Historias de El Cañal: El Caballo Negro


En El Cañal después que los torbellinos de viento atentaron contra la casona pasó algún tiempo de tranquilidad sin acontecimientos sobrenaturales. Doña Paulina, en la mecedora del corredor y acompañada de su hija Camila, esperaba por las tardes ver aparecer la figura de Fulgencio bajo el árbol de papaturro para entonar el sonoro grito guanacasteco “guip guip” seguido de: Puleeee…él, en respuesta agitaba el sombrero con su mano…

LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando (GAPO).- Doña Paulina lo abrazaba al llegar y juntos pasaban al comedor donde esperaban las tortillas palmeadas con cuajada y la infaltable jarra con agua dulce. La preocupación por Pule se la había marcado la viejecita la cual ella estaba segura de que lo había conocido cuando atravesó su vientre con la mirada asegurando que era un hombre. En sus oídos resonaban las palabras “cuídelo mucho porque será una persona increíble” y con el tiempo se había dado cuenta que Hada llevaba razón.

Ella conocía bien a su prole, pero su corazón sabía que Pule era diferente. Aunque nunca comentaba, estaba segura de que el portal que había abierto con el más allá cuando niño no se había cerrado y aunque la conexión inicial había sido con la/os hermana/os difunta/os había escuchado que malos espíritus podrían aprovecharse y aprovechó la ocasión para preguntar:

-Fulgencio, ¿de dónde es un caballo negro y grandote que estos días viene detrás de vos?

-No se mami, me sale al paso y me ataja por el potrero de don Porfirio, siempre me lo sorteo entonces se viene detrás. La verdad, no vuelvo la mirada porque siento escalofríos.

Lo que no le dijo fue el descubrimiento que Camila y ella habían hecho en días anteriores. El trote del caballo no tocaba el suelo. Se deslizaba sobre una alfombra de aire flotando entre los matorrales. Tampoco le contó del rumbo del animal porque habían visto que se desvanecía después que él se enrumbaba a la Casona.

Al día siguiente doña Paulina sin decir palabra y a hurtadillas salió de la casona hacia el potrero de Porfirio. Buscó el lugar donde había entendido que aparecía el caballo y con una vara dibujó un gran círculo en la tierra. Marcando los cuatro puntos cardinales se hincó en cada uno de ellos con el Santo Rosario entre las manos y comenzó a conversar con la Virgen María.

Una semana después, doña Paulina queriendo averiguar le preguntó:

-Fulgencio, ¿se te volvió a aparecer el caballo?

-No mami, no sé qué se hizo, pero en su lugar ahora sucede algo diferente…

¿Queeeé contestó alarmada?

-No es para preocuparse, puede ser mi mente porque cuando paso por el árbol grande de cenízaro de la finca de Chalía escuchó un canto lejano con voz de mujer… 

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