LA VOZ DE GOICOECHEA (Por María Beatriz Muñoz Ruíz).- Piscina, playa, montaña, modelito nuevo y un bolso recién salido del horno, sonrisa, pose y foto, ¿todos los influencer son descerebrados? ¿realmente lo creéis? Si es así, ¿los que los seguís también lo sois?
Pues no, lo que somos es una pandilla de envidiosos, la humanidad es envidiosa por naturaleza. Cuando somos pequeños y aún no se nos ha sociabilizado, lloramos cuando un niño tiene algo que nosotros queremos. Luego crecemos y no es que entendamos que no podemos tenerlo todo, sino que entendemos que, si no podemos tenerlo, debemos callar y envidiar en silencio a quien lo tiene.
Esa es otra de las ramas de la hipocresía, ¿recordáis el artículo en el que dije que la hipocresía fue la salvación de la raza humana? Pues aquí vuelvo a ratificarlo, lo que pasa es que muchos se creen aún en la infancia y se pillan pataletas y rabietas, e incluso algunos intentan quitarle el juguetito al otro.
Es cierto que fastidia haber estudiado cinco años de carrera universitaria, haberte sacado un master, haber estado otros cinco años opositando para una plaza o haber luchado para tener un trabajo estable, también es cierto que hay gente sin carrera universitaria que lucha cada día para llevar un sueldo a su familia y que alcance para los gastos mínimos, pero así podría seguir nombrando las muchas y variadas clases sociales, podría nombras a las personas que se han quedado sin trabajo y no les alcanza ni para dar de comer a su familia a pesar de tener estudios avanzados, pero la vida es así de injusta; podemos llorar, patalear y soltar por nuestra boquita muchas lindeces para desahogarnos, pero nada cambiará.
En estos tiempos, los puestos de trabajo han cambiado, no han desaparecido, se han transformado, es decir, las maquinas necesitan gente que las ponga en funcionamiento, gente de mantenimiento, informáticos y expertos en robótica…bueno, no soy una especialista en este tema, pero imagino que detrás habrá otros muchos puestos de trabajo.
Con internet llegaron las redes sociales, y con éstas, llegaron las influencer, algunas mejores y otras peores, porque ya sabéis que internet no tiene filtros, pero como dice mi abuela: “siempre hay un tiesto para una maceta”. Así que ahí están los que siguen a las influencer y youtube; entre ellos yo, sí, habéis oído bien, a mí me encantan ciertos canales de youtuber; algunos cuentan sobre historia o curiosidades, otros sobre libros y literatura, y otros sobre moda, porque no todos los que se ganan la vida en las redes son unos descerebrados.
Pero lo de las influencer no es nada nuevo, lo que pasa es que antes monopolizaban las revistas de moda y del corazón los mismos enchufados de siempre, los mismos que aparecían en televisión y en publicidad, los mismos que veías en el cine o en series, porque siempre eran los mismos, no había variedad, no existía oportunidad alguna para que alguien normal pudiera dedicarse a dar consejos de moda o dar consejos sobre cualquier tema. Antes, alguien que cantaba bien solo podía acceder a los medios por dos caminos; o por ser hijo o hija de… o tenías que gastar un dinero considerable en tu sueño.
Ahora, todos pueden acceder, y por muy estúpido que parezca, esto se ha convertido en una profesión, además, también podían parecer estúpidos los payasos, y, sin embargo, los niños se lo pasaban en grande con ellos, bueno, todos los niños menos yo, nunca me han gustado ni me han hecho gracia, pero me parece una profesión muy bonita, porque todo lo que sea sacar una sonrisa a un niño, siempre es bonito.
En fin, a lo que voy; las profesiones cambian al igual que la vida, y los que se la dan de intelectuales, deberían aprender a aceptar estos cambios, porque si el mundo no hubiese evolucionado, ellos ahora no tendrían ni ordenador para escribir sus libros y es gracioso que algunos critiquen a las influencer, mientras ellos publican sus libros en formato ebook e incluso se han pasado al audiolibro.
A eso se le llama hipocresía, vamos, lo que yo decía; la palabra que ha salvado al mundo de la extinción de la especie y la que sigue provocando conflictos entre los que se creen más, los que son más, los que desean ser más y los que envidian a los que son más.
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