Aquiles Taleno Lazo nació en Masaya en 1926. Recuerda con nostalgia y cariño los primeros años de una vida que cambió radicalmente ante la partida inesperada de su padre al llamado de la vida eterna. Iniciamos la entrega de su historia con un repaso a los primeros e inolvidables tiempos de su inocencia en el vecino País
LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando, Gapo).- A los once años, justo en las postreras de su niñez, el joven Aquiles disfrutaba del encanto y la belleza de los atardeceres en Masaya. Disfrutaba al máximo de las caprichosas y diferentes pinceladas multicolores delineadas en el horizonte en la hora crepuscular. Se consideraba un “guila” muy contento…dichoso y feliz. Le encantaba jugar al beisbol con sus amigos en las calles de su barrio…una sonrisa pícara lo delata mientras rememora esos gratos momentos, mas de pronto su mirada ensombrece al recordar que de repente y sin imaginarlo…todo cambió de la noche a la mañana. La inesperada partida del mundo terrenal de su padre se constituyó en la ruda sacudida a su existencia infantil porque para sobrevivir debió olvidarse de los bates y dedicar sus manos para adquirir el sustento familiar.
La década de 1920 marcó un momento dorado en el negocio del calzado hecho a mano lo cual dio inicio a una casta de virtuosos en la fabricación. Aunque el mercado tico competía con el nica, los mejores fabricantes del orbe eran los nicaragüenses e italianos.
Seis meses tenía de haber iniciado como aprendiz en el oficio que le sirvió de pasaporte en su existencia cuando escuchaba atónito la solicitud que su mentor y maestro hacía a su madre:
-Pido su consentimiento para llevarme a Aquiles a Diriamba por espacio de un año porque tengo que cumplir con un contrato durante ese lapso...lo voy a tratar bien, le prometo, como si fuera mi hijo y como padre seré bueno con él…permítame llevarlo. Ella se llevó la mano hacia el corazón y después le santiguó la frente.
El contrato del maestro era de modelista y alistador. Aquiles, bajo su apoyo y protección, se decantó por la delicadeza y precisión que requerían los alistadores para elaborar cortes al cuero lo cual hacía la diferencia entre producir una zapatilla o elaborar una pieza de colección, lo cual los convertía en mano de obra especializada y mejor remunerados. Ese año se convirtió en el primer escalón para la formación del futuro artista en el cuero sin imaginar lo que le deparaba el destino...
Transcurrido el tiempo estipulado Aquiles regresó a Masaya...para esos días un hermano de su madre sugirió que se trasladasen a San José de Chontales, lugar de previo conocido por el tío y con buen mercado para la zapatería, pero, aunque permanecieron tres años los resultados no cumplieron la expectativa. De San José de Chontales su madre retornó a Masaya y él, persiguiendo fortuna, emprendió camino hacia Esquipulas donde perseveró largo tiempo con resultados similares.
A los dieciséis años abandonó la esperanza desteñida del pueblo de Esquipulas retornando a su natal Masaya lo cual se constituyó en una experiencia cruel porque debido a la inexistencia de caminos la única manera de salvar distancias era a lomo de caballo o a pie. Con la única y última opción en la prolongada caminata tardó dos noches y tres días carentes de alimentación y durmiendo a la intemperie. En ese entonces la jungla predominante era pantanosa y en el trayecto no encontró riachuelos con agua fresca por lo que debió recurrir a charcas para saciar la sed. Mientras separaba el lodo con las palmas de sus manos miraba temeroso las huellas de animales salvajes que llegaban a refrescarse.
Varios meses después de haber regresado a su casa se presentaron las nefastas consecuencias con el comienzo de una fiebre incontrolable. El médico dictaminó que la tifoidea había provocado una infección de sangre la cual milagrosamente vomitó impidiendo que se lo llevara la parca...
Veintiún años, destreza en mente y manos, deseos de superación, su inseparable madre y una maleta fue la dote con que arribaron a la ciudad capital…Managua les sonreía…aunque jamás vieron la nube negra que se cernía sobre su amado País…
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