LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Bayardo Quinto Nuñez*).- En la búsqueda, allá por el año 1980, vivía en la capital de Nicaragua, Managua, dónde fue el cine Dorado una cuadra al sur, en una casa de madera con un arranque de concreto. Tenía poco de haber triunfado la Revolución Sandinista, zona muy poblada. Conocí personas muy amables, cariñosas, y para poder sobrevivir, inicié la búsqueda de un trabajo, seguir preparándome, y de seguir con mis inquietudes de escribir y leer, lo primero nunca pude lograrlo. Tuve que viajar continuamente a mi ciudad natal Masaya a buscar trabajo y afortunadamente logré trabajar varios meses en el “arte del calzado como alistador”, así podía proporcionar ciertas cosas al hogar de la época y a mi primogénito.
Alguien que ahora duerme en la eternidad, don Sucre me orientó que, fuese a visitar al ministro de Cultura de la época-1980, al S.E.C-y que le dijera de quién era hijo. Ahí, te apoyarán en lo que te gusta. En efecto, fui a la visita un día de ese tiempo.
Recuerdo iba muy animado, entusiasmado, y como de costumbre, siempre cargando mi libreta de apuntes y dos lapiceros, y dos libros que mucho me llamaban la atención, La Cabaña Del Tío Ton, del escritor Harriet Beecher Stowe y Metamorfosis de Frank Kafka, entre otros, son obras que me llenaban y me llenan en la actualidad mucho mi alma.
Bueno, emprendí el viaje al Ministerio de Cultura, caminé desde el cine Dorado hasta la mansión dónde estaba ubicado, era larguísimo el trecho, podría calcular unos cuatro o cinco kilómetros, quizás algo más. Claro, en esa época tenía 24 años. Los vehículos pasaban y pasaban, eso no me interesaba.
Al fin, llegué, el guarda de seguridad que estaba en la puerta de la entrada, que era puro vidrio, le dije: por favor dígale al ministro viceministra de Cultura, que, Bayardo Quinto Núñez, le busca, éste se metió.
-Cuando estuvo de regresó, exteriorizó: dice el ministro que se le ofrece.
-Dígale, que quiero un trabajo, le repuse-. Este, regresó y cuando volvió venía con una dama delgada, ella me dijo venga: y sin más preámbulo, me mostraba los pasillos y unas obras que había en ese lugar y, al finalizar, me dijo: dice el ministro que vaya allá aquella casita, señalándola con su mano.
-Sólo le respondí, gracias, iré. Nos despedidos, fui a la casita de madera, más vieja que el tufo, entré, observé, y luego me salí. Definitivamente, no me gustó ese lugar, era fétido, hasta pulgas había ahí.
Eso lo consideré una enorme bofetada, como pordiosero me enviaron a ese lugar, asistí como dos días, pero era insoportable estar en ese lugar. Me retiré y nunca más volví. Supuestamente allí, me iban a instruir para ser promotor cultural, pero que, local, ni modo. A lo mejor el ministro no estaba y tomaron otra (s) persona(s) esa decisión.
Pasaron los días, meses, lograba conseguir en la vecindad hacer algunos trabajos, dónde don Ramón, esposa de doña Esperanza, cómo este tenía un taller, tipo fábrica para hacer planchas de aluminio con letras y de aluminio o bronce, ahí me la jugaba ayudándole en todo, hasta mandados hacía. Eran días bonitos y difíciles, pero la vida seguía. Les dejo este pohema de la época.
Pohema: Mi felicidad es este libro
¡Oh! alma mía-libro-//Eres mi vida,/felicidad, alegría...//No hay palabra/que pueda expresar/mi emoción por ti/eres necesario,/y en vos me refugio siempre/diario de la vida,/quizá estamos/a miles de millas de distancia,/pero tú sigues/mi corazón, cuídalo/y ámalo como/yo te aprecio/y cuido el tuyo,/porque eres el libro/de la vida más/maravilloso que he conocido,/simplemente no tienes idea/de cuánto te quiero,/solamente recuerda que,/puede que no esté siempre/a tu lado, pero mi corazón/y mi alma siempre serán tuyos.//Eres lo más maravilloso/que me ha pasado en la vida,/tu esplendor sólo me recuerda/lo bendecido que/soy en la vida.//Te acojo con todo mi corazón...//¡Oh! libro de la vida/que tengas un buen día/y sepas que eres/parte de mi alma. /
Así fue pasando el tiempo, todo lo observaba y lo iba decepcionando en mi mente, y escribía mis cositas como todo enamorado de la vida; las letras, cultura, quizás no era lo mejor como autor, pero tampoco lo peor. En muchas ocasiones. me preguntaba, cuándo iré a tener la oportunidad de publicar un libro, escribir a un periódico, a lo mejor nunca, porque ni siquiera a veces tenía para comprar el pan diario, sino es por la doña del hogar de la época, quién sabe que hubiese sido de mí, incluso, la ayuda de doña Esperanza, don Ramón, ambos (Q.E.P.D) y la colaboración de mi mamá, (Q.E.P.D) mis hermanos, uno de ellos ahora fallecido Amando, quién sabe que destino me hubiera tocado. El tiempo iba y venía, cada día era su día., y era una espléndida novedad, aunque todo lo veía lejano, no discurría ninguna esperanza, de hacer algunas publicaciones de mis incipientes temas, pero me decía para mis adentros: algún día será la oportunidad. Por momentos, días se me olvidaba la tristeza, angustia, que me merodeaba, pero no desmayaba. Existía un factor fundamental, nunca mi familia me dio la espalda, siempre tenía su apoyo en todos los sentidos.
Hasta que llegó la oportunidad, después de una larga odisea de años y años, hasta 1996 fue, se imaginan tanto tiempo ido. Pero, llegó el momento de salir a la luz pública, Mi alma para ese entonces, había creado una coraza de acero, nunca me rendí, ahora es muy tarde para rendirme. Esa es una de mis victorias, que es como haber ganado una guerra, inclusive, después de muerto, serán otras victorias y otras guerras que el ser humano tendrá que ganar.
*Bayardo Quinto Núñez, escritor nicaragüense, abogado y notario público, pintor, músico.
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