LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Rafael Victorino Muñoz).- Tratar de convencer a una persona que no quiere entrar en razón puede ser una actividad desgastante. A continuación, conoceremos algunas estrategias para lidiar con personas testarudas. ¡Sigue leyendo!
Cada uno tiene una forma de ser y en la vida nos podemos encontrar con mucha diversidad en cuanto a personalidad se refiere. Pero a todos les debemos respeto. Por ello, es importante aprender cómo lidiar con personas testarudas.
Se les dice así a quienes les cuesta ceder o dar su brazo a torcer y perseveran en acciones u opiniones que no siempre parecen razonables. A continuación, conoceremos cuáles son las características de una persona testaruda y cómo tratarla, sin entrar en conflictos.
De acuerdo con su etimología, la palabra testarudo proviene de testo (originalmente vasija de barro), luego derivado en testa (cabeza en italiano); y de rudis (que está áspero, burdo, sin trabajar).
En el lenguaje cotidiano, los términos testarudo y terco se emplean, de manera indistinta, para referirse a las personas que son rígidas en cuanto a sus opiniones, mostrando poca flexibilidad para aceptar una visión distinta.
Por consiguiente, una vez que han tomado una decisión o adoptado una postura ante algo, es muy difícil hacerles cambiar de parecer, ya que desestiman toda clase de argumentos o razones que les presenten.
Ahora bien, mantener este tipo de actitudes testarudas puede acarrear diversas consecuencias, las cuales no siempre son beneficiosas. Entre las principales desventajas de ser testarudo tenemos:
- Tener relaciones conflictivas
- Sufrir rechazos y aislamiento social
- Discutir con frecuencia con las otras personas
- Experimentar frustración y a menudo ira, debido a tales fracasos
- Dificultad para ser comprendido y, a la vez, para entender a los demás
- Realizar acciones que redundan en fracasos, impidiendo alcanzar los objetivos
Para terminar de redondear esta definición acerca de las personas testarudas, veamos cuáles pueden ser las características que les identifican.
Las personas testarudas no aceptan razones que vayan en contra de sus opiniones o creencias; aunque se les presenten argumentos válidos, incluso sustentados en evidencias científicas.
Y por lo mismo, las personas testarudas solo valorarán como positivas aquellas ideas que les refuercen sus convicciones, desechando la información que pueda contradecir o hacer entrar en conflicto su visión de mundo. Por tal razón, no escucharán opiniones, ni verán canales de información, que sean contrarios a sus pensamientos.
3. Tendencia al maniqueísmo
En su visión solo existe la postura correcta (la suya propia) y las equivocadas (todas las demás). De esta manera, el mundo se reduce a una cuestión de blanco o negro, «estás conmigo o estás en mi contra»; sin posibilidad de matices ni puntos intermedios. Esto se conoce como maniqueísmo, y se deriva de aquellas personas que tienden a catalogar las cosas como buenas o como malas, sin medias tintas.
Y si los acuerdos implican que deban ceder un poco en su idea, entonces no habrá trato posible. Es todo o nada, ya que cuesta obligarlos a salir de la zona donde se sienten seguros y hacer que exploren otras posibilidades.
Les cuesta tolerar cualquier opinión que vaya en contra de sus creencias, sintiendo que es un cuestionamiento personal. Entonces, tienden a entrar en conflicto con los demás, a pesar de que dichas discusiones no tienen por objeto tratar de llegar a ninguna clase de acuerdo.
En sus argumentaciones, echan mano de recursos que no van enfocados a refutar la idea, sino que, por ejemplo, descalifican a la persona con la que hablan. Esto se debe a que se sienten atacados cuando cuestionan sus planteamientos. De igual modo, pueden responder y actuar a la defensiva, aún antes de ser interpelados. En el peor de los casos, recurren a los insultos.
7. Siempre tienen la razón
En cualquier discusión o controversia, no van a tratar de comprender al otro, ni están muy interesados en escucharlo. Simplemente, ellos tienen la razón y punto.
Si bien pueden ser muy perseverantes, su energía también la pueden enfocar de manera ciega, transitando por callejones sin salida, tal como hace la mosca que quiere salir por la ventanilla cerrada.
Otra característica de las personas testarudas es que muestran resistencia o temor al cambio. Por tanto, sus rutinas son rigurosas, de hábitos fijos. Y aunque no lo expresan de forma abierta, se sienten amenazadas cuando alguien trata de sugerirles alguna modificación.
Como parte de esta dinámica, ante cualquier recomendación van a poner objeciones. No es extraño que muchas de sus respuestas comiencen con un “no, pero”, antes de detenerse a meditar si puede ser una buena idea.
A veces pueden saber que no tienen razón, pero no lo admitirán; porque sería, desde su punto de vista, quedar por debajo de la otra persona lastimando así, su orgullo. En ese sentido, no es muy probable que pidan perdón o se disculpen por algo, ya que eso afectaría su imagen de infalibles.
