LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Elena Sanz, Psicóloga).- La sexualidad forma parte de la naturaleza humana. Por ello, cuando se reprime pueden aparecer consecuencias negativas. Pero ¿qué causa la represión sexual? Descúbrelo.
¿Pensar en sexo, nombrarlo o escuchar hablar del tema te hace sentir incómodo o avergonzado? Los humanos somos seres sexuales; aun así, hay quienes experimentan esas sensaciones desagradables en torno a esta esfera de su identidad. Cuando esto sucede, posiblemente la represión sexual esté haciendo acto de presencia.
Ciertos determinantes sociales y culturales pueden rodear la sexualidad de mitos hasta convertirla en un tema tabú. La vivencia y la expresión sexual comienza a percibirse entonces como algo inaceptable o indeseable, por lo que la persona decide ocultar esos impulsos naturales. ¿Cuáles son las consecuencias? ¿Cómo intervenir?
La represión sexual es la contención de la expresión sexual. Es decir, los pensamientos, las sensaciones y los deseos sexuales se tapan, se ocultan o se ignoran por considerarlos inadecuados y vergonzosos.
Entonces, ¿qué puede llevar a una persona a reprimir esos impulsos naturales? Pues bien, existen múltiples causas que pueden conjugarse para dar origen a este fenómeno. Algunas de las más comunes son las siguientes:
La represión sexual puede tener serias consecuencias en la vida de una persona, ya que se está negando una parte fundamental de sí misma. Con frecuencia, la culpa y la vergüenza acompañan este problema, lo que genera un malestar emocional.
Quien lo sufre puede sentirse bastante incómodo ante cualquier pensamiento o deseo sexual (pese a que estos son naturales), y tiende a castigarse mentalmente o a tratar de modificar esa tendencia.
Por lo mismo, puede surgir baja autoestima, estados depresivos y síntomas de ansiedad. Además, las relaciones sociales (sobre todo las de pareja) se ven muy afectadas, ya que la esfera sexual no se aborda de forma adecuada, ni se disfruta.
También es posible experimentar síntomas como tensión muscular, insomnio y diversos trastornos sexuales como la dispaurenia o la anorgasmia. El agravante es que no solo afecta a quien lo padece, sino también a terceros.
Por ejemplo, en algunos casos esos impulsos reprimidos terminan manifestándose en forma de abusos o agresiones sexuales hacia otras personas. Además, puede existir una tendencia a juzgar y condenar a quienes viven una sexualidad más libre y placentera.
No siempre es sencillo reconocer e identificar que se sufre represión sexual. Es importante diferenciar este término de la asexualidad, la falta de interés en tener relaciones o la insatisfacción sexual.
Es decir, si una persona decide libremente no involucrarse con nadie a nivel sexual hasta tener una relación comprometida es válido. Del mismo modo, tener menos sexo del deseado o no tener interés en probar determinadas prácticas sexuales, no constituyen síntomas de represión.
Entonces, es necesario buscar ayuda cuando las creencias relacionadas con la sexualidad generan malestar significativo o limitan la vida de la persona. Cuando aparecen la culpa y la vergüenza, el rechazo hacia el propio cuerpo o la incapacidad para disfrutar de la sexualidad, a solas o en compañía.
Para abordar la represión sexual suele ser necesario el acompañamiento profesional. Un psicólogo especializado en terapia sexual y de pareja puede acompañarte a descubrir los factores que influyen en el origen y el mantenimiento de la represión.
Mediante el cambio de creencias y el trabajo de la autoestima y de la relación con el cuerpo puede lograrse el desarrollo de una sexualidad más libre y satisfactoria.
Pese a que la intervención psicológica es lo más recomendable, existen ciertos pasos que puedes dar para reducir el impacto de las consecuencias negativas de la represión sexual. Por ejemplo, los siguientes: Infórmate y edúcate acerca de la sexualidad. Lo más recomendable es que pidas orientación a un profesional, pero también puedes recurrir a libros o artículos siempre que la fuente sea confiable.
La represión sexual suele tener un origen muy temprano en la vida. Por ello, es imprescindible que se produzca una psicoeducación sexual adecuada hacia los menores, que se les transmita la idea de la sexualidad como una parte más de la identidad humana, natural y digna de ser disfrutada en libertad.
Si ya de adulto sientes que esa represión sexual está condicionando y limitando tu bienestar, busca ayuda para abordarla.
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