Zoilamérica Narváez es la primogénita de Rosario, quien la tuvo a los 15 años, tras ser obligada a casarse con su padre, Jorge Narváez Parajón, muerto cuando ella y su hermano, Rafael, eran muy pequeños. En 1998, la joven denunció a su padrastro Daniel Ortega por violación. Rosario, increíblemente, no salió en defensa de su hija, sino que la calificó de loca, mentirosa y la persiguió hasta llevarla al exilio.
La frialdad con que sacrificó a su hija por el poder, coinciden los cronistas, marcó un punto de quiebre para Rosario. Después de ser un miembro opaco del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), comenzó el maratónico ascenso que hoy la tiene convertida en la mujer más poderosa del régimen socialista de Nicaragua.
“No se mueve una hoja sin que ella lo sepa”, es el comentario general. Maneja la agenda del Ejecutivo, los ministros, los alcaldes y el tribunal electoral a la par con el presidente, y sus hijos controlan los medios de comunicación.
El camino para llegar hasta aquí comenzó cuando Daniel y Rosario estaban exiliados en Costa Rica por ser miembros del FSLN. Él tenía por pareja a la guerrillera Leticia Herrera, pero quedó prendado de su futura esposa y no se propuso otra cosa que conquistarla. Al saber que estaba muy entregada a su noviazgo con otro camarada, Quincho Ibarra, lo mandó lejos. A su regreso, Ibarra se encontró con que ella lo había dejado por Ortega, uno de los líderes del movimiento.
En 1979, cuando el FSLN derrocó al dictador Anastasio Somoza, volvieron al país, formalizaron su relación y comenzaron a trabajar en el nuevo Gobierno socialista, hasta que él se alzó con la presidencia en 1985.
Si Ortega la llama “la eternamente leal”, es porque, en efecto, ella lo ha acompañado en los triunfos, pero también en los reveses de su carrera, como la derrota en las elecciones de 1990.
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