Machillo era hábil con el cuchillo. Terminaba la faena antes, pidiendo autorización al vigilante para ayudar a mayores de edad o con problemas de salud. Algunos insistían en pagarle, aunque no era su intención. Esa era la estrategia empleada…procurar estima dentro de los cautivos, estimulando a la vez la confianza de las autoridades
LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando (GAPO). Escritor).-Cuando no había a quien ayudar en la “chapia” o el vigilante de turno andaba de malas pulgas, le obligaban retornar al presidio.
Alles, el supervisor del penal después de observarlo en varias ocasiones, preguntó: - ¿Por qué razón regresa ante de las once? Machillo, fiel a su estrategia contestó con respeto. -Disculpe capitán, no estoy contraviniendo órdenes. Mejor consulte al cabo encargado de la cuadrilla. El cabo le aclaró: -Mi capitán, Sandí cumple la tarea asignada en menos de dos horas. A veces ayuda a los más débiles. Cuando no están, lo enviamos a descansar.
Lentamente comenzó a ganarse la confianza en ambos bandos. El capitán preguntó A Machillo si sabía cocinar contestando positivamente. A los días conversaba con el cocinero. Clever le confió que debía abandonar la isla porque salía en libertad y por tanto le buscaban sustituto. Por recomendación de Clever comenzó una prueba durante dos semanas.
La perspectiva del Macho se amplió cuando descubrieron de la habilidad escondida en el arte de la panadería. De esa forma se convirtió en cocinero. Clever fue premiado para salir antes de la fecha establecida.
El plato preferido del comandante era salpicón de iguana. Debido a la sobrepoblación de las inmensas lagartijas no le era difícil capturarlas.
Después del café le preguntaba que prefería para ambas comidas. El salpicón consistía en la carne arreglada con picante acompañado por un plato de arroz.
Disfrutó esa época como siempre. La familia del capitán ingresaba al penal por varios días. Debido al buen comportamiento el Macho fue ganando la confianza familiar.
Al comandante le encantaba tomar café a las ocho de la mañana, recién chorreado e hirviendo. Era el momento para conversar sobre el menú del día.
Siguiendo el plan de escape, en una conversación mañanera el Macho logró obtener la primera parte del componente para la fuga esperada.
Cuatro listas se utilizaban en los pabellones para control previo de escapatorias. No responder al escuchar el nombre era castigado con varios días en calabozo.
El comandante no lo pensó mucho al suministrar al cocinero una copia para controlar comidas.
Había momentos destinados para nadar. Varios guardias se apostaban en el perímetro oteando a la distancia por si irrespetaban el límite de doscientos metros permitidos. Cuando alguno rompía la frontera, un balazo tronaba en el aire. Con esa alerta una lancha partía de inmediato. Después del intento de fuga le encerraban por quince días, incomunicado, en el calabozo rotativo.
El Macho Sandí se convirtió en el hazmerreír de la playa. El horror que le causaba el oleaje lo mantenía alejado de la orilla. Los guardias le llamaban “pendejo” las pocas veces en que se acercaba con un “guacal” para rociarse el cuerpo.
Existían tres estratos, Macho estaba entre los aislados. Los pre aislados, afuera del penal, pero con límite definido. Los de confianza se encargaban de labores agrícolas y ganaderas de la hacienda. Gozaban de mayor libertad, vivían en las afueras del presidio y no aparecían en la lista.
El macho inicialmente dejaba las listas en la cocina. Tiempos después solicitó una copia. La repuesta fue positiva con una agradable sorpresa. -Para que la tengas actualizada, lleva antes este documento a la comandancia.
Al percatarse que era la instrucción para excluir su nombre de la lista sonrió, y comenzó a sentir sobre su cuerpo agradables vientos de escapatoria…
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