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Después
de 6150 Km caminando Mark prosiguió su peregrinación en bicicleta
unos 1300 Km hasta llegar a su destino: Mark Randall© 2016 |
LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Teresa Mascarenhas, periodista).- “abril del 2016.
Han pasado casi nueve meses desde mi viaje; 2200 km desde Cardiff a
Gibraltar. Mis sandalias yacen en una estantería del garaje junto a
varias sandalias desgastadas, reliquias de aventuras anteriores.
Silenciosas, dormidas, cubiertas de polvo y telarañas.
En la cama,
moviéndome de un lado a otro, oigo un susurro en la noche.
Camina hacia el
Este, ve a Santiago, toma el camino de Roma, sigue tu corazón…
Hasta Jerusalén”
Texto traducido al
español del libro “On Ancient Trails” por Mark Randall.
Mark Randall recorrió
7450 Kilómetros desde Gibraltar hasta Jerusalén; 6150 Kilómetros
caminando y 1300 Kilómetros en bicicleta, con dos hernias discales,
una columna comprimida, complicados problemas de cuello y un dolor
constante resultado de un accidente en el ejército.
A sus 60 años Mark es teniente coronel retirado con 26 años de servicio militar. Es un
ávido excursionista de larga distancia, apasionado de las
peregrinaciones y las montañas, con más de 40 marchas de larga
distancia. Sus dos caminatas benéficas y sus tres libros publicados
consiguieron recaudar más de sesenta mil libras para fines
benéficos. Con un máster en Relaciones Internacionales y
Comunicación fue condecorado con la Medalla de Distinción de
Gibraltar por sus servicios prestados.
Cuando no camina,
explora zonas montañosas, cocina y sopla su gaita de fuelle. Una vez
consiguió perderse tres veces en Ikea en una sola visita.
Este mapa muestra la
ruta que siguió Mark en su peregrinación a Jerusalén. Fotografía:
Marc Randall © abril 2016
¿Cuál fue el
motivo que te impulsó a caminar desde Gibraltar a Jerusalén hace
aproximadamente 7 años?Desde el año 2009
he caminado a Santiago de Compostela (Galicia, España), más de una
docena de veces y en el 2012 hice dos caminos seguidos, el Camino del
Norte y el Camino Francés, 1600 kilómetros en 55 días.
Después decidí
probar distancias más largas, y en el 2015 caminé desde Cardiff, el
País de Gales en el Reino Unido hasta Gibraltar, 2250 Km en 75 días.
Recaudé 17000 libras esterlinas para fines benéficos entre la
marcha y un libro que escribí Walk To The Rock.
La marcha se
convirtió en un éxito en Facebook y en Gibraltar.
Yo deseaba recaudar
más fondos para caridad y no sabía de nadie que hubiese ido en
peregrinación a través de Europa desde Gibraltar a Jerusalén, así
que decidí peregrinar hasta Jerusalén.
¿Qué deseas
buscar o alcanzar en cada una de tus peregrinaciones?
Llevaba mucho
tiempo queriendo unir los puntos entre Gibraltar, Santiago de
Compostela, Roma y Jerusalén. El Peñón es mi hogar y los otros
tres los principales lugares de peregrinación de la fe católica
romana. Como los peregrinos de la época medieval quería recorrer
las antiguas rutas romanas y de peregrinación hasta Jerusalén.
El camino de
Santiago se conoce como el Camino de la Espada, donde uno se enfrenta
y se reconcilia con sus miedos. El camino a Roma como el Camino del
Corazón, donde los peregrinos buscan el amor divino. Y el camino a
Jerusalén, el Camino del Alma donde uno debe buscar en sí mismo, el
sentido de la existencia.
Supongo que al
peregrinar me enfrento a mis miedos, busco el amor divino o recorro
el camino pedregoso del alma, buscando respuestas a todo lo que me
rodea. Caminar distancias de más de 1000 Kilómetros supone un
increíble reto físico y mental que he llegado a apreciar. Es como
una droga ya que una vez que termino una caminata o peregrinación no
puedo esperar a comenzar otra. Desde el 2009, he recorrido unos 27
Caminos de Santiago y otros 15 largos senderos en otros países. He
caminado a Roma tres veces, he recorrido los Alpes y el Himalaya.
