fuerte, a veces, con contusiones en la zona nasal y, en casos graves, con fracturas.
Trauma posquirúrgico: tras procedimientos, como la rinoplastia o la cirugía de senos paranasales.
Lesiones deportivas: golpes en la nariz durante la práctica de fútbol, baloncesto, vóleibol, etcétera.
Otros accidentes: como caídas, peleas y lesiones domésticas o laborales.
¿Cómo tratarlo?
El tratamiento depende de qué tan grave sea la lesión. Si el sangrado es abundante o si se acompaña de dolor severo, lo mejor es acudir al médico y seguir sus instrucciones. En casos leves, la aplicación de compresas frías en la nariz ayuda a detener la secreción y la inflamación.
También es importante elevar la cabeza unos minutos y no sonar la nariz con fuerza. Durante el proceso de recuperación, evita manipular la zona de forma brusca y limita cualquier actividad que pueda generar presión en el conducto nasal, como levantar objetos pesados o hacer ejercicio extenuante.
3. Uso de algunos medicamentos
Los descongestionantes nasales, que suelen aplicarse en forma de aerosol, pueden ser irritantes para algunas personas. Si bien su función es reducir la inflamación de la mucosa de la nariz, de forma eventual, producen sequedad excesiva y sangre en las secreciones.
Por otro lado, los anticoagulantes (warfarina, dabigatrán, aspirina), utilizados para prevenir la formación de coágulos, fluidifican la sangre y pueden hacer que un pequeño traumatismo o una mínima irritación en las fosas nasales resulte en sangrado.
¿Cómo tratarlo?
En ambos casos, el síntoma suele ser leve y se detiene al suspender el medicamento. Sin embargo, como no siempre es posible la suspensión del consumo de un fármaco, lo mejor será consultar al médico para saber si se puede ajustar la dosis o buscar alternativas.
Hay métodos sencillos para prevenir el efecto secundario. Por ejemplo, lubricar los conductos nasales con soluciones salinas.
4. Clima cálido y seco
El aire cálido y seco puede generar mocos con sangre por la deshidratación que experimentan los conductos nasales. En condiciones de humedad baja, como las que genera la calefacción interior en invierno, el revestimiento de la nariz se reseca y queda susceptible a irritaciones y desgarros.
Sin la lubricación adecuada, la mucosa forma pequeñas costras que, al rascarse o sonarse la nariz, friccionan y rompen los capilares sanguíneos. Esto empeora con el aumento de la temperatura ambiente, pues el calor incrementa el flujo de sangre.
¿Cómo tratarlo?
La solución es asegurar una óptima hidratación. Consumir agua todos los días es clave para que las mucosas se hidraten.
Además, es conveniente instalar un humidificador de aire para contribuir con la lubricación de las fosas nasales. Otras medidas, como el uso de soluciones salinas y reducir la exposición a irritantes, también contribuyen a obtener alivio.
5. Infecciones respiratorias
La gripe, el resfriado y otras infecciones del tracto respiratorio —como la neumonía, la bronquitis y el COVID-19— pueden explicar la presencia de sangre en las secreciones mucosas. Lo que sucede es que sus síntomas, como los mocos espesos, los estornudos y las dificultades respiratorias, hacen que algunas personas suenen su nariz con fuerza.
Al ser una acción repetitiva, esto genera pequeñas lesiones en la membrana interna de la nariz y se rompen los vasos sanguíneos. No suele ser un sangrado abundante, sino más bien una combinación de moco espeso (amarillo-verdoso) con partículas rojas. Según la severidad de la infección, también podrían presentarse dolores de cabeza, debilidad, cansancio y fiebre.
¿Cómo tratarlo?
El reposo y el autocuidado suelen mejorar en gran medida estas infecciones. Es primordial una hidratación adecuada, mediante el consumo de agua y bebidas electrolíticas, para fluidificar las secreciones y facilitar su eliminación. Si hay irritación o signos de sequedad, una buena opción es aplicar solución salina en las fosas nasales para humectarlas.
El tratamiento médico depende del tipo de infección y su gravedad. A menudo, incluye fármacos antipiréticos, antiinflamatorios y analgésicos. La neumonía se trata con antibióticos.
Algunos remedios caseros a base de infusiones, inhalaciones de vapor caliente, caldo de pollo y miel de abejas parecen contribuir al manejo de los síntomas. Sin embargo, sus efectos son temporales y modestos.
6. Sinusitis
La sinusitis es la inflamación de los senos paranasales, que son cavidades llenas de aire situadas alrededor de la nariz. Ocurre por la presencia de infecciones virales y bacterianas, pero también por reacciones alérgicas, pólipos nasales o anomalías, como el tabique desviado.
Durante su curso, las membranas mucosas que recubren los senos paranasales se irritan y producen un moco espeso y abundante que puede ser difícil de eliminar. La congestión resultante incrementa la presión sobre los vasos sanguíneos y los hace susceptibles a los desgarros y sangrados.
¿Cómo tratarlo?
El uso de un humidificador y la limpieza nasal con solución salina mejoran de forma significativa esta condición. A veces, es necesario acudir al médico para recibir tratamiento farmacológico (antibióticos o antiinflamatorios), según la causa.
