Antes de subir la pendiente inicial a la montaña revisaron pertrechos: radio para avances noticieros, ropa, pistola calibre 22 largo, tres cargadores, una caja con municiones, dos maletines con el producto del robo, un puñal de doce pulgadas que se había constituido en prolongación de las manos de Rafael y un reluciente y afilado cuchillo número 26… fósforos, candelas…
LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando).- Nunca imaginaron de la prolongada y tortuosa experiencia que tenían por delante… Extenuados y después de varias horas de lucha contra la naturaleza en el primer claro proporcionado por el follaje Rafael levantó la mirada. Pese a la penumbra y frialdad en la espesa picada que abría en la montaña, descifraba en el firmamento que el círculo luminoso tardaría un par de horas en ocultarse. Al poco rato a finales del atardecer contemplaban sonrientes lo que consideraron una ofrenda a su proeza. Una inesperada y mansa laguna chocó con las miradas cual oasis en el desierto con una inmensa alfombra de hierba alrededor de la orilla aislándola de la jungla. Rafael aprovechó la torpeza de pequeños roedores en busca de refugio para cazarlos. Los últimos rayos solares y la belleza del predio les cautivó invitándoles a disfrutar de una romántica noche coronada por la irradiación de la luna llena.
La marcha se enmarañaría ante el aumento de boscosidad, calor, cansancio y días de deficiente alimentación combinados con noches de mal dormir. Sin noción del tiempo transcurrido entre el exceso de congoja y sacrificio Rafael pasó las hinchadas manos separando el sudor del rostro e iluminando su fisonomía con una sonrisa al percatarse que la espesura disminuía lentamente conforme caminaban. Girando el cuerpo levantó su mano con el dedo grueso erguido. Carmen Julia no pudo acelerar el paso. Conforme desaparecía la montaña recobraban más aliento. Poco rato después encontraron vestigios de un rústico camino con indicios de civilización sentándose en unas piedras para descansar. De repente apareció un solitario caminante. -Buenas tardes… ¿qué hacen en este escondite? -Tenemos días de deambular porque nos perdimos en la montaña, mintió Rafael. No sabemos dónde estamos. -Bajos de Santa Cruz de Turrialba, no se preocupen, si les parece vamos a casa. -Claro, muchas gracias. ¿Qué es ese cerro al lado? -Un volcán extinguido.
Al desconocido le esperaban su esposa e hijos pequeños. La señora les atendió amablemente preguntando el por qué tantas maletas. -Ropa, comida y tienda de campaña, justificó Carmen Julia de inmediato.
Se trataba de una familia ejemplar dedicada a la crianza de ganado lechero y producción de queso. Tenían un perro pastor alemán que jugaba y protegía a los niños contra toda presencia extraña. Rafael, inquieto y apresurado comentó de la partida al día siguiente. -No es buena idea. Les recomendamos que descansen un día más. A Santa Cruz son dos horas a caballo. Caminando y sin conocer tardarían mediodía. Fueron días inolvidables. Carmen Julia colaborando con la cocina y Rafael atendiendo vacas.
El caritativo finquero que los hospedó y guiaba resultó ser hermano del sacerdote de Santa Cruz. La esposa preparó comida y queso para alimentarse en el camino. En Santa Cruz el Padre quien debía salir a Turrialba se ofreció a llevarlos. A las seis de la tarde llegaban a la estación del ferrocarril. La primera acción de Rafael fue localizar por teléfono al tío Pedro Luis en Anita Grande. Escuchó que la policía pasaba todos los días y que tratara de no volver al lugar…eso creyó…aunque tiempo después debería volver a esos caminos debido a las vueltas de la vida…
Heredia se convirtió en guarida por arraigo y parentescos. Los familiares los protegían alojándonos por cortas temporadas para no ser descubiertos. Llegaron a acumular mucho dinero. Por las tardes jugaban con los sobrinos tirando billetes al aire. El que lograba tomar mayor suma sin caer al suelo ganaba un premio. El nombre de Rafael era conocido a nivel nacional porque la policía lo perseguía como reo prófugo…sumamente peligroso.
Garita, conocida de Carmen Julia la sedujo a esconderlos en un lugar discreto sin molestar a familiares. Rafael tenía dudas, pero cedió ante la insistencia de su pareja. Garita los acomodó…la semana siguiente Garita relataba a la policía del lugar donde se escondía Carmonilla para capturarlo…sin oponer resistencia clavó su mirada en la de Garita. Estaba esposado y los custodios lo enrumbaban hacia el calabozo de Heredia…Carmen Julia rabiaba…
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