Caminar es mi pasión, es una forma de vida.
En el sendero me
siento conectado con la naturaleza, el planeta y las personas que
conozco, ya que compartimos o sufrimos los mismos problemas. Estar en
el sendero me hace sentir más vivo y realizado que cualquier cosa.
En 2016 mi
peregrinaje terminó en Jerusalén, mi viaje de descubrimiento
continuará durante más tiempo.
¿Cuál fue el peor
y mejor momento del camino?
En Croacia me
dolían mucho los pies. Desde el primer paso a primera hora de la
mañana sentía dolor. Aunque hice todo lo posible por ignorarlo
(creo que tengo una tolerancia al dolor considerablemente alta), esto
provocó más complicaciones, ya que el cuerpo se adapta para asumir
el dolor. Mis rodillas sufrían, me dolían las piernas y me
encontraba agotado por poco o mucho que anduviera.
Después de semanas
luchando contra el dolor no mejoraba. Era una agonía. Cuando
descansaba y dormía me dolía todo, la medicación no me aliviaba y
cuanto más tiempo pasaba, más desesperado estaba. En Dubrovnik
decidí seguir pedaleando. Estos fueron sin duda mis días más
oscuros.
Pero sería un
error no mencionar que durante mi peregrinación ocurrieron otras
cosas terribles que afectaron mi viaje.
Caminé a través
de inundaciones en España y Portugal y en Francia estuve cerca de
Niza en ese temido espectáculo de fuegos artificiales del Día de la
Bastilla cuando tuvo lugar el terrible ataque terrorista que mató a
muchas personas inocentes. Estaba a 100 km y sentí los temblores de
un devastador terremoto de 6,2 grados en Italia y en Albania, mi
viaje se interrumpió cuando un río se desbordó y todo quedó
cubierto de barro durante kilómetros.
Los perros fueron
un verdadero problema. Siempre hay que tener cuidado con las ovejas,
ya que los perros vienen con ellas. Puedo entenderlos, hacen su
trabajo: protegerlas. En Grecia me perseguían casi todos los días,
hambrientos y abandonados.
Pero lo peor de
todo es la soledad. Solo, durante tanto tiempo me enfrenté a mis
demonios. A cada paso observaba cambios en el mundo y en mi interior;
no dejaba de preguntarme si esto merecía la pena.
No obstante, todo
el viaje fue una aventura increíble. Llegar a la maravillosa ciudad
de Arles, en el sur de Francia, fue muy emocionante y un momento
increíble. Era julio, había caminado por la llanura pantanosa de
Camarga, junto al delta del río Ródano. Arles es un museo viviente
impregnado de historia romana y fue aquí donde alcancé la marca de
los 3.000 kilómetros. Fue como si hubiera cruzado una línea
invisible, una distancia que pensaba que no podría alcanzar, había
superado la barrera de los 2000 km.
Mil kilómetros
después llegué a Roma, la ciudad eterna, para muchos el final de su
peregrinación. Sólo había recorrido la mitad del camino y fue un
momento muy significativo. Muchos peregrinos caminan más a Santiago
que a Roma, y muy pocos llegan a Jerusalén. Como dato de interés,
las estadísticas de la Oficina del Peregrino en Santiago muestran
que, en 2016, 41 peregrinos caminaron desde Roma a Santiago de
Compostela.
Conocer al Papa
Francisco fue muy especial y probablemente no el punto culminante de
mi viaje, si no de mi vida. Llegar a Jerusalén y rezar ante el Muro,
la Cúpula y la tumba de Cristo en el Santo Sepulcro fue alucinante.
¿Qué aprendiste
en tu peregrinación a Jerusalén?
Mientras viajaba
abrí mi corazón a quienes sentía que necesitaban algo de mí y
empecé a ver lo insignificantes y al mismo tiempo intensamente
significativos que somos. A medida que aceptaba la verdadera
grandeza de mi peregrinación, me enfrentaba a la inmensidad y el
verdadero esplendor de la naturaleza y me encontraba con lo mejor que
la humanidad puede ofrecer, comprendí mejor el propósito de la vida
y cómo encajo en ella; cómo estamos conectados por el pasado,
nuestros antepasados y los valores que hoy apreciamos.
