El 26 de abril del 2024 se estrenó un nuevo documental en la plataforma de streaming Netflix, titulado Descifra tu salud: Los secretos del intestino. No tardó en volverse un éxito, gracias a la didáctica forma de abordar la salud intestinal y su relación con el cerebro.
En una hora y 20 minutos, la producción recorre este campo en constante estudio a través de la voz de neurólogos, microbiólogos y otros especialistas. A su vez, relata la experiencia de cuatro personas con dificultades alimenticias y cómo los tratamientos pueden variar según el perfil de cada microbioma intestinal.
Veamos con mayor detalle qué propone este documental y por qué se considera al intestino como el segundo cerebro.
¿De qué se trata Descifra tu salud: Los secretos del intestino?
De título original Hack your health: The secrets of your gut, el largometraje explica el complejo vínculo del intestino con el cerebro. Una relación muy estudiada en la última década, que cada vez evidencia más los efectos de lo que comemos en diferentes áreas de la salud. Incluso, se postula que la diversidad bacteriana de nuestro intestino puede ser causa de riesgo para la aparición de enfermedades neurodegenerativas. Por ejemplo, enfermedad de Parkinson o de Alzheimer.
La pieza la dirige la cineasta india canadiense, Anjali Nayar, excientífica climática, y la conduce la doctora alemana Giulia Enders, autora del libro Intestino. Además, cuenta con varias secciones animadas, donde se explica de modo didáctico las acciones de las bacterias dentro del tracto intestinal.
En la voz de Enders, y otros tantos especialistas, Los secretos del intestino muestra cómo el estilo de vida industrializado afecta la diversidad de nuestro microbioma. Es decir, del conjunto de bacterias, virus y otros microorganismos que habitan –mayormente– en el tracto intestinal. Según relatan, cuanto más diverso sea este conjunto, mejor salud física y mental tendremos. No obstante, la dieta occidental, la comida ultraprocesada, los antibióticos y los nacimientos por cesárea pueden afectarlo.
¿Quiénes son los especialistas del documental?
«El intestino es flexible, cambia cuando cambiamos lo que comemos», relata Enders, especialista y frecuente expositora del tema. Sugiere que la incorporación de alimentos diversos en la dieta, en especial frutas y verduras, nutre la composición del microbioma intestinal.
Otro de los especialistas con más apariciones es el ecologista microbiano Jack Gilbert, un referente en este campo de estudio cada vez más amplio. El científico, autor de más de 400 publicaciones, coincide con Enders en el carácter flexible del intestino. «Si comes mucha azúcar, te nacen microorganismos amantes del azúcar; si comes mucha grasa, contraerás muchos microorganismos amantes de la grasa», observa Gilbert.
En uno de sus estudios publicados, profundiza el postulado del documental sobre cómo el estilo de vida industrializado afecta el microbioma. Según la investigación, el modo de nacimiento, la lactancia materna y los antibióticos están involucrados en el desarrollo del sistema inmunitario y del cerebro.
Cabe destacar el aporte del neurocientífico John Cryan, quien profundiza en el eje intestino-cerebro desde la perspectiva de su especialidad. «Tenemos un segundo cerebro dentro de nuestro estómago, y allí hay más nervios que en toda nuestra médula espinal», comenta.
Cuatro casos y cuatro tratamientos diferentes
Por último, Los secretos del intestino explora posibles soluciones dietéticas para cuatro casos de personas con problemas alimenticios. A partir del análisis del microbioma intestinal, determinan la diversidad bacteriana de cada uno, con el objetivo de buscar soluciones que también involucren la parte emocional.
Se argumenta que, como cada microbioma es único, las respuestas hacia lo que comemos también pueden variar. Por lo tanto, la misma dieta en diferentes personas produce resultados diferentes. Veamos los cuatro casos que presenta el documental.
1. Maya Okada Erickson, chef con anorexia
Una exitosa pastelera que padeció anorexia y mantiene una relación conflictiva con los alimentos. La bollería que ella misma produce le cae mal y se le recomienda diversificar la ingesta de vegetales para mejorar su microbioma. Erickson mezcla una variedad de frutas y verduras para preparar batidos.
