LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Valeria Sabater).- La maldad es un concepto complejo que ha sido abordado por los filósofos desde la antigüedad hasta nuestros días. A continuación veremos las posturas más relevantes sobre este fenómeno.
La maldad es uno de esos conceptos que sabemos identificar muy bien en la práctica, pero al momento de definirlo, nos puede resultar complicado. Y es que si nos pidieran diferenciar entre acciones moralmente buenas y malas, seguro lo haríamos sin mayor dificultad, basándonos en valores y principios.
Pero si nos pidieran definir en teoría la maldad, nos encontraríamos con algunas dificultades. Se trata de un concepto complejo, cuya naturaleza y dimensiones resultan difíciles de delimitar.
De allí que la noción de maldad posea un amplio historial de discusión filosófica. Aun hoy se siguen debatiendo ciertos aspectos de este fenómeno. Dicho esto, veamos a continuación algunas de las teorías filosóficas más importantes sobre el concepto.
Antes es importante señalar que existen al menos dos conceptos de maldad: uno amplio y otro restringido. Veamos en qué consiste cada uno.
El concepto amplio de maldad abarca cualquier eventualidad que perjudique al ser humano o le cause sufrimiento. En este sentido, el malestar derivado de un dolor de muelas es igual de malo que un engaño, por ejemplo.
Ahora bien, el mal en sentido amplio se ha dividido también en dos categorías: natural y moral. En el primero se incluyen todos los estados de cosas que no resultan de la intención o negligencia de los agentes morales. Por lo tanto, entran aquí los accidentes naturales y las enfermedades como males naturales.
En cambio, los males morales derivan de las intenciones o la negligencia de los agentes. Por ende, incluyen aquellas acciones humanas que perjudican al otro, como el engaño o el asesinato.
Cabe destacar que esta noción tiende a utilizarse en los contextos teológicos y en las discusiones sobre el problema del mal, que reflejan la dificultad para explicar la naturaleza de la maldad en un mundo creado por un Dios todopoderoso, omnisciente y bondadoso.
Por su parte, el concepto restringido de maldad solo incluye aquellas acciones, personajes o acontecimientos considerados despreciables desde el punto de vista moral.
En este sentido, el mal solo se le atribuye a los agentes morales (los seres humanos) y a sus acciones. Suele utilizarse en contextos políticos y jurídicos contemporáneos.
Las teorías filosóficas del mal
Desde la antigüedad, diversos filósofos de renombre han teorizado sobre la maldad. A continuación veremos algunas teorías al respecto.
El mal como producto de la ignorancia
Uno de los primeros filósofos en analizar la maldad fue Sócrates, quien atribuía el mal a la ignorancia. Es decir, ningún hombre actuaría mal a sabiendas, sino porque desconoce lo que es el bien y cómo hacer las cosas conforme a él.
En este sentido, el malvado no actuaría como tal si tuviera un verdadero conocimiento de su error. Si supiera que vivir conforme al bien es la mejor manera de hacerlo, entonces no optaría por obrar mal.
Dios y el mal
Las teorías filosóficas sobre la maldad iniciaron con los intentos de resolver el problema del mal. Es decir, cuando se buscaba reconciliar la existencia del mal (en el sentido amplio) con un Dios o creador todopoderoso, omnisciente y bueno.
Una teoría que proporciona una solución al problema del mal es el dualismo maniqueo. Según esta postura, el universo es el producto de una batalla en curso entre dos primeros principios iguales y eternos: Dios y el Príncipe de las Tinieblas.
De estos primeros principios surgen sustancias buenas y malas, que estarían en una batalla constante por la supremacía.
Por su parte, los primeros filósofos cristianos, como San Agustín, se decantaron por el neoplatonismo. Ellos defendieron que el mal no existe como sustancia o propiedad, sino como privación de sustancia, forma y bondad.
Por ejemplo, el mal de la enfermedad consiste en la privación de la salud. El mal del pecado consiste en la privación de la virtud.
En estos casos, Dios no crea el mal, pues toda su creación es buena. Por lo tanto, el mal es la ausencia de ser o falta de bien.
La maldad: ¿una cualidad natural del ser humano?
El ser humano siempre ha sentido inclinación hacia la maldad. De hecho, como sociedad, hemos llegado a sentir fascinación y cierta curiosidad por los malvados.
Ahora bien, esta atracción o propensión hacia el mal ha traído a colación el cuestionamiento sobre si la maldad es connatural al ser humano o es una cualidad aprendida.
En este aspecto, autores como Nicolás Maquiavelo o Thomas Hobbes afirman que el ser humano es malo por naturaleza. Su egoísmo e instinto de supervivencia le lleva a saciar sus propios deseos en detrimento de sus pares. Por lo tanto, se vuelve necesaria la ley y el Estado, entidades que permiten regular el comportamiento de las personas en pro del bien común.
Kant afirma que existe un mal radical en la naturaleza humana. Lo que implica que todos los seres humanos tenemos una propensión a subordinar la ley moral al interés propio; y esta propensión es radical o arraigada en la naturaleza humana.
Para Kant, la tarea del bondadoso sería, según su imperativo categórico, la de dar ejemplo con acciones moralmente correctas. En cambio, Rousseau plantea una postura contraria, al defender que el ser humano es bueno por naturaleza y es la sociedad la que lo corrompe.
La banalidad del mal
En el siglo XX, Hanna Arendt ofrece una noción de maldad asociada a grupos sociales y al propio Estado. Sus reflexiones surgen como un intento de comprender y evaluar los horrores de los campos de exterminio nazis.
Arendt defiende que el mal no es natural al ser humano ni es una categoría metafísica. Sería producido por las personas y se manifestaría solo cuando encuentra espacio institucional y estructural para ello.
Según Arendt, una característica distintiva del mal radical es que no se hace por motivos humanamente comprensibles, como el egoísmo. Simplemente, se ejecuta para reforzar el control totalitario y la idea de que todo es posible.
Componentes de una acción malvada
Muchos filósofos contemporáneos consideran que la noción de maldad está ligada al concepto de acción malvada. En este sentido, defienden que una persona malvada es aquella que realiza acciones malas o incorrectas.
Pero, ¿qué es lo que caracteriza a las acciones malas? Algunos teóricos han propuesto los siguientes componentes:Presencia de daño: las malas acciones deben causar o permitir un daño significativo a una víctima, al menos.
Motivación: también se piensa que las acciones malas requieren cierta intencionalidad o motivación de hacer el mal. Si no hay tal intención, entonces no se debe considerar como un acto de maldad.
Afecto: también se ha afirmado que para hacer el mal debemos sentirnos de cierta manera o tener determinadas emociones al momento de actuar. Por ejemplo, Laurence Thomas cree que los malhechores se deleitan en causar daño o sienten odio hacia sus víctimas.
Pero esta perspectiva de acción malvada puede ser cuestionada. Por ejemplo, si intentamos detonar una bomba en una habitación llena de personas inocentes, pero la policía frustra el intento, ¿la acción seguiría siendo malvada a pesar de que no causó algún daño?
Como pudimos comprobar, el concepto de maldad no es fácil de delimitar. A pesar de que muchos filósofos se han dedicado a reflexionar sobre este tópico, se siguen discutiendo las condiciones necesarias y suficientes que definen a una mala acción o a una persona malvada.
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