LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Alberto Cabezas, periodista).- En una tarde aparentemente tranquila del 19 de septiembre de 2013, lo que comenzó como un simple incidente en una carretera de Costa Rica se convirtió en una tragedia que dejó cicatrices imborrables en la vida de dos familias y una lección amarga para toda la sociedad. El fatídico encuentro entre José Alonso Romero Picado y José Francisco González Salas se saldó con una vida perdida y otra marcada por la condena en prisión, ilustrando lo bueno, lo malo y las recomendaciones que todos debemos considerar cuando enfrentamos situaciones similares en las calles.
José Alonso Romero Picado, un chofer de confianza de aquel entonces ministro de la Presidencia, Carlos Ricardo Benavides, fue la víctima fatal de este trágico episodio. Un hombre de 39 años, considerado por sus allegados como un funcionario ejemplar, un padre de familia amoroso y un amigo leal. Su vida se apagó abruptamente cuando una discusión en la carretera escaló a un nivel inimaginable de violencia.
Mientras que al condenado lo identifican como un exguardaespaldas de nombre José Francisco González Salas, quien en la actualidad tiene 74 años y está privado de libertad en la cárcel del Adulto mayor en Alajuela.
El conflicto que desencadenó la tragedia se originó en lo que parecía ser un pequeño choque entre los vehículos de ambos protagonistas. Sin embargo, según testimonios y declaraciones posteriores, no hubo daños significativos en ninguno de los automóviles. En lugar de resolver el problema de manera pacífica, la situación se agravó rápidamente cuando ambos conductores se enzarzaron en una discusión y una pelea física.
Lo que siguió a la pelea fue aún más aterrador: José Francisco González Salas, un exguardaespaldas con 74 años en ese momento, tomó un arma de fuego y disparó a José Alonso en la frente, siguiendo su vida en el acto.
La fatalidad ocurrió frente al negocio Loza y las antiguas instalaciones de Bayer, en Calle Blancos de Goicoechea, San José, 100 metros después de la línea del tren.
José Alonso manejaba un vehículo Honda CRV LX 2012 y se dirigió hacia la casa del entonces ministro de la Presidencia. Mientras que el exguardaespaldas José Francisco iba en un Hyundai Tucson GL 2012, él era vecino de Goicoechea y en apariencia regresaba de La Garita de Alajuela.
Cien metros antes de donde se bajaron los conductores, ambos se increparon delante de varios testigos, ya que en la zona había muchas presas debido a que los conductores evitaban pasar por Circunvalación debido a un enorme agujero que había en Hatillo 8.
La violencia en las carreteras, alimentada por la ira y la falta de control emocional, cobró una vida valiosa y dejó una herida permanente en la comunidad.
El exministro Benavides, quien conoció a José Alonso desde hace años y era amigo cercano, lamentó profundamente la pérdida de un compañero de trabajo y un amigo leal. Recordó a José Alonso como un empleado ejemplar y un conductor prudente, que, irónicamente, no portaba armas, a pesar de su experiencia previa en seguridad. Este trágico incidente enfatizó la importancia de la precaución en la carretera y la necesidad de evitar enfrentamientos violentos a toda costa.
La triste realidad es que, a pesar de los años transcurridos desde este suceso, la violencia en las carreteras de Costa Rica sigue siendo un problema persistente. Los incidentes de ira al volante, confrontaciones físicas entre conductores y, en algunos casos, incluso homicidios, continúan ocurriendo con alarmante regularidad.
El caso llegó a juicio en abril de 2018, donde los jueces del Tribunal Penal de Goicoechea analizaron cuidadosamente las pruebas y testimonios presentados. Concluyeron que José Francisco González Salas, un individuo experimentado en el manejo de armas de fuego debido a su trabajo anterior como agente de seguridad, había actuado de manera deliberada y mortal. Lo condenaron a 12 años de prisión por homicidio simple.
Este trágico incidente sirve como un recordatorio impactante de las consecuencias devastadoras de la ira en las carreteras. La recomendación más importante que podemos extraer de esta historia es la necesidad de mantener la calma y la prudencia en situaciones de conflicto en la carretera. La vida es demasiado valiosa como para arriesgarla en una disputa impulsiva. Si nos encontramos en una situación similar, lo mejor que podemos hacer es retirarnos y evitar el enfrentamiento, ya que las consecuencias pueden ser mucho peores de lo que imaginamos.
A pesar de que este trágico incidente ocurrió hace una década, su recuerdo sigue vivo, recordándonos a todos la importancia de la empatía y la comprensión en la carretera. La violencia no es la solución, y debemos esforzarnos por crear un ambiente de respeto y seguridad en nuestras
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