La “Reforma” para quien podría haber tenido remedio probablemente habría funcionado. El Estado en respuesta a la sociedad batallaba por ajustarse a derecho ante constantes denuncias públicas tratando de dejar atrás los errores cometidos en el sistema penitenciario el cual colapsó en la peni. Rafael desaprovechó del movimiento rehabilitador debido a su obsesión de no vivir enrejado…
LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando (Gapo), escritor).-Respaldado por el antecedente del buen comportamiento carcelario Rafael fue beneficiado con el proceso de confianza que se aplicaba a detenidos escogidos en pro de la nueva experimentación. Guiado por su instinto de evasión y escasa vigilancia en la primera semana inició el recorrido de reconocimiento a la reforma. Los altos muros que guarecían la fortificación estaban coronados por seis hileras con alambrado de seguridad. En la zona más alejada afinó sus oídos escuchando a lo lejos el leve retumbo de las aguas del río Virilla.
Rafael comenzó ganándose la confianza de custodios. -Cómo estuvo la cacería? -Quería pescar, pero la cerca no deja pasar al río, respondía Rafael sonriendo. Lo que nunca imaginaron los guardas era que cada día Rafael salía con los bolsillos del pantalón llenos de cuanto retazo de tela encontraba en el camino. A los meses el esfuerzo habíale producido dos rudimentarios guantes que protegían hasta el pegue de brazos con hombros que mantenía escondidos. Debido a lo dificultoso para manipularlos ejercitó varias semanas. Al combinar la pericia y no sentir el filo de las púas decidió que la escalada era cuestión de tiempo. Había notado que el martes era el día más conveniente por pasividad y no lo pensó dos veces. Con determinación improvisó una gradería comenzando la lucha contra los picotazos de la alambrada. A seis meses de estar en la reforma Rafael se tambaleaba sobre la tapia al frente de la impetuosa ventolera. Por un momento cruzó por su mente la idea de no evaporarse, pero la abandonó ante el afán de libertad. No imaginaba que años después se arrepentiría del salto “liberador”. Rafael miró el esplendor de la cuenca y la verde vegetación que la cubría antes de dar el brinco final. No había vuelta atrás. El impacto de la caída provocó un dolor en los pies que repercutió en los muslos rodando en la espesura sin control. Un tronco de árbol aminoró su vuelo y en una explanada registraba la osamenta buscando heridas o fracturas. Recuperó el aliento y lentamente comenzó a alejarse.
Con la fuga ansiada consiguió lo que no deseaba. Debido a la condición de reo prófugo constantemente le buscaban compinches para delinquir o trasegar estupefacientes. Debido a que un mal conduce a otros, en las peripecias conoció a Obando. Obando vivía en San Isidro de El General. Rafael compró una moto de doscientos cincuenta centímetros cúbicos y se dedicó al transporte y venta de la hierba. Popularizó la “mota llama azul puro capullo” con excelente calidad y la fama se esparció como pólvora encendida.
Un día recibió un mensaje de una señora desconocida con una invitación para que la visitara. La colocó en una repisa. En una entrega de mercancía cercana a la dirección indicada recordó y tomó el papelillo. La señora lo recibió sonriente: -no se preocupe, sé con quién estoy hablando. En la peni mi hijo lo menciona a cada instante. Ustedes son conocidos desde niños. Él sabe de su negocio y me encargó que hiciera el favor de contactarlo. Después Rafael supo de la alegría de su amistad en la peni al recibir las onzas de hierba solicitadas acompañadas con unos billetes salva “tandas”. Semanas después Rafael recibió un segundo mensaje pidiendo una libra de marihuana. Ante la negativa inicial de Sandí la señora insistió hasta convencerlo. Rafael cometió el error de decirle que pasara a recogerla en su casa antes de visitar la peni.
La inteligencia policiaca seguía los pasos de ambos sin levantar sospechas. Rafael estaba en la casa de su hermana. Al otro día temprano allanaron la vivienda. Rafael dormía con Carmen Julia en una cama contigua su madre. Su hermana gritó: -Rafa, es la ley. Rafael pasó la pistola con dos magazines a su madre quien de inmediato la escondió entre sus senos. Corrió para brincarse la tapia cuando escuchó de nuevo el grito de su hermana: -Rafa, la valija. Se devolvió por la evidencia cargada de “yerba” escondiéndola debajo de unas latas en un solar vació antes de subir al cielo raso de la casa abandonada de donde lo sacaron esposado con rumbo a la segunda comisaría en Cuesta de Moras. Volvió la fila de investigadores pidiendo dinero y preguntando por nuevos crímenes. La respuesta que el dinero de las bananeras lo tenía escondido en las montañas y que se los daba si lo llevaban no fue de buen recibo.
Pocos días después regresaba a la peni. Por intermedio de un custodio, el amigo de infancia de la zona roja le esperaba. -Nadie va a molestarte. Quienquiera lo haga es hombre muerto. Alzó su imponente vos mientras entregaba una daga a Rafael indicando por señas que la camuflase en la cintura…
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