Gmail fue puesto en funcionamiento en abril de 2004 en fase beta con acceso limitado. En aquel momento causó impacto debido a que ofrecía una capacidad de almacenamiento de 1GB, una cantidad que por entonces era claramente superior a lo que ofrecía la mayoría de los servicios de correo electrónico. Solo un año después, en 2005, dicha capacidad fue doblada para alcanzar los 2GB. Tras algunas modificaciones en las políticas en torno a las capacidades de almacenamiento, actualmente los usuarios gratuitos obtienen 15GB por defecto, una cantidad que puede ser ampliada suscribiéndose a Google One.
La interfaz de Gmail siempre ha estado bastante orientada hacia las funciones de búsqueda, cosa que posiblemente sea herencia del buscador de Google. Por otro lado, desde 2011 ha tendido a apostar por el minimalismo con el fin de ser más limpia, facilitar el uso del servicio con su interfaz web y ofrecer una experiencia más homogénea a través de los distintos productos y servicios que la compañía proporciona, en especial con algunos como Google Drive y Google Photos.
Otra característica de Gmail que en su día fue muy bien valorada es el soporte para POP e IMAP, lo que facilitaba el uso de este servicio en clientes de correo electrónico de terceros. Es cierto que el uso de los clientes de correo electrónico está de capa caída desde hace muchos años, pero en aquella época utilizarlos era bastante común. Simplificando mucho, el protocolo POP permite descargar la correspondencia para consultarla fuera de línea, mientras que IMAP se limita a hacer de interfaz con el servidor.
Gmail fue bastante bien recibido en su momento no solo por ciertas características en las que era superior a sus rivales (o al menos la mayoría de estos), sino también por el hecho de que la imagen de Google era en la primera década del Siglo XXI muy diferente a la que tiene actualmente. ¿Alguien se acuerda del lema don’t be evil? Aquello hacía referencia principalmente a tratar correctamente a los usuarios y fue percibido por muchos como una contraposición a una Microsoft que tenía una clara imagen de villana.
La política de Google en torno a la privacidad se fue volviendo cada vez más turbia (o se descubrió que en realidad era turbia). Esto hizo que la compañía fuera reconociendo cosas con el paso de los años, a veces de manera no muy explícita, hasta abandonar formalmente el lema don’t be evil en el año 2018. Total, si hasta la han pillado recopilando datos que no debía a través de la navegación en modo incógnito de Chrome, sin embargo, el desprestigio de Google por sus políticas en torno a la privacidad no mermó el ascenso de Gmail.
Android, el impulso que llevó Gmail al liderado
Si bien Gmail dejaba contentos a la mayoría de los usuarios que lo usaban, Hotmail se mantuvo como el más utilizado debido a que llegó antes, en 1996 para ser más exactos. En realidad Hotmail nació como un servicio independiente en el año mencionado, pero fue comprado por Microsoft en 1997 en una operación que le costó 400 millones de dólares. A pesar de no ser ya el número uno en cuota de usuarios, si contamos toda la trayectoria del servicio es innegable que la operación fue un buen movimiento por parte del gigante de Redmond, que empezó a transformarlo en Outlook.com a partir del año 2012.
Viendo los acontecimientos, es obvio que el principal cimiento que ha permitido a Gmail erigirse como el servicio de correo electrónico más usado del mundo es Android, o más bien las implementaciones de ese sistema suministradas por los OEM de Google, que incluyen de manera preinstalada las aplicaciones y servicios de esta última. En consecuencia, para hacer un uso normal de la mayoría de smartphones y tablets es necesario usar una cuenta de Gmail.
Android es junto al buscador, el navegador web Chrome y YouTube las principales piezas del ecosistema que Google pone a disposición de los usuarios finales, y todo eso suele ser gestionado mediante una cuenta de Gmail (en el caso de Chrome, mediante la sincronización). No hace falta ser un genio para adivinar que el ecosistema de Google se retroalimenta entre sí para potenciar la “necesidad” de tener una cuenta de Gmail.
La buena imagen que llegó a tener Google empezó a resquebrajarse durante el transcurso de la primera década del Siglo XXI. Ya con la segunda década iniciada, el gigante de Mountain View se enfrentaba a fuertes acusaciones de violar la privacidad de los usuarios, una situación que terminó desembocando en una campaña en su contra y en la presentación de una demanda colectiva por no proporcionar presuntamente una privacidad razonable cuando los usuarios utilizan Gmail.
La preocupación en torno a la presunta falta de privacidad de Gmail radica en el hecho de que el servicio ha estado escaneando los contenidos de los correos electrónicos para mostrar publicidad dirigida a los usuarios. Tratándose de Google y con lo que se ha terminado sabiendo de la compañía, el hecho de que la publicidad sea una de sus principales fuentes de ingresos, si no es la que más, ha hecho que haya afinado en lo máximo posible sus mecanismos para mostrar publicidad dirigida, lo que conlleva la creación de perfiles.