El camino es un
viaje interior donde aprendí sobre mis miedos, el amor, la amistad,
sobre mí mismo y la humanidad; pero, sobre todo, humildad.
Aprendí que puedo
lograr y soportar mucho más de lo que creo.
Ahora sé que no
necesito ni quiero mucho más de lo que puedo llevar a la espalda.
Pero lo más
importante que he aprendido es ser fiel a uno mismo y seguir buscando
mi propio camino.
Miro al 2016 con
cariño, enormemente orgulloso de mi logro. Cada camino está lleno
de ricos recuerdos y experiencias únicas. Mi peregrinación a
Jerusalén tuvo un profundo efecto en mi vida.
¿Te sentiste
perdido?
Hubo ocasiones que
me equivoqué de camino y acabé caminando distancias más largas.
Momentos que dudé si debía continuar y tuve que decidir si volver.
Pero esto es también lo que ocurre en la vida, a menudo tomamos
decisiones equivocadas y cuesta decidir qué debemos hacer en su
lugar.
Después de muchos
años de peregrinación comprendí que los impedimentos a los que nos
enfrentamos no son materiales, sino montañas del alma, barreras que
levantamos. Recorremos un camino de angustia interior, de
inseguridades profundamente arraigadas y construimos muros alrededor
de nuestro corazón. Como muchos peregrinos antes, debí perderme
sintiendo que nunca sería capaz de lograr lo que me proponía. En el
camino, acepté lo que el camino me tenía reservado. Mi largo viaje
a Jerusalén me ayudó a comprender que en la vida estamos en un
viaje de aceptación y, por tanto, de perdón.
¿Qué es lo que te
mantuvo firme y te dio fuerzas para continuar?
Hace años, durante
un ejercicio militar, sufrí una mala caída que me provocó una
compresión vertebral, dos hernias discales y dolor crónico de
cuello y espalda. Los médicos me dijeron que caminara, así que
camino.
La forma física es
importante, pero hay otras cosas que lo son aún más.
Lo primero es la
motivación, que algunos llamarían fe.
Después una
voluntad fuerte, en mi caso terquedad.
Después, el deseo
de triunfar: todos tenemos ambiciones.
También es
importante creer en las propias capacidades y comprender las propias
limitaciones: equilibrar la confianza con el realismo y la tarea que
me he propuesto realizar.
Y, por último,
disfrutar con lo que hago: la felicidad, porque si no disfruto,
seguramente será mucho más difícil.
¿Qué cambios
experimentaste dentro de ti a lo largo de esta peregrinación?
Recuerdo que
intentaba visualizar el camino, ¿cómo sería mi llegada a Tierra
Santa?; parecía imposible. La escala de mi peregrinación pondría a
prueba mi determinación hasta el límite.
Tenía muchas
dudas: ¿lo conseguiría? Ya había abandonado caminatas antes y
podría volver a ocurrir. Pero me había comprometido a completar mi
peregrinación y a recaudar fondos para obras benéficas.
Al fin y al cabo,
salía de casa en peregrinación, la aventura de mi vida, ¡y nada me
detendría!
Un peregrino es un
viajero que se dirige a un lugar sagrado. Al final del camino, los
peregrinos se dan cuenta de la importancia del acontecimiento, no
solo como prueba de resistencia y fuerza de voluntad, sino también
como punto de inflexión en sus vidas, algo que cambiará su "camino
" para siempre.
Compartimos un
objetivo común y formamos un fuerte vínculo entre nosotros y con
el camino. Abrimos nuestros corazones, compartimos nuestros problemas
y nos damos cuenta de que el camino nos conecta. Las personas que
conocí forman parte de mi vida, yo también me convertí en parte
de su historia.
A lo largo de mi
peregrinaje aprendí de mi verdadera naturaleza... quién soy y qué
necesito realmente, ¡no lo que quiero y lo que me gustaría ser!
El camino es una
experiencia de humildad en la que conoces personas que tienen
problemas peores que los tuyos. Con el paso de los días, las semanas
y los meses me di cuenta de que todo lo que necesitaba para llegar a
Jerusalén era una mente clara, un corazón abierto, buenos pies y la
mochila a la espalda. Las cosas encajaron en mi mente cuando
comprendí que podía librarme del equipaje innecesario: estrés,
ansiedad, ira, envidia, codicia y muchas cosas más.
