Pese a pretendientes y admiradores el corazón de Milly se desenvolvía entre silencios y tranquilidad. Aunque lejos de su pretensión inicial, había logrado con creces el objetivo de su viaje. Se sentía satisfecha consigo misma y el deseo del retorno a su inolvidable Costa Rica fue creciendo con el acercamiento de la etapa de jubilación
LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando, GAPO).-Milly se ocupó después de haber terminado funciones en el comedor del Harvard Plaza a escuchar inolvidables y enternecedoras historias de vida que acaparaban su atención fortaleciendo carlancas de empatía cada instante compartido. Bastantes años han pasado desde la última partida terrenal de ellas, pero en un rinconcito del corazón Milly erigió un altar en honor de quienes sabe que esperan su arribar.
En ocasiones en el crepúsculo anochecido la ventisca turrialbeña incuba la campiña azucarera en sinfonías entrelazadas con retumbos violinescos y corales con hechizantes gorgojeos de aves voladoras. Milly subconscientemente acude al recital. Llena un recipiente con vino tinto. Husmea el aroma de los viñedos antes de mojar sus labios y lentamente se acomoda en la mecedora que uno de los ancianos regaló antes de su partida terrenal iniciando un paseo hacia vivencias que nunca volverán. Nunca olvidará a la bella ojiceleste Kathryn quien la cautivó con la cálida mirada desde el primer encuentro sin que la adversidad y el tiempo hubiesen logrado ocultar su bella figura.
“Toda/os abrazaban efusivamente a Kathryn, la bella y joven enfermera canadiense, la noche que se comprometió en matrimonio con un afamado y similar médico de la ciudad de Ottawa. Kathryn, quien había tratado lo imposible en postergar el compromiso de la manera más decente, sonreía bajo una sombra de preocupación. A los días Kathryn no asistió a su rutina desapareciendo de la ciudad sin dejar rastro alguno.”
Kathryn tenía dificultades para articular debido al mal que la agobiaba. Milly estaba a medio camino de entender el idioma inglés por lo que Kathryn en ocasiones recurría a la lengua francesa para mejor entenderse. En el cruce de vidas, Kathryn conoció a Milly, enterándola que había sacrificado su vida al conocer dos años antes de su compromiso matrimonial de la enfermedad sin cura que en su interior crecía. Compartía visitas con Hellen, una judía conocida de Kathryn quien narraba angustias y agonías de su tía en los campos de concentración de la segunda y nunca deseada conflagración europea que cambió el panorama mundial.
Kathryn era un ángel. La enfermedad no le permitía valerse por ella misma y nunca la escuchó quejarse. Por lo contrario, siempre mostraba una alegre sonrisa y en los “escapes” era quien más se divertía con bromas de todo tipo. Después de intercambiar historias, Kathryn recomendó a Milly: -Tienes que compartir con el mundo tu experiencia. Milly contestó: -Espero algún día compartir la suya…
Milly retornó a Costa Rica, pero parte de su aroma quedó impregnado en las floraciones de los jardines del Harvard Plaza de Burbank...
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