José Jirón Terán: el amoroso y apasionado de Rubén Darío


Por 
Pedro Alfonso Morales

LA VOZ DE GOICOECHEA.- 
Nació el 06 de julio de 1916, el mismo año en que falleció Rubén Darío, como si el destino tratara de ungir y conectar el espíritu de quien se convertiría con el tiempo en el mayor y más apasionado devoto del padre modernista y nicaragüense.

Vale destacar —como dice Fernando Centeno Zapata (León, 11 de mayo de 1921- 09 de julio de 2000) -— que la madre de José Jirón Terán, asistió a las honras fúnebres del poeta de los cisnes, cuando el niño tenía cuatro meses de vida en el vientre de su progenitora.

Allí está el punto de conexión cultural e histórico del amado y del amador.

Hijo de Concepción Jirón Díaz, [Conchita] una santa y valiente mujer, obrera, y de Francisco Terán Gurdián, proveniente de la alta sociedad leonesa. Abandonado por su padre, José vive al lado de su madre, quien ejerce su amor de protectora a través de su trabajo, para criar y educar a su hijo de la manera más honrada.

Escribe don José Jirón Terán en Memorial de José Jirón Terán:

En sus trabajos mi madre tuvo una venta en el cine Excélsior, propiedad de los hermanos Orozco Taleno; yo le ayudaba a mi madre en los menesteres de ir a comprar las lecheburras, los cigarrillos, fósforos, chiclets, chocolates, y otras baratijas que vendíamos en la esquina, como digo, del cine Excélsior, ubicado en sentido opuesto a la esquina suroeste del Parque Central, actualmente es el Teatro González (Vida y obra, UNAN, 2005).

José aprendió a leer en las escuelitas privadas del vecindario. A sus diez años asistió a la primera escuela formal que regentaba el padre Félix Pereira y Castellón, hermano del Obispo Simeón Pereira y Castellón, la que se ubicaba en su casa, situada en el costado sur del Colegio La Asunción.

Por los peligros de la guerra de 1926, el padre Félix Pereira y Castellón, trasladó la escuela a la casa de un señor de apellido Meléndez, en el costado sur de la iglesia de San Juan.

Luego, ingresó a segundo grado al Colegio Beato Salomón de los Hermanos Cristianos de La Salle, donde aprobó hasta quinto grado. En 1929, a la edad de 13 años, se graduó en mecanografía en el Colegio Técnico Práctico de Romeo Matamoros.

En 1931 su madre lo envía al taller de mecánica del maestro José Francisco Vallecillo, donde aprendió las técnicas de la herrería.

En 1933 obtuvo el título de Tenedor de Libros, en la Escuela de Contabilidad de Leonardo J. Montes. Y con el título en la mano, buscó trabajo y no lo encontró. Primero, en la Casa Bunge, pero el gerente, don Edgard Ahlers, le ofreció de barrendero y no aceptó.

En ese estado, buscó en la noche a su padre, José Francisco Terán Gurdián, mayor de la GN en Granada, quien había llegado a León.

Don José Francisco —le dijo— deseo hablar con usted, se levantó y me recibió a dos varas de distancia de donde estaba sentado, le enseñé mi título y le dije que si me podía conseguir trabajo en su oficina en Granada. Me dijo que sí, pero no lo cumplió; le escribí una carta recordándole su ayuda, la que tampoco me contestó, otro domingo fui a su casa y al preguntarle por el trabajo que le había solicitado, me dijo que no se podía, entonces le dije que me diera de raso en la Guardia Nacional, no —me dijo— allí te corromperías (Vida y obra, UNAN, 2005).

El doctor Roberto Buitrago, esposo de Merceditas Hernández, pariente de su madre, habló con el señor Evenor Gurdián, gerente de la Empresa Aguadora de León, quien le ofreció de ayudante de contabilidad en apoyo de Antonio González Pozo, el contador de la empresa, de quien se hizo gran amigo. Luego, en la misma empresa, le ofrecieron el puesto de Cobrador y lo aceptó por su mejor sueldo.

Por sus inclinaciones a la literatura, recibió invitación para las reuniones los domingos en casa de doña Clementina Quelquejeu de Fernández, donde se estudiaba Teosofía. La Logia que funcionaba en esta casa se llamaba Krishnamurti.

Allí se hizo amigo de don Cristian Elías Toruño, gran colaborador y consejero de muchos años, a quien al cumplir un año de su muerte le preparó en su homenaje el libro Corona fúnebre, en el cual incluyó sus poemas y prosas del cual don José era el depositario.

Por su amistad con doña Clementina, conoció a su hijo Fanor Fernández, quien le ofreció trabajo en su Oficina de Agencias y Comisiones, dedicada a la compra de algodón, ajonjolí y otros granos.

