LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Wellington Arguedas Rodríguez, columnista).- Cada 10 de diciembre, celebramos la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Recordamos y alabamos sus nobles intenciones; entre muchísimas de ellas, por ejemplo, de su preámbulo:
–Que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana.
–Que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad.
–Que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias.
– Que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres.
Del por tanto… la Asamblea General:
–Proclama la Declaración Universal de los Derechos Humanos como ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, (…).
-Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
–Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición (…).
–Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.
–Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad.
–En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática.
(…).
Sí, cada día, recordamos el amarás a tu prójimo y el querer los derechos humanos; pero cada día hacemos menos. Cada día, sociedad y gobernantes, miramos y oímos del dolor; se oye y se ve… pero realmente no se previene ni evita: hay pasividad a pesar de (la sangre de hijas e hijos de la humanidad), verbigracia: muertes por asesinatos o accidentes de tránsito.
Se critica, pero no se ejecuta con responsabilidad plena; se habla mucho con los brazos cruzados. Falta la empatía real; de la cual, Sigmund Freud, se refería así: “la empatía es la capacidad de identificar y entender las emociones de los demás, de hacernos partícipes del sentir ajeno y ver el mundo más allá de nuestro propio ombligo.”.
Sentir lo ajeno y ver más allá. Ver el dolor -personal y social- con el alma en las manos, haciendo por el bien común y, recordando siempre que, como expresó, el poeta y expresidente senegalés, Leopold Sedar Senghor: “los derechos humanos empiezan con el desayuno”.
Debemos -cada día- sentir y hacer: o nuestra paz seguirá peligrosamente herida.
Es alarmante lo que señala el Estado de la Nación 2023, a saber: “Que el país deje de ser y hacer lo que le distinguió, que no esté discutiendo cómo hacerlo y con qué rumbo, ni cómo cumplir e incluso renovar su promesa, implicaría una seria falta de previsión”. “Después de la pandemia, Costa Rica volvió a un patrón de crecimiento económico desigual y excluyente,”.
Alarmante, sin lugar a dudas. Hay que hacer (otros ciudadanos del mundo no pueden hacerlo por nosotros). Hay que recuperar la Costa Rica de la justicia social, la patria del amar al prójimo -haciendo por la dignidad humana-. “Superemos nuestro individualismo personal y colectivo” orienta el papa Francisco I. Y, Mahatma Gandhi, guía así: “Voy a seguir creyendo, aun cuando la gente pierda la esperanza. Voy a seguir dando amor, aunque otros siembren odio. Voy a seguir construyendo, aun cuando otros destruyan. Voy a seguir hablando de paz, aún en medio de una guerra”.
Orientaciones, guías, luces para el quehacer social. Ante el dolor humano… deberes humanos. Tenemos que ser proactivos con los derechos humanos, Necesitamos ejecutar, día a día, con más empatía…para el bien común.
El amarás a tu prójimo -querer los derechos humanos- es y debe ser siempre… cada día. Debe ser: harás (haremos) positivamente por la familia, comunidad y país. Empatía real, ética y consecuente, de todos… por todos y para todos, con especial cumplimiento de cada gobernante. Todos -en general- generar riqueza económica para el desarrollo humano integral.
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