LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Alberto Cabezas, periodista).- En el corazón de la lucha por la protección del medio ambiente y el bienestar de las comunidades indígenas se encuentra una invitación a la reflexión profunda y la acción significativa. Para alcanzar un futuro sostenible y equitativo, debemos alejarnos de las meras discusiones de escritorio y sumergirnos en un compromiso activo con los pueblos indígenas desde diversas áreas.
La necesidad de una teología comprometida en los pueblos va más allá de las palabras y los dogmas. Es un llamado a la acción, una articulación que guiará a las comunidades hacia una vida en armonía con la naturaleza. Es lamentable que algunos líderes cristianos sean responsables de invadir los territorios indígenas, socavando su forma de vida y su conexión sagrada con la tierra. Como iglesia, debemos alzar la voz y denunciar estos actos.
Pero la responsabilidad no recae únicamente en los líderes religiosos. Los grupos económicos también juegan un papel significativo en la explotación de los recursos naturales en tierras indígenas. Es imprescindible que también denunciemos estas prácticas, aboguemos por la protección de la tierra y sus habitantes originales.
La falta de una política pública ambiental verdadera es un problema que no puede ser ignorado. Es el deber del gobierno, del Estado actuar como guardianes del medio ambiente y garantizar la sostenibilidad de nuestro planeta para las futuras generaciones.
Sin embargo, no podemos esperar a que las instituciones gubernamentales resuelvan todos nuestros problemas. Cada individuo tiene un papel que desempeñar en la protección del medio ambiente, en la defensa de la vida y la tierra. Cuantas más personas se unan a esta causa, más fuerza tendrá nuestro mensaje y más posibilidades habrá de generar un cambio significativo.
Es comprensible que aquellos que se involucran en esta lucha puedan enfrentar críticas y persecución. Pero debemos mantenernos firmes en nuestros principios y convicciones. No podemos ignorar las estructuras de muerte que amenazan la vida y el equilibrio ecológico de nuestro planeta.
La protección del medio ambiente es una cuestión de supervivencia y debemos estar dispuestos a defenderla.
No hay un plan B para la Tierra, no hay una opción o alternativa. Si no cuidamos nuestro hogar, pereceremos con él. Pero la Tierra tiene la capacidad de renovarse si le damos la oportunidad.
La ecología ambiental, en línea con las enseñanzas del Papa Francisco, nos invita a reflexionar sobre la sabiduría de los pueblos indígenas y aprender de su conexión profunda con la naturaleza.
Para avanzar en el bien vivir, debemos aprender a discernir y dialogar. Debemos dejar atrás los preconceptos, paradigmas que nos separan como seres humanos y unirnos en un esfuerzo colectivo para proteger la sagrada tierra.
Los Salmos nos invitan a meditar en la creación y recordar que somos parte de un todo más grande.
Volviendo a la humildad de la tierra, debemos salvar su creación y trabajar junto con las comunidades indígenas para proteger nuestros recursos naturales y preservar la diversidad cultural que enriquece nuestra humanidad.
Solo a través de la cooperación, el respeto mutuo podemos construir un futuro sostenible y justo para todos. La hora de actuar es ahora.
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