LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Bayardo Quinto Núñez, escritor).- Por un momento la máscara con que pretendía cubrirse el doctor corazón y su chofer quedó pasmada, porque de súbito en el tiempo se captó la mueca de solemne agonía. Era un semblante regocijante con el rocío del viaje y la imperturbabilidad habitual, sin mostrar la más mínima perturbación en sus tonos de voces.
Aquella circunstancia, se perpetuó allá por el año 1995, el doctor me invitó que fuéramos a la capital de Nicaragua, Managua, a dar un paseo y tomarnos uno(s) refrescos, y degustar alguna comida. En lo absoluto sabía cuál era la verdadera pretensión de la invitación, ni en broma se me pasaba por la mente nada, sólo el de ir a pasear, el viaje estaba programado para un miércoles. Acepté la invitación.
En el momento no supe porque se le ocurrió al doctor corazón semejante invitación, si es una persona lo más pinche que existe sobre esta faz de la tierra. Pero, cabía en mi mente una incertidumbre que oscilaba como péndulo, mi instinto no me arrojaba nada. Abandonaba por momentos inminente situación en el recorrido laberintesco de las paredes de mi mente, solamente lograba percibir un hermoso viaje e invitación. Al fin, llegó el día del viaje a la capital. A las seis de la tarde llegó Silvio el chofer del doctor corazón a traerme.
-Licenciado Quinto, ya está listo-gritó desde el vehículo Silvio-.
-Claro, voy enseguida-le dije-. Salí y me introduje en el vehículo.
Silvio Arrancó. Primero fuimos a la gasolinera a echarle combustible al vehículo, después pasamos recogiendo al doctor. El doctor está listo, se olía un aroma de buen perfume. Se montó y el vehículo arrancó, en ese momento eran las seis y cuarenta y cinco minutos de la noche. Efectivamente, yo iba motivado, y cuando agarramos carretera, dialogando de todo. La carretera estaba árida, hacía un frío pasable, acompañado por el son de un vientecillo rítmico. Recuerdo que Silvio a la mitad del camino le metió el acelerador al vehículo y en un momento estábamos entrando a la capital, la cual estaba muy iluminada, se veía muy espléndida.
-Silvio, te acuerdas de la dirección-le expresó el doctor corazón-.
-Claro doctor, me extraña-respondió Silvio-. Yo sólo los escuchaba, pues era invitado y ellos sabían lo que hablaban. El vehículo se adentró en el corazón de Managua, hacía un poco de calor, observaba el ambiente desde el vehículo, no había más que hacer.
Prácticamente iba confiado. El asunto es que llegamos al destino. Era una casa, desde el vehículo se observaba unas mesas con sus sillas, poca gente, a lo sumo una mesa atendida.
-Bajemos-dijo el doctor-.
Nos salimos del vehículo, entramos a la casa, claro yo me imaginaba era un restaurante, esa apariencia daba. Nos sentamos, había música suave y unas jóvenes que nos volvían a ver. Llegó una de ellas. Recuerdo que le dije: señorita por favor puede servirme de previo un café. Me respondió, aquí no vendemos café, entonces tráigame una gaseosa-coca cola- tampoco vendemos, sólo cervezas.
Veía que el doctor y su chofer se ponían a reír. Me pareció en ese momento extraño todo eso. La joven se retiró. Entonces, el doctor me dijo: Bayardo aquí no es restaurante, es un ¡lugar de citas! En ese momento comprendí todo. Me puse arisco porque nunca me imaginé semejante cosa, pero me decía para mis adentros, que bandidos estos dos.
Como a los diez minutos se me sentó una joven, y me dijo: ven vamos al aposento. Eso terminó de sorprenderme, sólo le dije: espéreme, voy a la acera a tomar aire fresco, ya vengo. Me levanté y Silvio me siguió.
-Bayardo, tranquilo, es una broma, ya nos vamos-me expresó Silvio-.
-Bueno, pero abridme el vehículo para estar adentro-le respondí-. Dejó abierto el vehículo. Hacía un calor infernal, y ellos nunca salían, había pasado cuarenta y cinco minutos, hasta que aparecieron. Ya nos vamos Bayardo me expresaron-.
En el trayecto el doctor corazón me expresaba que eso lo había hecho como algo muy común, le respondí: No hay problema, no estoy molesto. En ese momento le dijo a Silvio pasemos por centro comercial "Camino de Oriente" para que comamos algo, en efecto así fue. Cenamos. En ese momento el tiempo había avanzado, eran las diez de la noche. El doctor pagó.
Bueno, al fin de regreso para nuestra ciudad natal Masaya. Pero que va, el doctor le dijo a Silvio: pasa por dónde están aquellas muchachas. Así fue. Y el colmo, el vehículo arrancó y en el mismo "Camino de Oriente" estaban esas muchachas, eran jóvenes bien vestidas aproximadamente entre quince y diecisiete años, abrigadas, sentadas en las aceras de ese lugar. Se aparcó el vehículo, nadie se bajó, ni habló nada. En mi caso, mentalmente me decía: qué barbaridad estas muchachas, ahí esperando las lleven al motel y en efecto en ese instante un vehículo se detuvo y se llevó a una. El doctor sólo me quedó viendo. Ya, eran las once y media de la noche llegando al filo de la media noche. Se volvió a detener otro vehículo y se llevó a otra dama.
Silvio, vámonos dijo el doctor. Al fin, rumbo a Masaya, sobre el tiempo en carretera, los chiles del doctor y Silvio y de paso yo también…
Los años continuaron su psico rumbo con muchas novedades, costumbres de nunca acabar.
*Acerca del autor Bayardo Quinto Núñez, Profesor instructor en Educación Física con especialidad en Baloncesto, Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Abogado y Notario Público, Escritor, Pintor, Músico y colaborador del Periódico la Voz de Goicoechea de Costa Rica
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