LA VOZ DE GOICOECHEA (José Luis Ortiz Güell).- La gratitud para algunas personas, y especialmente los políticos y su poder, es una carga que tienden a eludirla, cayendo en esa otra postura propia de la felonía, que acaba y extermina la buena fe de los esforzados ciudadanos solidarios en situaciones de gravedad y de la que se aprovechan desde las trincheras de la impunidad, soberbia y oportunismo. Y no saben, o no lo quieren saber, que la rectitud, como tantas otras facultades, es una calle de doble sentido, aunque algunos la consideren de una única dirección, especialmente algunos de ellos, sin importar los colores y las ideologías, y sólo buscan su propio beneficio centrado en la soberbia y aprovechamiento de las buenas voluntades de las personas de bien
La arrogancia suele ser la encargada de aniquilar el sentimiento de agradecimiento que debe habitar en los seres íntegros. Seguramente lo peor de la ingratitud es que siempre quiere tener razón. Esta lamentable y negativa condición humana en la actividad política encuentra su mayor caldo de cultivo.
¿Por qué lo afirmo? La pandemia ha sido uno de los escenarios en donde se ha comprobado, especialistas de la sanidad, transportistas, agricultores, y tantos otros han sido sus víctimas.
Este artículo quiere referirse especialmente a Diego Suarez, un prestigioso empresario español de Madrid que ha sido una víctima de esa ingratitud sin piedad y despiadada.
Un empresario que durante años ha llevado la marca de España con su propio signo de identidad, el espumoso con polvo de oro de 24 kilates, Vin Doré 24 K (https://www.vindore.com/es/) a medio mundo, Europa, Estados Unidos y otros continentes. Un hombre solidario y comprometido con numerosas obras sociales y ONG,s a lo largo de su larga trayectoria y un mentor del deporte entre muchas de sus facetas y vinculado e involucrado especialmente con el mundo de la cultura (https://qro360.com/tecnologia/hay-que-hacer-que-las-cosas-pasen-es-el-lema-que-cumple-diego-suarez-2/).
En tiempos de pandemia optó por ofrecer, arriesgando su patrimonio, en tiempos conflictivos, como otros tantos empresarios, del resto de España en situaciones extraordinarias.
Su organización y su estructura empresarial se ofreció para apoyar a un Estado en emergencia y en situación de excepción y gracias a sus posibilidades, a sus contactos, llegar a donde no llegaban muchos gobiernos. Un artículo que quiere agradecer a esos solidarios empresarios que ofrecieron sus empresas para la labor de aportar material necesario (mascarillas, etc…) que en esos momentos habían disparado sus precios en un mercado mundial que se asemejaba más a un bazar oportunista que a un mercado “justo” y regulado.
¿Acaso nos hemos olvidado de que fletar un avión para traer el cargamento de mascarillas ya costaba sólo la escandalosa cantidad de 500.000 euros, aparte de la mercancía con unos precios desbordados? ¿Hemos olvidado que eran ellos lo que asumían el coste, que había que pagar por adelantado, así como los riesgos antes que la Administración restituyera los mismos? ¿Acaso no somos conscientes como paga la Administración, con al menos tres meses de diferencia, por la burocracia? ¿Ignoramos que muchos de ellos perdieron sus empresas por correr esos riesgos y asumir esas responsabilidades, en un momento en el que en España cerraban 122 empresas diariamente?
En ese momento era necesaria e indispensable esa aportación de esas personas para poder afrontar una de las situaciones más conflictivas y duras que superaba a la mayoría de los gobiernos en el mundo.
Ahora en tiempos de convulsión, momentos en los que la política se ha convertido en un campo vergonzante de reproches e insultos, y no por la sociedad, sino por sus propios intereses y por sus deseados “sillones” y acomodos diversos muy alejados de intereses de la sociedad y su bienestar.
Ahora es el centro injusto de esa situación en la que el Estado de excepción marcaba la pauta del momento y son los que ahora pagan la incapacidad y la incongruencia de la administración, de los políticos, especialmente y no por supuesto de esos funcionarios que también aportaron lo mejor de ellos mismos en ese momento, y todo ello por salvar su supuesta “dignidad “ terminando con la que les correspondería por justicia a aquellas otras personas solidarias que dieron más de lo que podían en esos momentos.
Un nombre propio, un gran hombre, persona y empresario es objeto de esa ingratitud y ese el caso de Diego Suarez, en momentos que se potencia la mediocridad y se destruye la excelencia.
¿Qué se puede esperar de esos políticos y gobiernos que abandonan a la peor de sus suertes amparándose en la ingratitud y deslealtad en su propio interés a hombres de tal magnífica talla personal y profesional?
Por desgracia nada y desgraciadamente eso está al orden del día y por ello dedico este artículo, y reconocimiento a ese gran hombre y empresario Diego Suarez, íntegro y con una larga, responsable y solidaria trayectoria profesional, lo mismo que otros miles de personas víctimas de esa misma desconsideración y deslealtad.
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