LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Bayardo Quinto Núñez, escritor).- Hace 41 años sucedió. En parte les voy a relatar detalles de mi estadía en el hospital en el año 1982. Al discurrir estos breves datos podrán descodificar a su (s) mejores estilos lo pertinente. La mente me orientó, me exigió, me condujo para que no quede en el olvido semejantes realidades, a hacer un recorrido desde cuando fui internado en el hospital de la capital de Managua-Nicaragua, en el año 1982 el 19 de octubre. Recuerdo que, en una pista de aterrizaje que no recuerdo su lugar, ahí aterrizó un avioncito que me trasladaba desde el lugar de los hechos, después de pasar dos días y medio desangrándome en la montaña debido a un balazo que se le zafó imprudentemente a otro miliciano del Batallón 8015, pero viene lo más fatídico.
Cuando mi ingresaron en la ambulancia que me esperaba, los tres médicos asistentes, dos eran extranjeros, me llevó al hospital, ya me estaban esperando en emergencia, ahí me atendió de primero el doctor Nelson Q., yo le dije entre moribundo y cuasi muerto: usted es de Masaya, le conozco. Él me respondió, a lo mejor en la ciudad de León, pero tengo familiares en Masaya. En ese momento entraron a la sala de emergencia unos médicos, me revisaron y me arguyó el responsable: le vamos a tener que amputar su pierna. Le respondí: bueno, pero primero quiero que venga mi familia. No se preocupe ya vienen camino. Asunto asombroso, ¿cómo y por quién o quiénes se enteraron? Eso siempre me ha generado mucha sospecha, también quedó o está en el misterio, tan pronto mi familia ya sabía e iba en camino.
A los 20 minutos llegaba mi familia, no sé qué hablaron con los médicos, solo sé que mi mamá me dijo: te amputarán la pierna para salvarte la vida. Aún tenía fuerzas, está bien la respondí. Uno de los médicos me llevó un documento, no supe que decía, pero en ese momento me explicó que, era la autorización que yo daba para mi amputación, logré firmar y acto seguido me metieron en el quirófano. Seguro que me pusieron anestesia. Sobre ese tiempo, mi mente recuerda que, mi cuerpo voló y voló en un espacio abierto iluminada de color blanco como la pureza, no era un túnel, era un espacio abierto, era todo muy precioso lleno de muchísima paz, tranquilidad. volaba y volaba, nadie me invitó a quedarme, sólo a apreciar semejante belleza, después de no sé cuánto tiempo, regresé a mi lugar de origen.
Pasaban los días, las curaciones eran todas las mañanas durante 20 días, fue tanto la gangrena, que diario me limpiaban maleza. pero gracias a Dios y la Ciencia Médica y el calor de ciertos amigos, mis hermanos y madre logré salir avante. Incluso, la junta de médicos que me atendían a diario hubo momentos que, no se explicaban como había sobrevivido a semejante desangrado de varios días, y a semejante gangrena. Los médicos preguntaron a mi familia acerca de mí, entonces, les dijeron: él fue atleta, jugaba baloncesto, fútbol y fue corredor de 100 metros planos, y es profesor de educación física, instructor deportivo en baloncesto. Ahora nos explicamos de este fenómeno expresaron los médicos, su fortaleza lo ha hecho aguantar, sobrevivir.
Fui intervenido quirúrgicamente 5 veces en tres meses que estuve hospitalizado. En una de las intervenciones, los médicos me dieron por muerto, pero volví a la vida no sé cómo, seguro eso fue una obra divina. De esto los médicos ya habían dado noticia a mi familia, pero volví a vida.
En una de las ocasiones, mi hermano Amando que ahora duerme el sueño de los justos (Q.E.P.D) dialogada con los médicos, y algo sucedió al ver mi estado lamentable, mi hermano Amando les expresó: mientras el ser humano respire hay que darle vida. Este detalle en una conversación hace muchas décadas me la comentó, pero sin detalles de ningún tipo.
Los días, iban pasando, mi recuperación iba lenta pero segura. Ciertos amigos me visitaron en me lecho de enfermo o convaleciente, me daban ánimo. Las enfermeras y médicos me trataban muy cariñosamente, pero había una enfermera de color morena era muy tosca, un día tuve que parármele fuerte, ella en ocasiones a las doce llegaba a inyectarme, era muy “bayunca”, que, opté por no dejarme intentar. Los médicos me preguntaron qué pasaba, les expliqué el caso, no volvió a llegar la bayunca. Los días, semanas de hospital continuaron, era un suplicio salvaje, hasta morfina en muchas ocasiones me inyectaron para calmar los inmensos dolores. Las noches eran insoportables, no podía dormir, tenían que darme calmantes también. Pero gracias a Dios y a la Ciencia Médica, más el apoyo de mi familia y de ciertos fui superando el calvario del hospital.
Una Mañana que desperté, en la mesa que tenía a mi lado, vi una Gillette, la tomé, nadie de mi familia estaba en ese momento, la volví a poner, todo era sospechoso porque no tenía por qué estar esa arma corto degollante-punzante-ante un enfermo de mucho cuidado ¿quién la habrá puesto ahí? a los tres días, mi mamá me llevó unas cuchillas descartables para rasurarme y me dijo: te las manda tu tío Alejandro y dice que, Silvio te primo hermano que vive en Panamá te las manda de regalo. Todo esto de la Gillette quedó ahí perdido en el misterio de ese tiempo. ¿Qué maldad pretendían, pero quién o quiénes? Dios sabrá lo mejor. Lo sospechoso que, así como apareció en la mesa esa Gillette, no se supo quién la retiró. ¿Cuál era la razón de la existencia de esa Guillett en la mesa de mi cama de enfermo? Que Dios se apiade de ese (os) o esa (s) maldicientes protervos (as).
Y. Después que salí del hospital en silla de ruedas cuasi recuperado, pesaba 95 libras, claro era así, porque en tres meses me intervinieron quirúrgicamente cinco veces, prácticamente cada quince días una operación, el desgaste era brutal. Cuando llegué a la casa a los días un pariente-primo-me llevó una pistola, ahora me pregunto: ¿cuál sería el motivo de darme esa pistola, sería para cometer algo indebido con alguien o para dañarme yo mismo? Eso fue una soberana imprudencia. Este pariente muchas veces me visitó en el hospital. Esto se asemeja como a lo de la Guillett. A lo mejor muchos incluyendo a mi primo creyeron me quitaría la vida de decepción, porque había perdido mi pierna derecha o por pura maldad; a un enfermo de la calidad mía o a cualquier otro no se le hace eso, es soberana maldad. También quedó en el misterio todo esto, pero ahora que lo saco a luz pública está ahí todo, quizá alumbre el camino como el filo del mediodía o el filo de la media noche.
*Bayardo Quinto Núñez, Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Profesor de Educación Física instructor en Baloncesto, Pintor, Músico, Escritor y Colaborador del Periódico La Voz de Goicoechea de Costa Rica
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