Por otro lado, las constantes y espeluznantes noticias divulgada por la prensa (que por respeto minimizaban el hecho real) acerca de múltiples e increíbles homicidios, alertaron a la ciudadanía de que algo extraño sucedía dentro de los muros del castillo
LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando, (Gapo). Escritor).- El rol que Costa Rica, desde inicios del Siglo XX destinó a la Penitenciaría Central, pese al singular y atractivo rostro del majestuoso fortín con floridos aires europeos, siempre afrontó diferentes escenarios, siendo el principal ingrediente el choque de generaciones que provenían de todas las regiones. A esto, se adicionaba la mezcolanza de personalidades, y delitos, (pequeño, mediano o grande) con diferencia en los años de condena.
De esa forma, sin que nadie lo sospechase se gestaba la fórmula para una bomba social que años después sacudiría al país.
Naturalmente las edificaciones, diseñadas para la posteridad en teoría deben superar al promedio de vida humano. Puede que los primeros cautivos, cronológica y bajo el supuesto que los perfiles delictivos eran en mayoría básicos, provocaba que la administración del sistema carcelario fuese más elemental y por lo tanto necesitarse de un menor esfuerzo para mantener el sistema funcionando normalmente.
La prisión que también fue programada para recluir a mujeres y niños, lo cual sucedió en cierta época transitoria. Para la revuelta civil de 1948 fue utilizada como pararrayos temporal arrestando personas por expresar ideales o ejecutar acciones políticas adversas a la gobernanza.
El edificio penitenciario construido bajo la influencia elegante de la arquitectura neogótica, en sus primeros pasos tuvo dos traspiés: la hecatombe de un terremoto y en años posteriores una explosión. Había sido recompuesto con una inyección de alto presupuesto. Por rendimiento de cuentas como prisión, entre telas de duda, ahora enfrentaba su último reto.
El juicio tardó varios años en capilla ardiente y los hechos contundentes se habían efectuado en la década de 1970. Con el incremento en la corrupción de algunos funcionarios, los privados de libertad luchaban por usurpar el poder generalísimo que otorgaba la ausencia total y nula intervención de las autoridades penitenciarias.
El poder actuaba bajo muchos nombres temporales: los escorpiones negros, los nietos del demonio, los hijos de dios y, la temida de todos los tiempos y podría decirse que la última: los hijos del diablo.
Los hijos del diablo nunca negaron la autoría cuando ejecutaban a sentenciados que contrariaran sus decisiones. En el aspecto humano, los residentes continuaron con el acelerado deterioro de sus vidas. La promiscuidad y el consumo de drogas incrementaba la violencia que servía de trampolín para la proliferación de pandillas. El sistema penitenciario fallaba con la pésima alimentación, falta de aseo y agua, permitía el ocio e inexistencia de programas de rehabilitación para la reinserción de los afectados a la sociedad
El deterioro de la peni, acelerado por constantes fugas individuales o masivas, ejecuciones y amagos de, que terminaron en varios motines, se agravó con el tiempo a la vez que diversos movimientos de defensa social procuraban mejorar las condiciones de los reclusos.
La penitenciaría, con la prolongada época sangrienta y dolorosa de casi setenta y dos años provocando dolor e insatisfacción entre muchas familias y conciudadanos recibía su propia condena.
La sentencia para la clausura de la extinta Penitenciaría Central de San José fue ejecutada por el presidente de la República en ejercicio el 20 de diciembre de 1979. Bajo su administración, el Lic. Rodrigo Carazo Odio en nombre de la ciudadanía cerró por siempre la ensangrentada puerta con su pasado tenebroso.
0 Comentarios
Queremos ver tus comentarios, estos nos enriquecen y ayudan a mejorar nuestras publicaciones :
_______________________________________________