…Yanira era asidua a los salones de baile que caracterizaron por varias décadas a la juventud de la época. Como residente de Ipís prefería los que estaban aledaños a Goicoechea. Por razones personales tenía bastante tiempo de no deleitarse con el ritmo de la cumbia. Cuando decidió retornar optó por buscar compañera…
LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando GAPO).- Los meses de inactividad social habíanle pasado la factura de la desactualización farandulera. De pronto se percató que desconocía cual grupo musical podría estar amenizando en El Hawái en Moravia o en El Yugo en Guadalupe. Esa era la realidad del momento en que decidió retornar a la rumba.
Con una vecina, pese a su mesura, a través del tiempo logró establecer un bonito lazo amistoso. Un sábado por la noche Yanira le pidió que la acompañara, escuchando una lacónica respuesta:
-Te agradezco, no me gusta el baile, nunca he ido a algún salón ni me atrae la idea.
La oferta se fue repitiendo hasta que un día escuchó:
-Si un día te acompaño te advierto que no te preocupes si te parece que no disfruto…yo soy así.
Dos ataviadas damas pretendiendo ingresar al salón El Yugo en Guadalupe toparon con un rótulo en la entrada: “Por fiesta de matrimonio hoy no hay baile”.
-No puede ser, murmuró Yanira a lo que su amiga contestó: -No hay problema, volvamos a la casa. - ¿Cómo se te ocurre?, vamos para otro salón.
Dos acicaladas y confundidas damas esperaron por más de pausados treinta minutos la aparición de un taxi. El conductor escuchó la voz autoritaria de Yanira: salón La Pista, en Llorente de Tibás. Al poco tiempo de recorrido el aire de la cabina del vehículo se fue haciendo difícil de respirar y súbitamente el auto se detuvo. El conductor levantó la tapa del motor humeante diciendo: -hasta aquí llegamos.
-No puede ser murmuró Yanira a lo que contestó Roxana: -otra señal, mejor volvamos a casa. - ¿Cómo se te ocurre cuando estamos más cerca de la diversión?
Dos emperifolladas, enredadas y cansadas damas que no habían logrado encontrar otro taxi en el camino ingresaban al salón La Pista cuando escucharon:
-Pueden entrar, pero no hay mesas desocupadas, bueno, excepto la del fondo.
Los bailarines que iniciaban el recorrido hacia la mesa del fondo quedaban atrapados por las manos del camino. Yanira tenía más de más de una hora taconeando sola cuando se levantó. -Nos vamos. Su amiga la siguió sonriente y a la salida varios taxis esperaban pasajeros.
Días después cuando las aguas habían retornado a su nivel Yanira comentaba a su amiga:
-No puedo creer, todo lo extraño que nos sucedió esa noche…y lo peor, a los días se hicieron los últimos bailes en el Hawái y el Yugo…
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