LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Iván Escobar, periodista*).- Enero es un mes que provoca dolor en la comunidad indígena salvadoreña, recuerda una de las fechas que siguen provocando sufrimiento y dolor, es una fecha en la cual las víctimas y sus familias siguen esperando justicia. Este enero de 2023, se cumplen 91 años de la peor masacre perpetrada desde el Estado contra poblaciones originarias, en aquel enero de 1932.
Se dice que ha sido uno de los sucesos más oscuros de principios del siglo pasado, y que formaron parte de una de las peores dictaduras que sufrió El Salvador, bajo el mandado del General Maximiliano Hernández Martínez, un hombre recordado por muchos como “mano dura” contra la corrupción y los criminales, pero también como responsable de este genocidio.
La masacre es a la fecha una herida abierta en la comunidad originaria de esta nación centroamericana. Una herida que por momentos hace pensar que no existen indígenas en El Salvador, porque Martínez acabó con ellos, al tratar de revelarse contra un sistema explotador y dominante. La realidad es otra, la población indígena sigue presente y resistiendo a pesar de los diversos atropellos a sus derechos.
El Estado salvadoreño les arrebató de la noche a la mañana sus tierras ancestrales. La crisis de la tierra históricamente se sufre en el campo, en particular en los pueblos originarios y los campesinos, que son los que viven de la tierra. A finales de 1880, el Estado salvadoreño acabó con las tierras ancestrales: los ejidos y tierras comunales que pasaron a manos de grandes explotadores, dejando a las mayorías con escaso territorio.
Esto era parte de lo que en 1932 la población indígena reclamaba, y trató de revertir con la rebelión. No obstante, las fuerzas gubernamentales a manos de Martínez utilizaron el poderío militar de la época y complicidad de otros sectores, para “erradicar el comunismo”, se dijo en aquella ocasión. Muchos indígenas lo único que pedían era recuperar sus territorios, esas tierras ancestrales que sus abuelos heredaron y que luego pasaron a formar parte de la base productiva de grandes familias, dedicadas a la producción del café, el “grano de oro”.
A 91 años después de la masacre, vemos que el silencio alrededor del tema sigue presente, en este siglo. En mi trayectoria como periodista, comencé a tener los primeros contactos con el tema de 1932, allá por el 98´, cuando nadie quería hablar sobre ello, cuando poca información documental se tenía en el país, cuando la comunidad indígena en general no hablaba del tema, aún por temor a represalias.
Hoy en día, es decir, 25 años de mi búsqueda veo cómo el tema es punto de estudio, base de información para algunos académicos, pero siguen siendo investigadores extranjeros quienes muestran mayor atención al mismo. El silencio desde el Estado sigue presente, tímidamente se aborda el tema, y de lejos, como con miedo.
Aún en nuestros círculos profesionales, y medios de comunicación, veo que el tema no es motivo de atención, sigue viéndose como algo lejano, y a pensar que son 91 años los que han pasado. Pero también entiendo que el SILENCIO es una constante y parte de esa invisibilización que han sufrido las poblaciones originarias.
Hoy en día veo con satisfacción el trabajo, esfuerzo y dedicación por parte de entidades como el Consejo Ancestral de los Comunes de los Territorios Indígenas (CACTI) y la Alcaldía del Común de Los Izalcos, que entre sus objetivos está el trabajar por la reivindicación de los derechos de las poblaciones originarias, y fomentar la UNIDAD entre las comunidades, poblaciones y organizaciones que velan por el derecho ancestral.
No es fácil, sabemos que la tarea es ardua pero el CACTI ha comenzado a dar el paso, y quiere elevar su voz, de forma unánime a favor de las poblaciones indígenas. Por ello, para este 21 y 22 de enero han programado un foro en el cual se analizará la temática de 1932, 91 años después, en el que participarán expositores nacionales e internacionales. Y en el sitio sagrado “El Llanito” en el municipio de Izalco, Sonsonate, tendrá lugar la gran ceremonia ancestral en memoria de los abuelos asesinados en el 32´.
Con estas actividades tanto la Alcaldía del Común como el CACTI promueven la defensa de los derechos indígenas, y la reivindicación de la memoria de los mártires. Una cosa hay que tener claro, que, si bien Izalco, Nahuizalco, Tacuba, Sonsonate y otras zonas del occidente del país sufrieron la represión directa de la masacre, también la comunidad indígena en general fue perseguida en todo el territorio nacional.
Todo esto provocó casi la desaparición de la lengua natural, el náhuat, muchos dejaron de hablarlo en público y adoptaron el castellano como lengua para ocultarse. También se dejó de usar vestimenta originaria, para no ser detectados o acusados por el Estado, como seguidores de los comunistas, como los tildó el dictador; y ocultaron muchos saberes.
El silencio ha imperado en estos años, ha sido motivo de convivencia en la comunidad indígena. No obstante, en estos últimos años, la voz de las comunidades indígenas ha ido en aumento, y hoy abiertamente abordan el tema, y exigen justicia para las víctimas, piden la ratificación del Convenio 169 de la OIT, que les permita recuperar el derecho a la tierra, y políticas estatales que les permitan salir de la pobreza extrema que viven muchos; también exigen respeto para los sitios sagrados, y frenar la destrucción ambiental que atenta contra sus recursos naturales.
Desde el CACTI y la Alcaldía del Común, y otras organizaciones hermanas se promueve la unidad de las pueblos y comunidades para defender los derechos ancestrales, que contribuyan al resguardo de la herencia ancestral, y permita enfrentarse en conjunto ante los desafíos de los tiempos
Sobre el autor:
*Periodista, escritor, poeta, gestor cultural, y fotógrafo, salvadoreño. Con más de 26 años de experiencia periodística y fundador de la Asociación de Arte y Cultura para el Desarrollo Social (As-Arte), así como autor de los libros “Voz desde el Silencio”; “Tomás Andréu y su legado periodístico”, con poesía publicada en antologías internacionales.
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