En 1942 Fanor es nombrado gerente del almacén D. G. Langshaw en Managua, por lo que don José Jirón Terán, asume la responsabilidad de la agencia de telas y otros artículos en esta ciudad de León.

Así que colocaba las telas y los artículos en León, Chinandega, Corinto, Chichigalpa y Telica.

Un año después renunció a su trabajo con Fanor y se instaló en su propia tienda de telas y electrodomésticos en la ciudad.

Su labor comercial fue tan exitosa que hizo importaciones de mercaderías de Estados Unidos, Japón, Suiza, China, Alemania, Panamá, y Checoslovaquia.

En 1945 se asoció en la agricultura con Bernabé Valladares Portocarrero y sembraron cien manzanas de ajonjolí en Posoltega, y con las utilidades y ahorros, compró la casa ubicada de la esquina que se conoce como Aserrío Pereira 70 varas al sur.

Allí vivió con su madre Conchita, su hermana María Lourdes y algunos de sus hijos. Ese año ingresó a la Cámara de Comercio de León, por gestiones del poeta y profesor Octavio Quintana González.

En 1956 le propone a Fanor Fernández viajar a México y Nueva Orléans. Así inicia una carrera de amor y pasión por Rubén Darío, cuando descubre los primeros libros del poeta de los cisnes: Dice:

Un día de abril de ese año llegamos a la capital de México y visitando una librería, le pregunté al encargado que si tenía libros de Rubén Darío, me contestó que no y me dice que no lo conoce, recorrí los estantes y me encontré con dos ejemplares del Canto épico a las glorias de Chile y otros cantos, por Rubén Darío, edición sin año, pero es de 1929, se los llevó al cajero y le digo que cuánto valen, me dice que cincuenta centavos cada uno, y le digo sorprendido a mi compañero: ¡Don Fanor, qué barbaridad, Rubén Darío vale cincuenta centavos mexicanos, cuatro centavos de dólar y veintiocho centavos de córdoba y no lo conocen en México, voy a hacerle una Biblioteca! Así fue cómo ahí en el mismo México compré los Cuentos completos de Rubén Darío, que había editado Mejía Sánchez y otros libros que traje conmigo a Nicaragua (Vida y obra, UNAN, 2005).

El 14 de agosto de 1957, fue aceptado como miembro del Club Rotario de León, solicitud que había hecho a su amigo Modesto Armijo Lozano, gran orador, escritor y diplomático, quien había llegado a León como catedrático de la Universidad de León, y como representante del Ministerio de Educación.

En cierta ocasión, el doctor Armijo le mostró un álbum dedicado al comerciante José León Leiva, honesto matagalpino, donde escribían por su labor monseñor Lezcano, Mariano Fiallos Gil, y el propio Armijo Lozano. Y le pidió que escribiera su homenaje:

¿Qué está pensando usted, doctor? Si yo nunca he escrito nada, porque no sé escribir.

Y él me replicó:

Así como habla, escriba.

Quedamos en que lo escribiría… Tuve la idea al escribir sobre José León, de hacer hincapié sobre el proyecto que él tenía de unir las Segovias con León por carretera, además de mencionar sus honestas virtudes… Es así como yo empecé a escribir artículos… (Vida y obra, UNAN, 2005).

En 1965 el gobierno de Nicaragua lo designó como parte de la comisión que viajó a México para la repatriación de los restos del doctor José Madriz, expresidente de Nicaragua. Dos años después, el gobierno de Nicaragua lo nombra miembro de la Comisión Nacional del Centenario del nacimiento de Rubén Darío, cuyas celebraciones se avecinaban.

En 1970 la Editorial Universitaria, publicó el libro Por la senda del istmo del doctor Armijo Lozano, cuyo prólogo fue elaborado por don José Jirón Terán. Y agrega la anécdota que es una protesta:

El libro no salió con todos los escritos que el doctor Armijo había elaborado para su publicación, porque el ingeniero Ernesto Gutiérrez, de origen granadino y director de dicha editorial, le suprimió más de cien páginas, las que botó en el cesto de la basura… Un día encontré en el barril de la basura catorce libros del doctor Andrés Rodríguez Ramón y le dije que por qué los había botado, —porque no servían para nada— me contestó, y que si yo los quería me los podía llevar, y me los traje para mi casa. Uno de ellos era Desde el otro azul, editado en California en 1959; este escritor español escribió otro libro sobre Rubén Darío y varios folletos del mismo tema en diferentes idiomas en el año de 1967 (Vida y obra, UNAN, 2005).

José Jirón Terán, entregó su alma al Creador, el 29 de marzo de 2004, siendo una pérdida sentida entre aquellos que compartieron su labor desde los libros de Rubén: con una veintena de libros, más de 80 distinciones y reconocimientos, y una biblioteca con más de 13 mil libros, sin contar revistas, recortes de periódicos, álbumes, folders con documentos importantes, 18 hijos que se han multiplicado en nietos y bisnietos del patriarca dariano. Toda una joya bibliográfica de valía incalculable.