7. Alergias
Cuando una persona alérgica está expuesta a la sustancia que le causa la reacción (polen, polvo, ácaros, moho, entre otros), el sistema inmunitario reacciona con la liberación de histamina. Se trata de un químico que genera una inflamación, que se manifiesta con congestión, estornudos y picazón nasal.
Si bien las alergias respiratorias son las más comunes, también podrían aparecer por picaduras de insectos, por alimentos o medicamentos. El resultado final es el mismo.
La persona, al hurgarse y sonarse de forma constante, acaba debilitando los capilares sanguíneos de la nariz. Y el resultado es el sangrado.
¿Cómo tratarlo?
La primera medida es identificar el alérgeno desencadenante para tomar medidas que permitan disminuir la exposición. Si hay síntomas, sea congestión, irritación o mocos, la administración de un antihistamínico, como difenhidramina, loratadina, cetirizina y fexofenadina, puede ayudar. Aunque su uso debe estar supervisado por el médico.
En última instancia, puedes implementar estrategias de autocuidado. Inhalar vapores calientes, tomar infusiones o limpiar las fosas nasales con solución salina son medidas útiles.
8. Trastornos de la coagulación
Una causa menos común, pero también probable, son los trastornos de la coagulación, como la hemofilia y la trombocitopenia. En la primera condición hay falta de factores de coagulación en la sangre; en la segunda hay falta de plaquetas funcionales.
Además de hemorragias nasales recurrentes, es común que los pacientes experimenten hematomas sin causa aparente, encías sangrantes, dolor e hinchazón articular, cansancio o debilidad extrema y, a veces, sangre en la orina o en las heces.
¿Cómo tratarlo?
Ante la sospecha de estas enfermedades, es fundamental acudir al médico para recibir un diagnóstico adecuado. El profesional puede sugerir la administración de factores de coagulación, transfusiones de plaquetas o medicamentos (ácido tranexámico, desmopresina y otros, que varían según la condición).
9. Cáncer
Ciertos tipos de cáncer, como el de senos paranasales, el nasal y el de pulmón, pueden manifestarse con mocos con sangre. Esto se debe a que la enfermedad compromete las membranas mucosas y los vasos sanguíneos de la nariz y las vías respiratorias.
¿Cómo tratarlo?
Debido a su complejidad, es necesario establecer un diagnóstico preciso de la mano del médico y los especialistas (oncólogos, internistas, hematólogos). Según su gravedad, podrá intervenirse con tratamientos oncológicos como la quimioterapia y la radioterapia. Sin embargo, hay que tener en cuenta que estos abordajes también debilitan las mucosas y elevan el riesgo de sangrado.
10. Enfermedades cardíacas
Algunas enfermedades del corazón y las arterias, como la insuficiencia cardíaca congestiva y la hipertensión arterial, están relacionadas con la aparición recurrente de sangre en los mocos. El aumento de presión en los vasos sanguíneos los debilita y genera su ruptura.
En la insuficiencia cardíaca congestiva, el corazón tiene dificultades para bombear la sangre de forma eficiente y se produce una acumulación de líquido en los pulmones y las vías respiratorias. Entre tanto, en la hipertensión, los vasos sanguíneos de la nariz tienden a endurecerse y estrecharse, lo que los hace más frágiles.
¿Cómo tratarlo?
Como sucede con otras enfermedades crónicas, las intervenciones para su control varían según el diagnóstico. Podrán incluirse diuréticos o fármacos antihipertensivos, como los betabloqueantes o los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA).
En ambos casos, es necesario realizar ajustes en la alimentación y priorizar la actividad física moderada. También es útil mantener una buena hidratación y lubricar de forma externa la nariz con solución salina para reducir el riesgo de sangrado.
¿Cuándo acudir al médico?
En la mayoría de los casos, los mocos con sangre ocurren por situaciones puntuales que no revisten gravedad. De todos modos, es importante estar alertas a ciertas características y síntomas que pueden indicar una enfermedad de mayor cuidado.
Consulta al médico si reconoces lo siguiente:
Dificultades respiratorias.
Dolor intenso en la nariz o la cara.
Hemorragias abundantes o recurrentes.
Enrojecimiento o hinchazón de la nariz o la cara.
Congestión y secreciones nasales excesivas, que persisten por más de una semana.
Antecedentes de trastornos de coagulación o estar en tratamiento con anticoagulantes.
Cambios en el color o la consistencia de los mocos (verde oscuro, amarillo, muy pegajosos o espesos).
Un síntoma que es mejor no descuidar
Los mocos con sangre casi nunca son graves, pero es preferible atenderlos y no pasarlos por alto. En primer lugar, porque pueden indicar que la zona está presentando inflamación y falta de lubricación, sea por infecciones transitorias, alergias o condiciones ambientales que, seguramente, puedes mejorar con autocuidado.
También porque podrían alertar de enfermedades que requieren vigilancia y atención médica, como trastornos de la coagulación, cáncer o enfermedades cardíacas. De ser así, tomar en cuenta este signo puede evitar que el diagnostico se demore y que se generen complicaciones. Con ayuda de tu médico, sabrás qué hacer para que no afecte tu calidad de vida a largo plazo.
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