En el camino todos
somos iguales, tenemos las mismas necesidades, nos une el mismo
objetivo: llegar a Santiago de Compostela. El hecho de recorrer el
mismo camino día tras día nos quita capas de inhibición. Te das
cuenta de que la felicidad no depende de nadie ni de nada, ser feliz
es una decisión que solo tú puedes tomar.
Mark junto a su amigo
Luciano en Trieste, en su último día en Italia.Fotografía: Mark
Randall © Trieste 2016
Háblame acerca de
todas las emociones sentidas al pisar Tierra Santa.
En mis sueños
había imaginado llegar a Israel. Jesús pisó esta tierra. Piso el
suelo sagrado y siento mariposas en el estómago.
El 1 de abril salí
de Gibraltar. El día 49 llego a Santiago, el día 150 a Roma.
Atravieso Judea a
pie, los arbustos espinosos y las piedras sueltas no son amables con
mis pies, pero me alegro de volver a caminar. Me detengo y me quito
un guijarro de la sandalia. Cada colina, cada arbusto, encienden mi
imaginación mientras repaso las historias bíblicas de mi juventud.
¿Fue aquí, podría
ser este el lugar? Esta colina, esta piedra, este árbol, ¿podría
haber estado un apóstol en este mismo lugar?
Día 254,
¡Jerusalén!, una mezcla de emociones a flor de piel me sentía
exhausto, con el cuerpo maltrecho y la mente aturdida. La emoción de
estar allí, de ver a mi mujer y a mi hija y de conocer a tantos
amigos nuevos.
Durante tres días
caminé por Tierra Santa, y luego recé en el Muro, la Cúpula y la
tumba de Cristo.
Diez millones de
pasos, cinco pares de sandalias, doce países y pedaleo suficiente
para llevar un bote a pedales desde Gibraltar hasta China... ¡más o
menos!
Ocho meses de mi
vida en peregrinación.
¿Y una vez
concluido tu viaje a Jerusalén?
Decidí tomarme un
año sin caminatas largas. Pero volví con fuerza en 2018 con una
peregrinación de 1200 km de Suiza a Roma, con mi hija Tammy y más
tarde hice un increíble trekking durante dos semanas con mi esposa
en los Picos de Europa, en el norte de España. Todo ello como
preparación para mi viaje al Himalaya, donde caminé con un amigo
durante 24 días superando los 5500 metros en cinco ocasiones. Me
puse muy enfermo con un edema cerebral y pulmonar y, si no me
hubieran trasladado en helicóptero, probablemente no estaría
escribiendo esto ahora. Después escribí mi tercer libro, “Himalaya”
From the Rock to a High Place (en coautoría con dos amigos). En
2019 empecé a caminar el Camino Catalán desde Barcelona, me uní al
Camino del Río Ebro, y llegué hasta León (750 km) antes de sufrir
una lesión en la ingle y tener que abandonar.
Por desgracia,
2020/21 fueron años malos para todos nosotros con la pandemia y no
peregriné.
El año pasado me
moría de ganas de caminar e hice el Camino del Norte (unos 900 km),
que ya había hecho antes, y entonces mi mujer se retiró del
trabajo. Ella caminó 1200 km conmigo desde Suiza hasta Roma,
haciendo de esta mi tercera peregrinación a Roma. Si me hubieran
preguntado en 2016 si volvería a caminar hasta Roma, ¡les habría
dicho que no!
Hay más caminatas
previstas para este año.
¿Qué consejos
darías a todos aquellos que desearan aventurarse a iniciar el
Camino?
Mi consejo es que
vayáis y lo hagáis. En el camino todos somos iguales, tenemos las
mismas necesidades y nos une el mismo objetivo: llegar a Santiago,
Roma, Jerusalén o dondequiera que esté el final. A menudo les digo
a otros peregrinos que el camino es mucho más grande, mucho más que
cualquiera de nosotros, y tenemos que respetar sus dificultades.
Mark ha publicado tres
libros escritos en inglés, Walk to the Rock, Himalaya, From the Rock
to a High Place y On Ancient Trails. Estos libros se pueden adquirir
en Amazon. Todos los beneficios son destinados a causas benéficas.
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