Algunas distinciones y reconocimientos de don José Jirón Terán:

Medalla de Honor al Mérito, por el Benemérito Cuerpo de Bomberos de León, 1964; “Orden de Rubén Darío” en el grado de Comendador, elevado: honor que se le concede a los beneméritos servidores de la Patria y la Comunidad, por el Presidente de la República, 1967; “Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío”, condecoración del gobierno de Nicaragua, 1982; Miembro de Número de la Academia Nicaragüense de la Lengua, 1993; Hijo Dilecto de la ciudad de León, 1995; Orden del Libertador Simón Bolívar en el grado de Gran Oficial, Presidente de Venezuela, 1997; Doctor Honoris Causa, por la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, 1999; Placa de reconocimiento del Centro Nicaragüense de Escritores, 2003.

Anotemos ahora sus publicaciones, como fruto de su arduo trabajo de investigación, recopilación, ensayos, recortes de periódicos, anotaciones, y tantos detalles de labor literaria por Rubén Darío:

Investigaciones en torno a Rubén Darío, 1981.

La obra, como su nombre lo indica, presenta investigaciones relacionadas con la vida y la obra Rubén Darío, muchas de las cuales sirven para aclarar, explicar, refutar o argumentar hechos u opiniones vertidas por personajes del estrato social y literario nacional o mundial, con premios o sin premios. La primera parte del libro se titula Contribuciones al estudio de Rubén Darío, escrito por Jorge Eduardo Arellano y la segunda parte contiene el trabajo de don José Jirón Terán, titulado Investigaciones en torno de Rubén Darío.

Escribe el dariano:

Sin ánimos de polemizar con nadie, le decimos al señor Peña —Premio Nacional del Centenario Rubén Darío, 1967— que, a pesar de lo que él afirma, en las Universidades de los Estados Unidos de América, se está estudiando a Darío de tal manera, que se han producido alrededor de cincuenta tesis doctorales y disertaciones de maestros sobre su obra. La última tesis de que tenemos conocimiento, se intitula: Modernismo in arte y letras (1904-1911), por M. Happer, en la que transcribe un poema inédito de Rubén Darío. Estos estudios tienen más mérito por ser un país de lengua inglesa en donde se verifican (Jirón: 1981)

Por los caminos de Rubén Darío, 1999.

El bibliófilo y el investigador aparecen en cada libro del autor. Así, el apasionado José Jirón Terán va por los caminos de Rubén Darío, y por los otros caminos, otras vueltas, revueltas, codos y recodos, o veredas; tal vez no hay olor a Rubén, pero es necesario transitar; quizás haya una letra azul, una palabra suelta del poeta, un lápiz, un cuaderno, un suspiro dariano, una melena de su pelo, o el más grande hallazgo literario de su vida. Ése es don José Jirón Terán.

Y tenía una forma particular y especial para decir las cosas, que uno lee su libro, y parece que conversa con el José azul de Rubén, y se escucha su voz contando la historia o la anécdota del poeta, con franqueza y sencillez, con voz de enamorado escritor:

A continuación, voy a describir los aspectos formales de las siete primeras ediciones de Azul… desde 1888 que nació la primigenia en Valparaíso, hasta 1912 que fue publicada la séptima, otra vez en Valparaíso, por la editorial El Libro Barato, la cubierta de la primera dice así:

Rubén Darío

Azul…

I Cuentos en Prosa

II El Año Lírico

Valparaíso, Imprenta y Litografía Excélsior,

14 calle Serrano, 14 MDCCCLXXXXVIII.

La extensión es de XXXIV en romanos más 133 páginas numeradas y 5 sin numerar, incluido el índice y el colofón.

El tamaño es de 20 x 14 cms.

La cubierta está impresa en letras negras, con excepción del título del libro que está en azul. El papel de la cubierta es blanco, de la misma calidad del resto del libro. En la portada se lee exactamente lo mismo que en la cubierta (Jirón, 1999)

Así era don José, así de preciso, así de exacto, así de devoto, así de santo, así de apasionado si se trataba de Rubén Darío, su padre, su maestro, y amigo desde la infancia: el amoroso de Rubén Darío.

Prólogos de Rubén Darío, 2003.

El libro de mayor trabajo y grandes desvelos: al menos invirtió 30 años de ardua labor, pero fue la obra que menos gozó y disfrutó don José Jirón Terán. La causa quizás se deba a que se publicó apenas tres meses antes de su muerte. Cuando le pusieron el libro en sus manos, ya no lo celebró como antes.

Por eso, tal vez, vale la pena transcribir la primera página de la introducción del libro, porque don José muestra su entusiasmo, su pasión, y su trabajo sin descanso en uno de los temas que más le fascinaba en la investigación: Los prólogos de Rubén Darío.