Según una investigación de 2015, existe evidencia convincente de que la microbiota intestinal regula características clave de la anorexia nerviosa. Sin embargo, señala, faltan estudios que prueben el papel de la misma en el mantenimiento y la recuperación de la enfermedad.
2. Kimmie Gilbert, empresaria con sobrepeso
En este caso, la mujer probó controlar su peso de diferentes maneras, pero con resultados limitados. Los análisis arrojaron un microbioma poco diverso, con ausencia de bacterias que controlan el peso y la saciedad.
Un estudio científico sugiere que las intervenciones dietéticas pueden orientarse a mejorar la composición microbiana en la prevención y quizás el tratamiento de enfermedades metabólicas. A Gilbert le recomendaron cambios permanentes en su estilo de vida y en la alimentación.
3. Kobi Kobayashi, competidor de comida sin hambre
Un caso llamativo es el de este hombre japonés, campeón mundial en competencias de comida, quien puede pasar tres días sin alimentarse por falta de apetito. Kobayashi participaba desde hacía décadas en los torneos donde se mide la velocidad para comer hot dogs o hamburguesas, y temía que eso afectara su microbioma.
Sin embargo, los resultados indicaron que su conjunto bacteriano es diverso. Por lo tanto, se sometió a análisis cerebrales para determinar las reacciones frente a la comida. Los científicos notaron anomalías en este punto, y sugirieron que sus problemas con la comida están más vinculados al cerebro que al intestino.
4. Daniell Koepke, estudiante con problemas intestinales
El último caso engloba diferentes afecciones del intestino, como estreñimiento, colon irritable e indigestión. Esta estudiante de psicología clínica relata su padecimiento con la ingesta de casi cualquier alimento. Según comenta, le generaban ansiedad, dolor e incomodidad, por lo que fue restringiendo cada vez más su dieta.
Koepke experimentó con un tratamiento relativamente nuevo, denominado trasplante de microbiota fecal. Consiste en insertar materia fecal de un donante en el intestino de la persona enferma, con la finalidad de traspasar nuevas bacterias que diversifiquen el conjunto. A Koepke le resultó efectivo y rápido, aunque, como efecto secundario, también se transmitieron microorganismos indeseables. La estudiante adquirió el acné que padece su hermano, donante de la materia.
Según una investigación de 2015, este procedimiento es altamente efectivo para tratar infecciones de la bacteria Clostridium difficile, que provoca diarrea y colitis. Además, tiene potencial terapéutico para mejorar la enfermedad inflamatoria intestinal, la obesidad, el síndrome metabólico y los trastornos gastrointestinales funcionales.
¿Cómo influye la alimentación en nuestra microbiota intestinal y salud emocional?
Como relata el documental, la microbiota intestinal es el conjunto de hongos, bacterias y virus que habitan en el intestino y aportan a múltiples funciones. Por ejemplo, a la síntesis de nutrientes y a mejorar el sistema inmune. Cada microbiota es única y se modifica según lo que comemos y el estilo de vida que llevamos.
En este aspecto, los alimentos probióticos contienen microorganismos vivos que mantienen o mejoran las bacterias de la microbiota. Se trata de comidas fermentadas que pueden incluirse en la dieta, como chucrut, tempeh, kéfir o yogur. Asimismo, existen otras prácticas cotidianas que afectan la diversidad bacteriana en el tracto intestinal y, por consiguiente, la salud emocional. Analicemos, en detalle, algunas afirmaciones dentro de Los secretos del intestino.
La relación de la microbiota con el entorno
Conviene comenzar por una aclaración de términos. «Microbiota» define al conjunto de microorganismos que residen en el cuerpo, cuya amplia mayoría permanece en el colon. Por su parte, «microbioma» designa a este conjunto de microorganismos junto a las condiciones ambientes circundantes.
Muchas veces se aplican como sinónimo, sin embargo, en el documental hablan de microbioma porque son constantes las referencias a la influencia del entorno. Incluso, la doctora Enders se refiere al mismo como un bosque, con los organismos grandes y pequeños, el suelo, el río y el hábitat que los rodea.
