Sucedió hace muy poco. Fue en la primera semana de julio del 2023 que por razones de salud estábamos en la clínica del seguro social de Coronado. Debido a que el malestar me dificultaba conducir, mi esposa procuró acompañarme. Después de un lapso en espera, por los altavoces escuchamos que solicitaban la presencia de quien conducía el vehículo correspondiente a nuestro número de placa…
LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando, (Gapo) Escritor).- Habíamos llegado un poco después de las siete de la mañana y, aunque había espacio para citas en la tarde, era tan agudo el malestar que sentía que, decidí quedarme en lista de espera para ser atendido en cualquier momento.
En el instante en que miraba a mi esposa acercarse al vehículo, por los mismos parlantes mencionaron varios nombres, entre ellos el mío, para que nos arrimáramos de inmediato la ventanilla dos del mostrador amarillo.
Algo tenso, con dificultad para caminar y el documento de cita para que me atendieran en pocos minutos en el consultorio número uno, me dirigí al parqueo. Ahí conocí al honrado Miguel, aunque en realidad podría ser que no se llame así.
La gentil y espabilada vigilante del parqueo número dos de la clínica decidió llamar al conductor de la placa mencionada debido a que un señor retrocediendo para aparcar le golpeó levemente en la parte delantera.
El honrado Miguel (así dijo que se llamaba) comenzó a hablar sobre lo que iba a decir la eficiente dama que custodiaba el parqueo. -Usted va a disculpar, “echando” p‘atrás le di un pequeño golpe, pero según puede ver no es mucho. (Las pocas ocasiones en que este tipo de situación sucede no es agradable, y a lo desagradable debemos sumar el hecho que en pocos minutos se daría mi citatorio clínico esperado y necesitado).
El honrado Miguel estaba al lado de su vehículo. Dentro del vehículo había una señora, (olvidé decir que en este suceso los cuatro protagonistas somos mayores de sesenta y cinco años).
Por la premura en que se presentó la inesperada situación, (sorpresa y tiempo de cita) decidimos que yo lo llevaría a reparar y él asumiría el costo (por dicha no me pidió el número para el Sinpe) ripostando con su correspondiente número móvil.
Amablemente escuchamos unas cifras las cuales corrigió de inmediato. No, mejor anote este otro. (Por la misma premura mi esposa guardó los datos sin necesidad de comprobarlo haciendo una llamada. En ese momento confiamos en la honradez y la alegre expresión con que la dama dentro de su vehículo aprobaba lo indicado) Ahora no sabemos si podría haber sido su compañera o cómplice pero su sonrisa certificaba la buena actuación del honrado Miguel.
Por malicia indígena le solicitamos permiso para fotografiar la placa de su vehículo lo cual hicimos con su consentimiento. Nos informó que vivía por Coronado a lo que ahora debería agregar “en algún lugar de Coronado”.
Cerca de tres horas después de haber conocido al honrado Miguel estábamos en el taller de carrocería. Le conté la historia a don Rafael el propietario y procedimos a llamar al honrado Miguel para informarle del monto que le correspondería asumir.
Después que en varias ocasiones el buzón del 8xx5 0xx3 indicaba dejar el mensaje de voz quedamos en proceder con la reparación mientras lográbamos contactarlo lo cual nunca sucedió pese a los mensajes recordatorios.
Una semana después (con el daño reparado y debidamente cancelado el costo) mi esposa preguntaba que hacía con los datos: el apellido del honrado Miguel y la foto de la placa de su vehículo. -pásamelos para guardarlos magnéticamente y recordar la experiencia.
Posteriormente los datos sirvieron para la elaboración de esta historia porque mi astuta esposa incluyó además de la placa Cxx x6x8x9, el vehículo completo con la imagen del susodicho y una dama sentada en el interior que por consideración al momento no se comparte…
…y colorín colorado…así emergió el cuento de Miguel…el honrado…
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