Hay que tener en cuenta que los miedos y las fobias no son lo mismo. Mientras que el miedo es adaptativo y predispone a la acción, la fobia paraliza. Se trata de una forma de ansiedad en la que el temor es intenso, persistente e irracional.
En este caso en particular, puede detonar episodios de pánico en situaciones en las que la persona se siente aprisionada. La afección afecta tanto a niños como a adultos y puede coexistir junto a la claustrofobia, con la que suele confundirse. ¿Cuáles son sus principales síntomas? ¿Cómo se aborda? A continuación, lo detallamos.
Síntomas de la cleitrofobia
Como la mayoría de las fobias, la cleitrofobia provoca una activación del sistema nervioso simpático ante lo que se percibe como una señal o estímulo de peligro. De modo que algunos de los síntomas más frecuentes son los siguientes:
- Aumento de la frecuencia cardíaca.
- Dificultad para respirar o hiperventilación.
- Sudoración.
- Mareos.
- Náuseas.
- Temblor de manos.
- Bloqueo o inmovilidad.
- Ataque de pánico, con el sentimiento creciente de temor a la muerte al quedarse encerrado en un espacio pequeño.
¿Es lo mismo que claustrofobia?
No, no son lo mismo, aunque una puede acompañar a la otra. Esto sucede ya que tener una fobia de un tipo aumenta la probabilidad de tener una similar. Por ejemplo, si tengo temor a los gatos, podría llegar a desarrollar una fobia a los perros.
Lo mismo sucede con la cleitrofobia y la claustrofobia. Esta es el temor al encierro, a un espacio cerrado, mientras que la cleitrofobia implica el temor a quedarse encerrado, a no poder salir o escapar.
Su diferencia es sutil. Para ejemplificarlo, si nos encontramos en un ascensor, se trataría de un caso de cleitrofobia si hay miedo a quedarse encerrado. También de claustrofobia si existe miedo a subirse al ascensor por el hecho de tratarse de un lugar cerrado.
¿Qué lo causa?
Respecto a la génesis y al mantenimiento de la cleitrofobia, uno de sus orígenes puede buscarse en las experiencias directas de la persona. Por ejemplo, haberse quedado encerrada durante un largo tiempo en un ascensor.
Cabe aclarar que ese hecho per se no implica necesariamente que se desarrollará una fobia, pero sí la frecuencia y la gravedad de este. Por otro lado, si posterior a esto no hubo exposición, presencia o contacto con la situación temida, eso aumenta la posibilidad de que se se convierta en un estímulo aversivo.
Otras explicaciones posibles tienen que ver con el aprendizaje vicario; es decir, haber visto a una persona en una situación similar (modelaje). También por la transmisión de información negativa respecto a ciertas situaciones.
Por ejemplo, si durante la infancia los padres referían de manera constante que tuviéramos cuidado porque podríamos quedarnos encerrados en un ascensor. De todos modos, estas tres formas pueden interactuar y reforzarse entre sí.
Un nivel elevado de estrés es una variable que también interviene. Este puede acentuar tanto la experiencia directa como el impacto de la información que se recibe y la situación que se observa. Lo mismo pasa con los pensamientos sesgados, que ponen mayor énfasis en las señales de peligro.
Para el tratamiento de las fobias, las técnicas que se proponen desde la terapia cognitiva conductual suelen ser de gran utilidad. La psicoeducación es una de las más relevantes, ya que permite brindar información al paciente sobre las fobias, la manera en que se presentan y cómo influyen en los pensamientos y las conductas.
Otra de las técnicas tiene que ver con la exposición gradual al estímulo fóbico o aversivo, es decir, a aquel que se evita. Esto implica una planificación, paso a paso, de las diferentes situaciones a las que se expondrá la persona. Esto se elige con base en la elaboración previa de una jerarquía de miedos.
Asimismo, se trabaja sobre la imaginación de una situación, o también sobre el visionado de una situación similar, para luego enfrentar a la persona a la situación temida. En algunos casos, el uso de la realidad virtual como herramienta ya es empleado.
Como ya hemos comentado, en muchos casos la ansiedad que genera una fobia se ve acrecentada porque los pacientes empiezan a temer a sus síntomas. Para ello, también se trabaja sobre la exposición interoceptiva.
Consiste en que la persona experimente esas sensaciones temidas y desagradables para que las identifique cuando se presenten, aprenda a controlarlas y les pierda el miedo. Dicho control se logra enseñando a la par técnicas de relajación.
Ciertas veces se trabaja sobre la reestructuración cognitiva, mediante la cual la persona aprende a cuestionar sus pensamientos. En muchos casos se presenta al paciente el modelo ABC de Ellis.
Este busca exponer el modo en que frente a un acontecimiento o estímulo (A), se activa nuestro sistema de creencias (B), que nos llevan a ejecutar determinadas conductas. La intención es que el paciente pueda aprender a cuestionar esas creencias sesgadas o irracionales y sugerir nuevas.
Es importante atender esta fobia
Hay algunas fobias que realmente son limitantes, ya que forman parte de nuestro día a día. No afrontarlas conlleva a un enorme deterioro en el propio desempeño y en las relaciones.
La cleitrofobia es una de ellas, ya que cualquier lugar u objeto que impida escaparse o que dificulte la salida podría ser interpretado como un potencial peligro. Así pues, hay que darle la atención que se merece y buscar la ayuda pertinente para enfrentarla.
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