LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gonzalo García).- El formato SUV, con vehículos altos, poco aerodinámicos y pesados va en contra de todos los principios de la eficiencia que se requiere en un coche eléctrico. Sin embargo la oferta de este tipo de vehículos es cada vez mayor: ¿son un mal necesario para esta transición?
Los SUV eléctricos se han convertido en un reclamo para convencer a los compradores de que cambien a la movilidad eléctrica ofreciéndoles lo que más les gusta.
El mercado actual está plagado de modelos, eléctricos y de combustión, que tienden al formato SUV, conocido así respondiendo a las siglas Sports Utility Vehicle (vehículo utilitario deportivo). Un formato que se ha hecho muy popular pero que, sin embargo, no es el más adecuado para un automóvil. Suelen ser grandes (aunque hay muchos SUV en los segmentos más pequeños), pesados, con ángulos rectos y por lo tanto muy ineficientes en términos aerodinámicos. A menudo, ofrecen una relación tamaño/habitabilidad poco favorable. Es decir cumplen todos los requisitos del mal estudiante en términos de eficiencia energética y ecología. Sin embargo, en la transición a la electrificación es el formato más utilizado, ¿son un mal necesario que dará paso a vehículos eléctricos más lógicos y eficientes?
Que energéticamente los SUV son poco convenientes es una cuestión irreprochable. Hasta aquí la teoría, porque la práctica es ligeramente diferente. El SUV es el formato más popular entre los compradores y todos los fabricantes ofrecen al menos un modelo en cada uno de los segmentos en los que trabajan. Mejores o peores, estas máquinas suelen ser sus productos más vendidos. Entre las preguntas que quedan en el aire está si los fabricantes ofrecen SUV por su alta demanda o si los clientes los compran porque los ofrecen los fabricantes. El huevo o la gallina…
Pero, ¿qué es un SUV?
La noción de SUV ha venido modificándose con el tiempo. Anteriormente se correspondía con los vehículos todoterreno o 4x4, altos, cuadrados, con un aspecto poco agraciado. Pero las cosas están cambiando y ahora ofrecen líneas híbridas entre una berlina, un monovolumen y un todoterreno, aunque precisamente, esta última condición es la que casi nunca cumplen, puesto que pocas veces pueden adentrarse mucho más allá de una pista de tierra en buen estado.
Hoy en día es difícil saber en qué categoría encasillar a un Hyundai Ioniq 5, un Kia EV6, un Tesla Model Y o incluso un Dacia Spring. Los comentarios en foros y webs del motor crean la controversia y se hace difícil encajar estos modelos en una sola categoría. Básicamente todo el mundo está de acuerdo en que atacan formatos diversos.
Con todo esto, son una realidad en el mercado. Los SUV, todocaminos y crossover son muy populares y esta tendencia también afecta, y mucho, al mercado de los coches eléctricos. La oferta actual está sobredimensionada. No hace falta hacer un inventario exhaustivo: Audi e-tron, Audi Q4, Mercedes EQ(x), Hyundai Kona, Kia e-Niro, MG Marvel R, Ford Mustang Mach-E, BMW iX, Škoda Enyaq iV, Nissan Ariya, son solo algunos de los ejemplos más conocidos de un mercado que parece tener el favor por parte de los clientes. Un repunte que se confirma en cifras, ya que los SUV (térmicos y eléctricos) representaron el 43% de las ventas de vehículos nuevos a finales de 2021.
SUV y eléctrico, un matrimonio de interés
El SUV eléctrico no es una excepción a esta tendencia que lo convierte en el nuevo vehículo familiar, percibido como más práctico, más cómodo y, quizás erróneamente, más tranquilizador. Un papel que antes cumplían las berlinas y que luego se deslazó hacia los monovolúmenes, un formato que hoy en día prácticamente ha caído en desuso.
Los SUV son entendidos como coches para un uso tranquilo y sosegado, muy acordes con la conducción eléctrica, que requiere tratar con cuidado el acelerador para reducir el consumo por las limitaciones de la autonomía y la recarga cuando se conduce con cierta agilidad y deportividad. Los conductores han pasado gradualmente de un automóvil pasional a un automóvil práctico. Eficiente o no, los SUV se corresponden con esa nueva forma de movilidad a la que aspiran los “conductores eléctricos”.
También hay una razón técnica para que el formato SUV triunfe como coche eléctrico. Por su tamaño, el peso y volumen las baterías son más fáciles de ubicar en ellos, ya que es sencillo montarlas en la base de un vehículo alto y grande. Así se reduce la relación entre el tamaño de la batería y el tamaño del vehículo. De hecho, es más fácil colocar 100 kWh de batería en un Tesla Model X que 50 kWh en un Renault Zoe. Y también hay una razón económica: los márgenes de beneficio son mayores cuanto más grande es el vehículo.
Entonces, ¿es el SUV el paso obligado para una transición de los consumidores al coche eléctrico? En cualquier caso, es quizás un paso imprescindible antes de orientar masivamente el mercado hacia vehículos más adecuados a la transición energética y, por tanto, más ligeros, más aerodinámicos y más eficientes energéticamente.
Estados Unidos, un mal ejemplo
La tradición americana de vehículos de combustión grandes, pesados, poco eficientes y con consumos desmesurados se ha trasladado también a la transición eléctrica. Contra todo pronóstico, y contra ciertos prejuicios, los americanos, aficionados a las grandes mecánicas y a las pick-up V8 de tamaño gigantesco, también están dispuestos a pasarse a la electricidad, siempre que la oferta incluya vehículos que se correspondan con su forma de vida. Y parece que la fórmula está teniendo éxito: Tesla Cybertruck, Ford F-150 Lightning, Hummer eléctrico o Rivian R1T (este algo más contenido en dimensiones) tienen una cartera de pedidos muy abultada.
Los SUV del futuro
Si bien lo que se conoce actualmente como SUV está sirviendo para dar al público lo que quiere pero electrificado, muchos piden una transición energética más radical y más rápida. Puede ser que lo que hoy se denomina SUV sea sólo el símbolo de un cambio profundo en el automóvil y que esta denominación desaparezca con la electrificación masiva. En cualquier caso, los gobiernos no dudarán en dirigir el mercado, por ejemplo creando impuestos en función del peso (y de la huella) de los coches particulares, impuestos que, a diferencia de los actuales, también afectarán a los coches eléctricos.
Es posible que dentro de poco todo aquello que pese más de dos toneladas y mida más de cinco metros se convierta en una pieza de colección.
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