La “peni” quedó enclenque después de los tres turbadores motines que aceleraron el proceso del cierre con el consecuente traslado de los privados de libertad hacia la Reforma
Macho Sandí, además de la fuga anterior, no le apetecía, debido a malos recuerdos, regresar a la Reforma
Pese al retraso en la noticia, celebró en silencio al recibir, en el último momento, la aprobación del cambio de destino…
LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando (GAPO). Escritor).- El protagonismo negativo del Macho Sandí en los motines empañó el apoyo atribuido al trabajo en la cocina de la peni en aras de obtener el boleto.
Con tristeza lo había descartado en el momento de recibir el comunicado.
-Sandí, no empaque, usted va para la isla.
San Lucas era otra dimensión, aunque con idéntico desencanto. Una vivienda tiene la posibilidad de convertirse en hogar. Una prisión…nunca sabremos…
Macho Sandí estaba preso entre sus pensamientos mientras les transportaban hacia el penal.
Pensaba en la distancia cronológica que podría existir entre los mejores tiempos del viejo bergantín en que viajaban porque estaba prácticamente destartalado.
La añeja y endeble madera que junto a los rancios tablones evocaban una mejor época, ahora se mostraba debilitada, posiblemente atizada por lágrimas, congojas, sudor y sangre de historias disímiles que probablemente tuvieron final en ese rincón aislado y olvidado del mundo.
También cavilaba sobre posibles historias gloriosas que oficialmente nunca contarían por tratarse de los pocos y privilegiados prisioneros que habían logrado escaparse.
Los cautivos atrevidos que en busca de libertad lograron escabullirse del inventario penitenciario y, posiblemente registrarse en cualquier otro lugar, dentro o fuera del país, con diferente nombre como él lo había hecho en una ocasión.
Tenía que conocer los posibles lugares de fuga porque ignorando la topografía de la isla se había prometido a si mismo escapar en un término de seis meses después de su llegada.
Cada vez que la quilla rompía el oleaje, la mente de Sandí se inundaba con centenares de mensajes que habían antecedido a su llegada.
Su mente interpretaba llantos, gemidos, risas, gritos y alguna que otra exclamación de alegría sin intención de averiguar el motivo. El júbilo no tenía cabida en ese periplo.
Su semblante se mostraba serio. Los demás reclusos le andaban de largo por su sanguinaria y divulgada actuación en los motines de la peni. A eso le sumaban el hecho de haber sido miembro de la temida banda de los hijos del diablo.
Sandí lo sabía y se mantenía aparte. No necesitaba ni quería socializar de ninguna manera.
Su plan de escapatoria solo tenía un asiento con dos opciones, esfumarse o morir en el intento. No necesitaba ni requería copiloto. Tampoco cargos de conciencia.
El capitán bajó al mínimo el motor del vapor mientras señalaba un punto.
-Ya casi llegamos. Niños…ese es el embarcadero de San Lucas…
Sandí cerró los ojos un momento, luego enfocó su mirada hasta que el muelle tomó su tamaño natural.
Los grilletes quedaron en la barcaza…en tierra no había forma de desbandarse…
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