Ser futbolista profesional se convirtió en su mayor sueño. Sin embargo, cuando se rompió la clavícula, Abraham vio morir sus planes.
Frustrado y teniendo problemas de relación con su hermano mayor, acabó convirtiéndose en un adolescente rebelde, empezando a fumar marihuana con sus amigos y a tener relaciones con chicas.
“Mi vida estaba completamente desviada”, confesó en una entrevista con God Reports.
Hasta que su familia se mudó a Palmdale, California, y su madre le dio un ultimátum: “Si quieres vivir en mi casa, tienes que ir a la iglesia”.
Incluso sin el deseo de asistir a la iglesia, Abraham comenzó a participar en los servicios, sentándose en el último banco.
Poco a poco, la Palabra de Dios entró en el duro corazón del joven. Después de escuchar una predicación sobre la realidad del infierno, Abraham fue fuertemente tocado por el Espíritu Santo.
Comenzó a participar en el discipulado de hombres de la iglesia y recibió ayuda en oración de otros cristianos. Hasta que aceptó a Jesús como su Salvador.
“Sentí que Dios decía: es ahora o nunca”, recordó. “Me entregué a Jesús y mi vida empezó a cambiar”.
Abraham fue transformado radicalmente por Dios y comenzó a participar en reuniones de oración y acciones de evangelización en su iglesia.
“Hay esperanza incluso cuando parece imposible, porque la adicción te hace sentir que no hay otro camino, Jesús es el camino y nada más en este mundo puede reemplazar a Jesús”, testificó.
Evangelista en su escuela
Cuando comenzaron las clases de su último año de secundaria, el adolescente pensó “sería solo un año más de escuela”, pero el Señor comenzó a usarlo para predicar su nueva fe a sus compañeros.
“Comencé a testificar a estudiantes, maestros y conserjes. La gente era muy abierta. Durante la fila del almuerzo, abrí la boca y comencé a proclamar con valentía las palabras de Dios”, dijo.
Como resultado, 12 personas aceptaron a Jesús y Abraham comenzaron un grupo de estudio bíblico durante el almuerzo en la escuela. Al final del semestre, se salvaron 275 estudiantes.
En el segundo semestre, el adolescente predicó con valentía en el patio de la escuela, guiando a 73 personas más a Cristo. Al final del año, el número de estudiantes convertidos a través de Abraham ascendía a 895.
“Poco a poco empecé a dar pasos. Al principio da miedo, pero una vez que entras en la corriente, todo empieza a tener sentido”, concluyó.
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