Las placas fotovoltaicas necesitan una extensa superficie para hacer rentable su instalación.
Vivimos en una sociedad donde el petróleo, el gas y el carbón son los principales recursos energéticos. Estos combustibles fósiles satisfacen muchas de nuestras necesidades diarias, especialmente en el transporte y la calefacción. La clave para reducir su consumo y, por ende, las emisiones de gases de efecto invernadero, es electrificar los consumos energéticos siempre que sea posible.
Esto implica reemplazar los combustibles fósiles por otros que funcionen con electricidad. ¿Por qué electricidad? Básicamente, porque la energía eléctrica puede sustituir a los combustibles fósiles en muchos escenarios, realizando el mismo trabajo de manera más limpia y eficiente. Un ejemplo claro son los coches eléctricos, que pueden desempeñar las mismas funciones que los vehículos de combustión, pero con menores emisiones y consumo energético.
La ‘incompatibilidad’ entre la alimentación y la energía renovable
La expansión de las energías renovables es la mejor solución para reemplazar a los combustibles fósiles para satisfacer la demanda mundial de energía. El problema es que se necesitan grandes extensiones de terreno lo que choca con la seguridad alimentaria que se ve amenazada por los impactos del cambio climático y el crecimiento de la población mundial.
Agricultura y energía renovable compiten por los limitados recursos de la tierra puesto que ambos necesitan grandes superficies. Ante este panorama, el sistema agrovoltaico, una combinación de energía fotovoltaica y producción vegetal, está irrumpiendo como una oportunidad para la combinación sinérgica de energía renovable y producción de alimentos, mediante la utilización del mismo terreno para una explotación agrícola y producción de energía fotovoltaica.
El sistema agrovoltaico es una tecnología recientemente implementada. Aunque se están realizando investigaciones sobre su viabilidad e impacto en la producción de cultivos, se ha verificado que estos sistemas pueden reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y respaldar la seguridad alimentaria, energética y de agua en una región. Además, la sombra proporcionada por los paneles solares sobre los cultivos reduce la evaporación del agua, ayudando a mantener la humedad del suelo y reducir el consumo de agua para el riego.
Las instalaciones híbridas que combinan generación fotovoltaica con explotación agrícola ofrecen otras ventajas. Impulsan el empleo local, permitiendo que pequeños empresarios participen en el sector energético. Históricamente, este sector estuvo dominado por un oligopolio de pocas empresas, pero actualmente se está moviendo hacia la democratización de la energía, donde las personas pueden ser tanto consumidoras como productoras.
Además de ser respetuosas con el medio ambiente, estas instalaciones tienen una especial importancia en zonas rurales. Los sistemas agrovoltaicos a pequeña escala pueden ser económicamente viables en ciertas configuraciones y proporcionar beneficios adicionales, como la electrificación rural, la modernización de la generación de electricidad y la lucha contra la despoblación en áreas rurales.
“La agrovoltaica ofrece varias ventajas a considerar”, explica Beatriz Muñoz Vidal, ingeniera de proyectos y especialista en agrovoltaica en IASOL. “Por un lado, permite la interacción entre la actividad agrícola y la combinación de placas fotovoltaicas, lo que contribuye significativamente a la mitigación del cambio climático. Además, esta práctica genera ingresos para el campo. Por otro lado, en sistemas agrarios aislados sin acceso a una red cercana, el autoconsumo de energía eléctrica a partir de sistemas fotovoltaicos es una solución óptima”.
Cada vez se realizan más investigaciones sobre este tipo de tecnología debido a su potencial para mejorar la eficiencia en el uso de la tierra, abordar soluciones climáticas, promover alimentos sostenibles y fortalecer economías locales. Según Múñoz, aún queda un largo camino por recorrer para establecer plenamente esta nueva tecnología, tanto en términos de investigación como de legislación.
Actualmente, se estima que solo se utiliza aproximadamente el 1% del terreno disponible para agrovoltaica. Además, existen grandes extensiones de territorio prácticamente desértico debido a la climatología, que podrían ser aprovechadas para la explotación de esta tecnología.
La participación activa de las administraciones públicas puede brindar ayudas y subvenciones, así como simplificar la gestión burocrática relacionada con permisos, trámites y licencias. Estas acciones son esenciales para avanzar hacia un futuro energético más sostenible.
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