LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Maria Fatima Seppi).- Tener un miedo irracional a bañarse puede derivar complicaciones en la salud física y psicológica. Además, tiene repercusiones a nivel social.
Mientras que para algunas personas darse un baño puede resultar muy relajante, para otras puede significar una verdadera tortura. Esto es lo que se conoce como ‘ablutofobia’ o miedo irracional a bañarse, una fobia poco común —pero grave— que puede afectar la manera en cómo se desenvuelve una persona en su día a día.
Se presenta con mayor frecuencia entre mujeres y niños, aunque también puede afectar a los hombres. Además, se engloba en la subcategoría de fobias específicas, que a su vez corresponden a un trastorno de ansiedad. ¿Cómo se manifiesta? ¿Cuál es su tratamiento? En el siguiente espacio resolvemos estos interrogantes.
La ablutofobia es un tipo de fobia específica en la que las personas experimentan un miedo irracional a bañarse, lavarse o limpiarse. Tal y como lo explica una publicación en The Lancet Psychiatry, este tipo de fobias implican tanto miedo como evitación.
En este caso en particular, quienes lo padecen experimentan miedo excesivo, ansiedad, pánico o angustia al tener que bañarse o lavarse. Incluso, les resulta abrumador de solo pensarlo. A su vez, pueden experimentar ansiedad al ver jabones, esponjas, toallas o cualquier elemento asociado al momento del baño.
Y aunque la evitación se convierte en una vía para reducir la severidad de la angustia, no es la mejor opción. El baño es un hábito esencial, no solo por higiene y razones sociales, sino por salud. Negarse a este puede propiciar el desarrollo de enfermedades infecciosas y trastornos de la piel.
Hay que considerar que en los niños es común el desagrado por el baño. Sin embargo, esto difiere de una fobia. Ahora mismo, para catalogarse como ablutofobia, la Asociación Estadounidense de Psiquiatría detalla que los síntomas deben persistir por más de seis meses.
La ablutofobia es más frecuente en niños y mujeres.
La ablutofobia comparte sus síntomas con las fobias en general, más allá de que su característica particular sea el rechazo al baño. Los síntomas, al estar asociados al miedo, implican la activación del sistema nervioso simpático. Abarcan lo siguiente:
- Sudoración.
- Taquicardia.
- Respiración acelerada.
- Aumento de la presión sanguínea.
- Temblores.
- Dolores de cabeza.
- Incluso algunas personas pueden tener ataques de pánico.
El origen de las fobias —y en este caso particular de la ablutofobia— puede ser diverso. Por eso, es importante trabajar con el paciente para reconstruir la historia y el comienzo de los síntomas.
Por ejemplo, puede relacionarse con algún trauma ocasionado por un accidente propio (la experiencia negativa directa), como un ahogamiento. También puede deberse a una experiencia ajena, como haber escuchado o haber sido testigos de un episodio trágico, como una caída en la bañera, un accidente en el agua, etcétera.
Badós (2009) también menciona un tercer modo, que tiene que ver con la transmisión de información amenazante en relación al objeto fóbico. No obstante, este es el menos potente de cara al desarrollo de la fobia.
Algunos estudios sugieren que también hay involucrados componentes genéticos, ya que es más probable coincidir en una fobia específica en una familia en la que uno o más miembros ya la experimentan.
Posibles complicaciones
En principio, es conveniente aclarar que no todas las fobias se tratan porque no todas impactan de la misma manera en la vida de las personas.
Aquellos que sufren de aracnofobia (a las arañas) de seguro están menos afectados que los que sufren agorafobia. Y no porque sea menos importante su malestar, sino por el área que se ve afectada y por las probabilidades de estar en contacto con el detonante de la fobia.
En el caso de la ablutofobia, como aquello que se ve directamente afectado es la higiene personal, las complicaciones se dan en todas las áreas de la vida. En un principio, a nivel social e interpersonal, pues la imagen corporal y la higiene se considera una carta de presentación.
Más tarde, a nivel de salud, ya que la falta de aseo personal promueve la propagación de virus, bacterias y otros microorganismos que causan enfermedades. Hay mayor riesgo de infecciones cutáneas, problemas digestivos, trastornos respiratorios, problemas capilares, entre otros.
Tratamientos disponibles para la ablutofobia
Hay que tener en cuenta que no todas las personas con ablutofobia saben que padecen esta fobia. Es posible que muchos opten por aislarse o adquirir comportamientos evitativos antes de buscar ayuda. Sin embargo, es una condición que puede abordarse con psicoterapia.
En este caso, la terapia cognitivo conductual ha demostrado buenos resultados. Técnicas como la desensibilización sistemática suelen recomendarse con regularidad. Esta consiste en una exposición progresiva al estímulo u objeto fóbico.
En un ambiente que permite un acercamiento gradual a la fuente de la fobia, el paciente puede enfrentar su miedo con las herramientas necesarias para gestionarlo.
Y dado que la fobia puede aprenderse, también se trabaja con los sesgos cognitivos acerca de lo que las personas creen que podría sucederles. Esto con el fin de avanzar hasta la reestructuración cognitiva. Con esta técnica se busca que el paciente identifique los pensamientos que son desadaptativos para reemplazarlos por otros que resulten más adecuados.
La relajación muscular progresiva, mediante el juego de tensión-relajación de músculos, también forma parte de las sesiones iniciales de un tratamiento.
El miedo es adaptativo, la fobia no
Para finalizar, podemos retomar el punto de partida; las fobias son un miedo intenso y excesivo. Al momento de considerar cuándo un miedo deja de ser un simple miedo y se convierte en una fobia, es importante tener en cuenta qué tan desadaptativo es y cuánto nos limita.
El miedo es una emoción básica y, como tal, es adaptativo. Nos permite huir de aquellas situaciones que nos disgustan. Sin embargo, cuando se sale de control, no podemos dominarlo a pesar de nuestros intentos y lo reconocemos como irracional, estamos hablando de una fobia.
No todas las fobias tienen la misma oportunidad de perturbarnos, pero si interfieren con la rutina —como sucede con la ablutofobia— lo mejor es buscar ayuda profesional.
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