He aquí un tema que me ha fascinado conocer, estudiar y trabajar literariamente desde hace más de treinta años; me refiero a los Prólogos escritos por Darío en vida y publicados en esa misma época, acerca de los cuales, en mis investigaciones, he llegado a recopilar 38 en prosa y 14 en verso. A mi juicio, pueden clasificarse así:

1. Los prólogos especialmente solicitados a Rubén para tal efecto. En este caso figura Juan Ramón Jiménez, quien interrumpió la edición de su libro Ninfeas, esperando el ansiado prólogo, y Ramón del Valle-Inclán que, en carta de septiembre 8 de 1911, le dice a Rubén: “¿Y mi prólogo en verso?”

2. Los prólogos que eran semblanzas o artículos de Rubén que los agraciados por él los incluyeron en esta forma en libros que publicaron.

3. Prólogos que algunos editores de libros los incluían como prefacio de Darío para avalarlos. Uno de ellos fue don Joaquín García Monge —patriarca de la cultura centroamericana— que publicó varios libros en San José, Costa Rica, con prólogos de Rubén Darío.

4. Prólogos frustrados de Rubén, es decir: los que escribió para algunos libros de sus amigos y que estos no lograron publicar. Entre ellos están Narciso Tondreau, chileno, Manuel Serafín Pichardo, cubano, y Luis H. Debayle, nicaragüense.

Quiero recalcar que me refiero, única y exclusivamente, prólogos publicados en vida de Darío; pues los escritores que, ya muerto nuestro genio poético, han incluido en sus libros como prefacios escritos con los que él los había favorecido, esos no los tomo en cuenta (Jirón, 2003)

Las obras completas de José Jirón Terán, son las siguientes:

Bibliografía General de Rubén Darío, 1967; Homenaje a mi madre Concepción Jirón Díaz, Corona Fúnebre, 1972; ¿Qué es un Club Rotario?, 1974; Más sobre Rubén Darío y Francisco Valiente, 1975; En torno al Himno a Bolívar de Rubén Darío, 1980; Rubén Darío, primigenio, 1980; Bolívar y los nicaragüenses, 1983; Bibliografía activa de Rubén Darío, Diez cartas desconocidas de Rubén Darío, 1984; Bibliografía de Rubén Darío en la Prensa Mundial, 1991; Los limos más hondos y secretos de Rubén Darío, 1992; Quince prólogos de Rubén Darío, 1997; Prólogos de Rubén Darío: vasos comunicantes de las letras españolas e hispanoamericanas, 1997; Rubén Darío en la Prensa Mundial, dos tomos, 1999; Ensayos darianos, en colaboración con Arellano, 1999; Cartas desconocidas de Rubén Darío, en colaboración con Arellano y Valle Castillo, 2000; Rubén Darío, visto por Juan de Dios Vanegas, 2003.

En fin, tenemos un compromiso con el hombre del compromiso y el trabajo, una deuda con el amoroso y el apasionado de Rubén Darío, una responsabilidad de conectar a los jóvenes con don José Jirón Terán: allí están sus obras que deben ser completadas y publicadas; allí está su biblioteca con más de 13 mil libros que debe ser resguardada y protegida por las autoridades locales y nacionales, como homenaje a quien no escatimó un centavo a favor de la cultura y la obra del más grande cantor de América. ¡Allí está el hombre!

Y, sobre todo, pensar cómo piensa su viuda, doña Yolandita Padilla de Jirón, que ella no es eterna, y alguien tiene que cuidar, proteger y divulgar la vida y la obra de don José Jirón Terán. ¿Acaso será una posibilidad la Fundación José Jirón Terán en la ciudad de León para que guarde su pasión y amor por Rubén?

Telica, León, Nicaragua, 07-14 de enero, 2013 / 06 de marzo de 2022.

Sobre el autor

Pedro Alfonso Morales Ruiz (Telica, León, Nicaragua, 13 de mayo de 1960) es poeta, escritor, músico y profesor con licenciatura Lengua y Literatura y una maestría en Lengua y Literatura Hispánicas por la UNAN-León y Alcalá de Henares, España, y con una especialidad en Literatura para Niños y una licenciatura en Derecho.

Ha publicado 2 novelas, 12 libros de cuentos, 8 libros de poesía, 5 libros de textos desde 2005, 5 caligrafías desde 2017, 5 libros de ensayos y 1 antología.

En los siguientes enlaces conocerás más de su trayectoria literaria: 

Literatura, música y docencia de Pedro Alfonso Morales: https://www.acicnicaragua.org/wp-content/uploads/2020/11/Memoria-Pedro-Alfonso-Morales.pdf

https://panamapoetico.com/pedroalfonsomorales

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