La región sufre etapa de recesión democrática


En aquellos países donde los presidentes pueden volver a postularse, hay una alta probabilidad de autoritarismo

LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Luis Jiménez).- Javier Corrales es experto en Latinoamérica. Profesor de Ciencia Política en el Amherst College de Estados Unidos, nació en San Juan de Puerto Rico. Conoce al detalle la situación década país de la región y concentra gran parte de sus análisis en el “retroceso democrático” que ve en Latinoamérica, pero también a nivel global.

Está persuadido de que son muchas las democracias que transitan esta situación y, aunque enfatiza que la “tradición populista” de los latinoamericanos es la más antigua de occidente, las democracias “abatidas, sobreviven”.

El politólogo enfatiza que en América Latina el caudillismo tradicional es reemplazado por una “versión 2.0” y explica las figuras que impulsan esa dinámica. Entre ellas, los expresidentes a quienes les “cuesta mucho” retirarse de la escena política; entiende que terminan empujando la polarización general y, en sus propios segmentos, frenando el surgimiento de nuevos líderes.

¿Cómo define la situación política general de Latinoamérica? 

Creo que estamos en una recesión o depresión democrática, como le llaman algunos analistas. Todas las democracias están resistiendo los embates de diferentes mareas antidemocráticas. No hay en la región ninguna que pueda sentirse a salvo, ni siquiera -en el continente la de Estados Unidos. Todas están teniendo presiones, pero todavía sobreviven abatidas y golpeadas, tienen sus crisis, pero no hemos visto ninguna que haya cedido.

¿Cambió la situación respecto a cuatro décadas atrás, cuando los embates eran golpes militares...? 

Militares e insurrecciones de guerrillas. Había un rompimiento de la institucionalidad y eso no se recuperaba fácilmente. Ese es un cambio muy grande que viven los países. Hay que preocuparse de las embestidas, pero hay que reconocer que existe cierta capacidad de no perecer. Eso me permite ser muy optimista, más de lo que lo hubiera sido en otras épocas.

¿Por qué cree que cambió la situación?, ¿por qué guerrillas y militares perdieron poder? 

Las guerrillas perdieron poder y en su lugar estamos viendo a los narcos. Son hoy la amenaza extra de la época. El único caso mixto sería Colombia, donde mejora la situación respecto de la guerrilla, pero el narcotráfico sigue andando. Las insurrecciones ideológicas de la guerra fría y de las guerrillas cedieron espacio a grupos ilícitos armados que no quieren tomar el poder, sino que buscan la manera de influir en el Estado. No de tumbarlo, eso es lo curioso; quieren tomarlo como rehén, que siga funcionando pero que haga de la vista gorda...

¿Estados cooptados? 

Sí, un Estado cooptado no por guerrillas sino por narcos y grupos criminales violentos. Para cualquier país es grave este azote.


    FOTO Planet Flem / Getty Images

¿Cómo define hoy la situación de los militares que fueron poderosos en otras coyunturas? 

Ese es un triunfo de la región dada la injerencia que tuvieron, pero no hay que perder de vista que en muchas crisis de gobernabilidad no han sido los protagonistas, pero sí están presentes. Los gobiernos que giraron al autoritarismo lo hicieron de la mano de los militares; sin ellos no hubieran sido posibles Hugo Chávez en Venezuela; Rafael Correa en Ecuador; Evo Morales en Bolivia o Juan Orlando Hernández en Honduras. Si no entendemos que los militares son parte, perdemos una parte de la historia; cuando tienen que reprimirlo han hecho o han permitido que surjan actores que repriman. Mucha gente respetada opina que tienen mucha influencia, son más sutiles, pero no están ausentes cuando hay una minicrisis.

Con todo eso es mejor a cuando los decisores finales, el árbitro; ahora comparten esas decisiones con otros grupos.

¿Caracterizaría a todos esos resabios autocráticos como parte del caudillismo?

 Esa es, a mi entender, la continuidad latinoamericana más perversa. El caudillismo sigue tan vigente como lo ha sido desde las gestas de la independencia. Son nuevos tipos, pero sigue. Siempre hablo de que el nuevo perfil, la versión 2.0 del caudillismo incluye cuatro figuras, la de los presidentes prepotentes que quieren erosionar la democracia liberal; la de los expresidentes que no se retiran y quieren volver; la de los parientes de estos dos y la de los outsiders, los neófitos.

Mis estudios revelan que en aquellos países donde los presidentes pueden volver a postularse, hay una alta probabilidad de autoritarismo. En esos casos siempre se incluye este menú y las cuatro figuras son versiones modernas del caudillismo tradicional.

Son perfiles con grupos de seguidores leales, casi ciegos, que les entregan cheques en blanco y que también polarizan. Esto constituye el neo caudillismo y está tan vigente como siempre en Latinoamérica.

La región no ha podido resolver estos embates; tiene una tendencia a entregarse a líderes muy fuertes.

Están los otros que responden alzando la voz, pero cuando llegan, se convierten en lo mismo. ¿Los que luchan contra el caudillismo y se transforman en caudillos...? 

Sí. Un ejemplo claro es el de Brasil. Jair Bolsonaro es una figura que surge para romper el caudillismo de Lula, pero gobierna como un caudillo cualquiera.

