A última hora Milly decidió unirse al grupo. Su hijo con su consorte y otras amistades la alentaban días antes al planeado recorrido de tres semanas por varios países europeos -No se debe pensar en nada, todo está bajo control. Hemos reservado pasajes y estadía por la Web. Así que no hay excusa…
LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando, (GAPO Escritor).- Pese a estar todo bajo control, al llegar al chequeo en el aeropuerto, se percataron de un pequeño error logístico. En vez de Ámsterdam el tiquete indicaba que el avión arribaría en el aeropuerto Rotterdam - La Haya. -No se preocupen, escucharon a la funcionaria de la aerolínea en la recepción. Es parte de la aventura. Se van a retrasar un poco, pero el desplazamiento del tren entre La Haya y Ámsterdam tarda menos de una hora.
Antes de la medianoche, Milly estaba en el vagón mientras su hijo acomodaba maletas en la parte de atrás del asiento. El grupo se había separado para ganar tiempo. Su nuera, con otra amiga de viaje, esperaba en las afueras de la estación a la/os rezagada/os que las peripecias viajeras habían retrasado. Christian se dirigió a su madre: -Han tardado más de la cuenta, ya regreso, voy a ver que sucede. Al rato, Milly, bastante inquieta sonrió al ver por la ventanilla a su hijo. Sin embargo, se extrañó al entender que a través de ademanes le pedía bajar con las maletas. Milly se levantó de un salto y extrañada comenzó a juntar equipaje. No había alcanzado la primera valija cuando sintió en sus piernas el desplazamiento del tren. En ese momento Las miradas de Milly y su hijo se entrecruzaron extrañadas.
La congoja de Milly escaló a terror en un instante. Desconocedora de lo que había acontecido de repente estaba sola en un país desconocido y sin conocer el idioma. Su instinto de conservación pronto la devolvió a la realidad. Se percató extrañada que era la única viajera en el vagón, pero se inquietó más al descubrir a otra persona en un asiento delantero.
Milly sacó el teléfono móvil de su bolso y unas pocas rayas le indicaron que la carga estaba baja. El aparato tenía la facilidad de cambiar batería, pero realmente no recordaba el estado de la de respaldo. Quería saber que había pasado. ¿Iba en tren equivocado, hacia dónde, en qué lugar me bajo? Además, el dinero, tarjetas y pasaporte los traía su nuera. Envalentonada, se acercó al extraño compañero de viaje: -Habla inglés. -No mucho, escuchó. En ese momento la esperada llamada de su nuera ingresó: -No se asuste, estamos consternada/os porque partió sola. “Chico” se fue para atrás sobre sus maletas y se golpeó la cabeza en las escaleras eléctricas. Eso nos retrasó. Vamos en el siguiente tren. Trate de averiguar para bajarse en la estación central de Ámsterdam. Espérenos ahí. Milly volvió su mirada al acompañante: - ¿Conoce la estación central? Por favor me avisa porque debo bajarme ahí.
Milly observó al pasajero quien cargado de cansancio de pronto se quedaba adormecido. Se quedó cerca de él para despertarle discretamente. Al segundo recordatorio creyó entender: -Tranquila, ahí me bajo yo también.
Milly solicitó al forzado amigo que por favor la ayudase a bajar maletas. Observó que sus manos rodearon la región lumbar moviendo una extremidad hacia arriba trasmitiendo con lenguaje corporal que tenía problemas en la espalda, pero accedió al ver la cantidad de equipaje y conocer del escaso tiempo que concedía el tren para bajarlas.
El pasajero, quien nunca sabría del acongojante momento que Milly vivía, al poner la sétima maleta en el suelo dijo algo inentendible antes de escapar del incómodo escenario. Después Milly traducía su versión personal: - “Esta mujer debe estar loca. Viajando sola. De madrugada…con siete maletas” …
Rodeada de bagajes Milly observó una alejada banca donde sentarse, mientras cavilaba como haría para trasladarla sin descuidar uno de los dos puntos. Un joven que pasaba se acercó: - ¿Necesita ayuda? El gentil hombre hablaba inglés y casualmente llevaba el mismo nombre que su hijo. Con su ayuda trasladaron las maletas volviendo Milly a quedar solitaria. Para recuperar confianza recordó que en Costa Rica podrían ser las cuatro de la tarde y por medio de las redes sociales se comunicó con una hermana para compartir la angustia. Luego dos hombres pasaron frente a ella, después otro más. Dios escuchó las plegarias de Milly quien suplicaba salir bien de la extraña experiencia. Largo rato después, titiritando de frío y con deseos de encontrar el área de aseo escuchó el timbre del móvil preguntando el lugar exacto para ubicarla en la enorme estación.
Milly resucitó al ver a lo lejos a sus camaradas y escuchar su alegre gritería...Sin pensarlo, abandonó maletas y corrió en busca del área de sanitarios…
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