Las manos esposadas a la espalda dificultaban el ingreso de Rafael al “yip” policial. El fornido policía de casi dos metros de estatura quien le había encañonado en las costillas no desaprovechó la ocasión para levantarlo en vilo y dejarlo caer en el asiento posterior. Sandí sintió un hilo de sangre caliente correr sobre sus cejas mientras la sirena patrullera anunciaba la caída de un pez gordo…las alegres luces y algarabía de la zona roja se desvanecían aceleradamente…
LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando (GAPO), escritor).- Rafael montó en cólera. - “jueputa” gritó mientras el copiloto reportaba alegremente por la radio: -lo cazamos coronel. Rafael reconoció la voz de quien le había perseguido por años: -Ya saben dónde guardarlo, veré cuando aparezco para el reconocimiento...minutos después el vehículo se estacionaba en un desconocido edificio del cual lo bajaron atropelladamente. Su instinto trató de ubicarlo sin éxito. Observó tres grandes letras a un costado: UPD. A primeras horas del día le visitaron investigadores. La noche siguiente lo subieron esposado en una “perrera” llegando al final de la avenida central. La semana que pasó en la Segunda Compañía en Cuesta de Moras redoblaron vigilancia. Uno a uno fue desfilando cada investigador en la celda. Preguntaban por todo, pero el interés se centraba en el dinero robado a las bananeras. Mejor “cante” porque usted ya está caído, si nos “unta” la mano le ayudamos a escapar porque existe la posibilidad que lo torturen. En ese entonces no existía la medicina forense. -Sandí, para sorpresa suya, tenemos un testigo que va a declarar en su contra por las fechorías en Río Jiménez. Recordando el episodio de Víctor en la Poza El Kilómetro contestó tranquilamente: -De acuerdo, tráiganlo y veremos.
Rafael repasaba el entorno conteniendo la rabia mordiéndose los labios sin escupir palabras. El coronel Madrigal lo observó a lo lejos mientras leía resúmenes de los interrogatorios. Pasando su vista sobre el rostro de los uniformados comentó. -el testigo estrella fue dado de “baja”, lo encontraron flotando en un río. No perdamos tiempo porque nada le vamos a sacar, está “emperrado”. Pásenlo al juzgado para que le comuniquen los delitos que se le acusan y procuren obtenerle visa para la peni.
Los pocos citadinos de la primera década del año mil novecientos observaban desde lejos una extraña e inmensa cimentación que surgía lentamente apartándose por completo de la arquitectura en pañales de nuestro entorno. Los escasos letrados comentaban de la similitud con castillos del medioevo europeo cuando la fachada anunciaba dos torreones enlazados a una larga y descomunal muralla en derredor. Para resaltar la imponencia de la construcción habían elegido una apartada y desolada loma al norte de la ciudad Capital. Con el tiempo conocerían que eran partícipes de la vivencia histórica en la construcción de la Penitenciaría Central de Costa Rica.
Penitenciaría Central, San José, 1909
Fuente: Álbum de Fernando Zamora Colección CIHAC.
Antes de finalizar la década de mil novecientos sesenta Rafael descendía de una “perrera”. Su figura daba muestras de cansancio y comportamiento silencioso. Recordaba las conversaciones que escuchaba desde su mazmorra con el festejo de los uniformados celebrando el triunfo de la justicia y luchando por ignorar las constantes mofas: -saludos a “Chinga de Puro”, -suerte con “Caca de Mono”, -no te fíes de “Zopilote”, -cuídate de “La Gavilana” …
Un custodio ablandado por su infortunio le recomendó antes de entregarlo ante el oficial de turno: -Rafa, todos apostaron a que de aquí no sales en dos “patas”. Te recomiendo fortaleza, precaución, pero sobre todo paciencia y sosiego…suerte. Rafael esperó su turno mirando al piso. -Sandí Carmona…se levantó antes que pronunciaran el nombre. -Viene sin recomendaciones, primera visita al paraíso: Suéltelo en el ventilador…
El área de la peni estaba dimensionada para una población máxima de trescientos cincuenta personas. Con el crecimiento de la población, aumento de criminalidad, inexistencia de procedimientos de seguimiento e infraestructura, el tiempo la fue convirtiendo en una caldera. Inicialmente hubo pabellones para mujeres y menores de edad. Al ingreso de Rafael la población se había cuadruplicado.
A mitad del solitario pasillo Rafael escucho livianos taconeos acercándose apresuradamente: -somos primos, vivimos en Heredia. No sabemos qué hacer, por favor, ayúdenos...
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