Con algunas pocas nociones pueden construir una visión de una situación; y además de que creen que sus explicaciones son infalibles, a menudo juzgan a los demás desde allí. Asimismo, suelen ser prejuiciosos e incurrir en generalizaciones.
Suelen ser reacios a aprender algo nuevo o hacerlo de una manera distinta a lo conocido. «A mí me gusta así», «siempre lo he hecho de esta manera y me ha funcionado», son algunas de sus frases usuales. No obstante, si no les queda más remedio, lo intentarán, pero quejándose y murmurando por lo bajo.
Pese a todo, se sienten poco seguros de sí mismos, por eso se cubren con una coraza que les hace sentirse menos vulnerables y a salvo de cualquier cosa que pueda afectar la idea de realidad que han construido.
Al respecto, otra de las características de la persona testaruda es rodearse de quienes piensen igual. Así se reducen las posibilidades de entrar en conflicto con ideas distintas. En casos más extremos, algunos prefieren vivir como ermitaños, cerrándose al mundo.
Suelen ser inflexible con respecto a ciertas ideas o actitudes, y juzgar de forma rigurosa a personas y acciones; situación que no solo aplican con los demás, sino consigo mismos.
Su visión de mundo está construida a partir de una idealización o abstracción, que no se corresponde con la realidad. Al contrastarla con esta, surgen constantes quejas por lo que no es como piensan que debería ser.
En nuestro trato cotidiano con los demás, debemos comunicarnos y actuar de manera asertiva. Pero, en ciertos casos, hay que serlo aún más. Veamos algunas recomendaciones con respecto a cómo lidiar con una persona testaruda.
En algún momento, es posible que al discutir con una persona testaruda perdamos los estribos. La primera sugerencia es mantener la calma y no entrar en combate, recurriendo al grito o al insulto.
Aunque algunas opiniones o comportamientos puedan parecer descabellados, no hay que incurrir en descalificaciones o burlas. Tampoco es conveniente estar recalcándoles lo testarudos que son. Todo esto, lejos de ayudar a sobrellevar los problemas, lo que va a hacer es agudizarlos, creando malestar y resentimientos.
Hay que escucharlos para tratar de comprender qué tanto tiene de razonable lo que propone. Se le debe hacer ver que valoramos lo que dice, resaltando los elementos positivos, antes de mostrarles que hay otra perspectiva posible.
Se debe proceder con delicadeza, cuando se trata de plantear una idea que contradice lo que la persona testaruda piensa, para que de esta manera no lo perciba como un ataque, porque entonces asumirá la postura defensiva y se cerrará a escuchar.
Lo recomendable es comenzar nuestra argumentación usando expresiones como: «es muy interesante lo que dices». Incluso, es bueno hacerles ver o creer que parte de la nueva idea es suya, es decir, está inspirada en algo que expuso.
No debemos discutir con la intención de demostrarle a la persona que está equivocada, pues el norte debe apuntar a buscar un punto intermedio de conciliación, demostrando los beneficios que puede traer adoptar la idea que se le está exponiendo.
No podemos esperar que una persona testaruda cambie sus ideas y su accionar de inmediato o solo porque les decimos que deben hacerlo. Luego de exponer lo que pensamos, debemos darles tiempo para que sopesen la situación, complementar la explicación si es necesario, y esperar.
Cuando se trata de hacer mejoras en la vivienda, por ejemplo, una persona testaruda va a decir sus consabidas frases: para qué, no hace falta, está bien así. Entonces, hay que introducir los cambios de una manera muy gradual y paulatina, sin que sean tan drásticos.
Saber cómo lidiar con una persona testaruda también implica elegir qué se debe discutir y qué no. Es decir, no podemos entablar una querella constante por cualquier cosa, ya que esto es muy desgastante para ambas partes.
La necesidad de rodearse de un marco de seguridades es común a todos. Debemos comprender que también tienen razones para pensar como lo hacen o creer lo que consideran mejor. En cualquier caso, cada quien es libre de vivir conforme a sus ideas y esto debemos respetarlo siempre.
Ser flexibles y saber ceder
Por último, no debemos asumir la misma actitud intransigente que criticamos. También es necesario que en ciertos momentos seamos flexibles y aceptemos el punto de vista del otro, aunque nos cueste entenderlo.
Tal vez la parte más complicada con respecto a cómo lidiar con una persona testaruda es saber reconocer cuándo se trata de alguien perseverante. Esto no siempre queda claro. Es muy tenue la línea que separa la terquedad de la constancia.
En el pasado, abundan los casos de genios que pasaron por tercos ante los demás. Thomas Alva Edison sería un ejemplo emblemático, ya que hizo mil pruebas para una bombilla, hasta que lo consiguió. Cualquiera se habría dado por vencido; pero su empeño bien valió la pena.
Así que antes de juzgar o descalificar a una persona que consideramos testaruda, debemos evaluar si su energía la está enfocando en propósitos positivos. Y entonces deberíamos más bien apoyarla.
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