Que no se crea la gente que el no tener una cuenta de Gmail evita el rastreo y la creación de un perfil, ya que hay otras vías como el uso de lienzos de HTML5 para crear huellas digitales (fingerprinting) que terminan siendo bastante precisas para crear perfiles que son prácticamente únicos para cada usuario.
Debido al revuelo generado en torno al escaneo de los contenidos de los correos electrónicos de Gmail, Google decidió en 2017 dejar de hacerlo (o al menos eso ha dicho de cara a la galería). Aquí posiblemente hayan influido las batallas judiciales y el impulso de reformas legales que ha mejorado la protección de los datos de los usuarios, como el GDPR de la Unión Europea. Dicho con otras palabras, aquí no habría benevolencia, sino más bien conveniencia para proteger la reputación del servicio y de la compañía que lo desarrolla y sostiene.
Que Gmail no sea un oasis de privacidad no hace que alternativas mainstream como Outlook sean mejores en ese sentido. Si uno quiere tener una mejor privacidad, deberá recurrir a servicios como ProtonMail, Mailfence y Tuta.
Alemania y el problema con la marca
Cambiando de situación a una más amable, resulta curioso recordar los problemas que tuvo Google para usar la marca Gmail en Alemania debido a que Daniel Giersch, capitalista de riesgo residente en el país mencionado, registró la marca G-Mail en el año 2000. Aquello obligó al gigante del buscador a emplear el dominio @googlemail.com en lugar del archiconocido @gmail.com.
El problema con la marca Gmail empezó en Alemania por el año 2005, en los comienzo del servicio de correo electrónico. Lo peor de todo es que la marca G-Mail fue registrada para un negocio de entrega postal electrónica conocido como “Giersch mail”, lo que no jugaba precisamente a favor de Google.
Tras un litigio, Google anunció en 2012 que podía usar la marca Gmail en Alemania y que daría a todos los usuarios con una dirección @googlemail.com una equivalente en @gmail.com, manteniendo además la retrocompatibilidad (nos suponemos que estuvo comprobando la creación de nuevas cuentas comparando los nombres de usuario a través de los dos dominios). Eso sí, la compañía no aclaró en su momento a qué acuerdo llegó, pero lo lógico es pensar que ha pagado una cuantía de dinero importante a Daniel Giersch.
Gmail es un servicio de correo electrónico y seguirá siéndolo, sin embargo, es innegable que desde hace bastantes años es mucho más que eso, ya que más bien es la piedra angular en torno a la que gira todo el ecosistema de Google.
Aquí no solo hablo de Gmail y el buscador, sino también de YouTube, Google Drive, Google Docs, Google Photos, la sincronización de datos mediante Chrome y mucho más. En consecuencia, muchos usuarios crean cuentas no con el objetivo de usar el correo electrónico, sino otros servicios y productos proporcionados con el gigante de Mountain View. Dicho con otras palabras, uno puede darle mucho uso a una cuenta de Gmail sin necesidad de usar el correo electrónico o al menos dejándolo con un rol bastante marginal.
Obviamente hay servicios como el buscador y YouTube que pueden ser consumidos sin necesidad de iniciar sesión con una cuenta de Google, y además es posible iniciar sesión en al menos algunos de sus servicios sin necesidad de emplear una cuenta de Gmail, pero está claro que a la empresa lo que le interesa es que los usuarios utilicen lo suyo.
Viendo el peso que tiene Gmail dentro del ecosistema de Google, que ha logrado hasta desplazar al buscador como pieza que lo centraliza todo, no tiene sentido que la compañía cierre el servicio de correo electrónico, cosa de la que surgieron algunos bulos el pasado mes de febrero. En resumidas cuentas, el destrozo que provocaría el cierre de Gmail a Google sería muy difícil de reparar.
Conclusión
Es innegable que Gmail, con sus luces y sombras, ha escrito páginas importantes de la historia de la computación, no solo la doméstica, sino también en empresas, que pueden operar tanto con el dominio @gmail.com como con el suyo propio si contrata los servicios de Google.
A pesar de las dudas que arroja y sigue arrojando en materia de privacidad, no se puede negar que Gmail es un servicio de correo electrónico que funciona muy bien. Esto se extiende a muchos de los productos y servicios que proporciona Google, así que no es raro ver a usuarios emplear su ecosistema para su organización personal. Además, el gigante del buscador ha puesto a disposición API y documentación que facilitan la integración de algunos de sus servicios, como el correo electrónico, el calendario y la gestión de contactos, a través de aplicaciones de terceros.
Es innegable que Google ha hecho muy bien los deberes a la hora de proporcionar servicios y productos de calidad que encima se integran en algunos casos fácilmente en soluciones de terceros, y todo eso está centralizado en una cuenta de Gmail. Eso sí, su “gratuidad” tiene un precio que ya es conocido por todos o casi todos.
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