La gente comienza a seguirlo por esa oposición y después continúa y termina perdonándole lo que hace. Eso es combatir el caudillismo con caudillismo. 

¿Incluiría al nicaragüense Ortega en esa línea? 

Ortega es el caudillo que surge después de que Anastasio Somoza es derrotado. Cuando después pierde la presidencia frente a Violeta Chamorro y queda él en la oposición, es el expresidente que destruye su partido, elimina a sus rivales, hace pactos con el diablo. Es un caudillo fuera del poder usando los trucos del caudillismo.

Vuelve al poder eliminando a la oposición; es el nuevo Somoza. Estamos viendo la misma técnica, el caudillismo 2.0, pero con las mismas características que las de Porfirio Díaz en México del 1800 o de los que se levantaban contra Juan Manuel de Rosas en la Argentina.

Gobiernos no critican abusos

¿Son razones culturales, políticas o ambas las que hacen que Latinoamérica viva este fenómeno?

Lo único que puedo decir es que hay muchas posibles explicaciones; hay factores sociológicos, culturales, psicológicos, pero entre todos hay uno que es político y que pudiera ser remediable. En países donde hay restricciones fuertes a la reelección y los partidos políticos son representativos, el neo caudillismo se atempera.

Donde se permite el reeleccionismo, donde los expresidentes se postulan y los partidos no pueden controlarlos, hay condiciones favorables para el caudillismo.El movimiento se nutre de la polarización y la crea.

En los países con problemas de desarrollo tan serio como los latinoamericanos, donde hay enormes desencantos, problemas graves y complejos, surgen propuestas extremistas y perduran en el tiempo. Hay una dimensión sociológica que lleva a querer aferrarse a supuestos “salvadores”.

¿Aplican a Centroamérica estos análisis o tiene características particulares?

Casi todo se aplica, pero tiene adicionales. Centroamérica tiene la mayor concentración de pobreza de la región; tiene países que no han crecido tanto.

En Sudamérica hay pobreza, pero también crecimiento, como son los casos de Perú o Paraguay.

Centroamérica también tiene una fuerte presencia de los evangélicos y es el segmento geográfico -fuera de México- que más contacto tiene con Estados Unidos, con lo bueno y lo malo que eso significa.

Lo bueno es la seguridad y lo malo el fácil acceso a las armas; es un paso fácil para las drogas y Estados Unidos puede desestabilizar un gobierno.

Es un milagro que en una región con esas características perdure la democracia; es el vecindario del hemisferio occidental donde menos aptas son las condiciones. Cualquier persona que estudie esa región debe poder entender el peso excesivo de tanta pobreza, de tantos evangélicos y de tanta criminalidad que colaboran con un brote severo de comercio ilícito y esto cambia el sabor de cómo se hace la política en Centroamérica.

Claro que estas condiciones varían; Costa Rica sigue siendo ejemplo mundial; Nicaragua tiene una de las dictaduras más serias del mundo y los demás están complicados.

¿Cree que la región es complaciente con casos como Nicaragua o Venezuela?

No hay duda de que es así. Tuvimos un período excepcional en el caso venezolano, el de los dos años de Juan Guaidó cuando los presidentes se expresaron contra el abuso de los Derechos Humanos.

Antes y después hay mucha aceptación; siguen la tradición histórica de no criticar a los gobiernos y de enamorarse de los que se presentan como antiimperialistas. Esas tres figuras de Cuba, Venezuela y Nicaragua que se anuncian como líderes del antiimperialismo y muchos creen que por eso merecen su respeto.

Es un problema que tenemos respecto a ese tema. Fuera de eso, hay una tendencia a no criticar los regímenes ajenos. De vez en cuando al uruguayo José Mujica se le sale una palabra, pero la tradición diplomática es de la de aceptar lo que los demás hacen; no hay una política de promoción de la democracia.

Alguna vez la hubo, como el Grupo Contadora, pero no hay un esfuerzo serio por desburocratizar. Había expectativas de que Biden cambiara la política de Estados Unidos con Latinoamérica, ¿por qué no se cumplieron? Biden ha cambiado un aspecto importante. Con Donald Trump Latinoamérica era vista como la región que mandaba drogas e inmigrantes y lo que se pretendía era que hicieran algo para controlar esa dinámica. Esto hizo que algunos países firmen el acuerdo anti inmigratorio. Biden quiere trabajar con los gobiernos, ayudar a que sean mejores. Opina sobre gobernanza democrática en Centroamérica, genera lazos con Colombia y eso era impensable con Trump que estaba peleando con Iván Duque. Lo que no ha cambiado son las posturas de sanciones a Cuba, a Nicaragua y a Venezuela; ahora hay presión para aliviar las que pesan sobre Venezuela impulsada por la crisis petrolera del mundo.

Sin la crisis energética no hubiéramos visto esta mini flexibilidad. En ese aspecto hay continuidad y es así porque Biden no quiere repetir el error de Barack Obama con Cuba; a su modo de ver le entregó mucho a cambio de poco y ahora no quiere ceder si la actitud no es recíproca. Claramente se cierra la negociación porque ninguno de los tres regímenes está dispuesto a ceder.

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