Esta relación viene amplificando su campo de estudio, y se denomina epidemiología genética. Según un trabajo publicado en la revista Science, algunos aspectos del estilo de vida industrializado pueden cambiar la microbiota intestinal.
Las fórmulas infantiles
Los medicamentos modernos
Los alimentos ultraprocesados
El microbioma se forma al nacer
Como afirman en el largometraje, la formación inicial de nuestro microbioma tiene que ver con el tipo de parto y la lactancia materna. De ahí que la cesárea se tome como una práctica que afecta de manera negativa esta conformación.
Alimentos buenos y malos para la microbiota
Además de los probióticos, otros alimentos favorecen la salud intestinal: los denominados prebióticos, que actúan como nutrientes para la microbiota. En este grupo se encuentran muchas frutas y verduras. Sobre todo, las que contienen polifenoles, oligosacáridos y fibra, componentes que aumentan la diversidad microbiana.
Por este motivo, la recomendación de diversificar la dieta con 20 a 30 frutas y verduras semanales está muy presente en el documental. Algunos ejemplos de alimentos prebióticos son los espárragos, los puerros, las manzanas y las zanahorias.
Al contrario, las comidas que afectan la salud intestinal son los fritos, las carnes altas en grasa, las gaseosas y los procesados.
¿Por qué se dice que el intestino es el segundo cerebro?
Otra línea argumental que expone el largometraje es la relación bidireccional ente el cerebro y el intestino. En otras palabras, que los microorganismos del microbioma se comunican permanentemente con el cerebro, y estas señales interfieren en cómo nos sentimos emocionalmente. Si bien este es un campo de estudio en exploración, existe evidencia prometedora.
En principio, algunos de los mismos neurotransmisores del cerebro, como la dopamina o la serotonina, se producen en el intestino. Esto puede interactuar de manera directa o indirecta con el comportamiento.
¿Cómo interviene el microbioma en las enfermedades neurodegenerativas?
Los secretos del intestino presenta estudios en ratones y otras evidencias sobre la influencia del microbioma en el desarrollo de enfermedades crónicas. Según una revisión de la Revista de Neurología, la relación microbiota-intestino-cerebro se postula como una posible base patogénica de enfermedades neurológicas. Entre ellas, el alzhéimer, el párkinson o la esclerosis múltiple.
Por su parte, un estudio del 2016 en roedores, observó que la microbiota es fundamental para un desarrollo cognitivo normal. Los resultados arrojaron que la ingesta de un oligosacárido de la leche materna mejoró los patrones de memoria, las habilidades de aprendizaje y los marcadores de plasticidad sináptica cerebral.
¿Y en el estrés y la depresión?
El largometraje también aborda esta cuestión y presenta evidencia a partir de estudios en roedores. Según una investigación ya citada, las acciones de la microbiota también regulan la liberación de cortisol. Sugiere que niveles altos de la bacteria Lactobacillus rhamnosus se correlacionan con menores niveles de corticosterona, mejor control del estrés y menor depresión.
Relación con obesidad y diabetes
Por último, una investigación de 2016 señala que la microbiota puede promover efectos metabólicos. Por ejemplo, la reducción del peso corporal, la reducción de la adiposidad y un mejor control de la glucosa. No obstante, se trata de estudios en animales.
Los secretos del intestino: un documental para informarse de manera entretenida
La reciente producción de Netflix nos deja algunos mensajes para promover la diversidad de nuestro microbioma y, por consiguiente, la salud intestinal. Entre ellos, incorporar de 20 a 30 frutas y verduras semanales a la dieta que, a su vez, sean diversas. Sin embargo, puede decirse que lo más novedoso es el hincapié que se hace en el eje intestino-cerebro.
Ser conscientes de esta comunicación permite escuchar y dar lugar a las señales que envía el intestino. No se trata solo de restringir comidas, sino de fomentar una dieta equilibrada y ajustada a las necesidades de nuestra diversidad bacteriana. Recuerda que, antes de efectuar cualquier cambio abrupto en la alimentación, debes consultar con un nutricionista o dietista que elabore un plan personalizado
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