Rafael ingresó al calabozo número uno a empujones. La Delegación de Heredia había cambiado completamente (Carmonilla también). Su mirada escudriñaba espacios propensos para escapatoria. Por suerte sus captores iniciaban en la profesión y los veteranos dirigentes que le conocieron (de infante) estaban en una concentración nacional
LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando GAPO).- Rafael, desconocedor de acontecimientos externos, observaba en los pasillos el correteo policíaco. Escuchó en la radio la orden constantemente repetida al comandante superior a cargo. -No lo descuiden. Es de cuidado.
Era el único encerrado. Habían pasado dos días con escasa vigilancia cuando su vista se cruzó con la fría mirada de un rostro conocido que le observaba a lo lejos. Recuerdos de niños jugando en los alrededores de Heredia afloraron su mente y deseó que el gélido atisbo de su antiguo amigo avivara con los recuerdos de infancia que a él llegaron…lo cual aconteció.
Osvaldo trabajaba en la cocina del cuartel. Cerca de las ocho de la noche apareció murmurando antes de llegar a la celda: -Acaban de salir a ronda, dijo apresurado. -Abro candados y desaparezco, no me has visto. Que te vaya bien. Rafael fácilmente se liberó de las esposas encaramándose en un material que alcanzaba al techado. Sus manos cargadas de adrenalina levantaron fácilmente una lámina de zinc buscando retirada. Como gato con pantuflas caminó despacio y en silencio sobre el techo buscando la mejor ubicación posible. Su rostro se iluminó alegremente debido a que estaba a punto de burlase otra vez de la policía. Sintiéndose libre se deslizó por la tapia aledaña al río Santa Lucía. Precautivamente vigiló sus pasos mientras se dirigía al barrio que le vio crecer recordando a su abuela Estebana. Al llegar a San Vicente algunos conocidos se acercaron advirtiendo al haberse enterado de la fuga las autoridades recorrían la zona. “Carmonilla” había quedado atrás. Las autoridades sustituyeron fotografías del lampiño pandillero por un rostro diferente que iniciaba la etapa de madurez y propenso a modificarse con ayuda del crecimiento de su barba.
Después de la fuga Rafael inició una etapa horrible en su existencia. Su rebeldía hacia la sociedad lo llenó de odio tratando de dañar todo lo que encontrara a su mano. La cadena de perjuicios combinados con robos y asaltos lo obligaron nuevamente a dormir en cafetales y cementerios heredianos contando siempre con la incondicional ayuda de Carmen Julia quien le proveía de comestibles y vestimenta. Al comenzar Rafael a malgastar el dinero fácil que conseguía, Carmen Julia le pidió pensar en el futuro de ambos. A los días regresaron a la zona atlántica. Contrataron un vehículo privado que los llevó a Siquirres donde tomaron el ferrocarril rumbo a Anita Grande. Sabían que no podían volver donde su tío Pedro Luis ni seguir con su verdadera identidad. Los recién llegados Miguel Benavides y su juvenil esposa alquilaron una casa en Anita Grande cercana al supermercado Carrillo donde comenzaron a conocer la vecindad del sector.
Enoe Arce, oriundo de El Humo de Roxana y experimentado agricultor poseía una plantación en Santa Clara. Era experto cortador de fruta quien conocía el proceso al dedillo y vendía la producción a una compañía bananera. Tenía un equipo conformado por un cortador, dos “concheros” y un carrero y ese momento buscaba un reemplazo. Después de conocerse y breve conversación contrató al recién llegado quien rápidamente asimiló las ocupaciones. Además de cortador, Benavides aprendió a deshijar matas siendo el perfecto pretexto para recorrer grandes áreas porque su especial interés era conocer del manejo de dinero de las empresas. Pronto descubrió de algunas compañías que enviaban la paga a través de los cables de los andariveles. Normalmente escondía un revolver 38 largo de seis tiros bajo el pretexto de protegerse de las fieras. Su muñeca izquierda mantenía oculto un tatuaje bajo un brazalete de cuero.
Benavides se molestaba con las indirectas de Víctor lo cual se acrecentó al acercarse un día: -me doy por enterado que no te llamas Miguel. Voy a seguirte llamando “Mano Negra” constituyéndose en su mortal error porque además de encaramarle el sobrenombre, Víctor se encargó de asociarlo con fechorías acontecidas en Guápiles, Guácimo y Anita Grande. Algunos meses después, en la primera oportunidad lo delataba con la autoridad.
Rafael se enteró de la felonía. Al calor inicial de la traición pensó en incendiar la casa de Víctor mientras dormía, pero con mente fría cambió la venganza por algo más duro y definitivo…
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