Por Gerardo A. Pérez Obando (GAPO)
Raimunda tuvo dificultad para conciliar el sueño en noches previas al ansiado viaje rumbo al sur. Puerto Cortés se había convertido en quimera…soñaba con el ingreso a una ciudad reciente, más grande y desarrollada que Puntarenas…hasta su cuasi llegada
LA VOZ DE GOICOECHEA.- Rigoberto Rojas comenzó a juntar las pertenencias ideando la manera para que no cayeran en fango interminable de la selva mientras con mirada cargada de sorpresa respondió a Raimunda:
-No sé en qué rincón estamos, pero a lo hecho pecho, de peores situaciones hemos salido triunfantes, la vez que cedía el paso a la futura generación. José, Francisca, Donata, David y Daniel tomaban el frente.
Habían transcurrido algunos minutos cuando el poderoso ronquido de un motor fuera de borda rumbo al embarcadero llamó su atención y escuchó, entrecortado por la brisa, su nombre.
Los dos gringos que esperaban el arribo se habían retrasado, pero una vez a bordo del lanchón metálico se dirigieron hacia el playón en la otra orilla del río donde un enorme campamento con igual rotulación destacaba:
United Fruit Co. – Management -
Después de instalar a la familia en carpa aparte, se reunieron con Rigoberto para comentar los alcances de su contratación y el área destinada a limpiar archivada en grandes mapas entre rotafolios. Habían llegado antes del mediodía con más de diez horas de estar en ayunas cuando don Rigo preguntó si había algo para comer. Se asomó al armario señalado por los gringos colmado de comida enlatada, a lo cual comentó:
-No, no me refiero a ese tipo de comida…
Media hora más tarde bajaban de la ranchería ribereña con pollos, tepeizcuintes, yuca, elotes y todo lo comestible que pudieron comprar. Raimunda estaba a la espera en el improvisado fogón pegado a la montaña.
Por una semana los gringos se olvidaron de la comida enlatada saboreando deliciosos manjares preparados por las manos de Raimunda mientras ella, convencida de la rudeza de su vida, comenzaba a opacar el sueño donde se veía desembarcando de un elegante barco en un amplio muelle con una hilera de coloridas volantas a un lado, haladas por hermosos caballos y esperando a la/os viajera/os con un culto y guapo conductor que la tomaba del brazo para ayudarle a subir a la carroza mientras escuchaba:
-Bienvenida doña Raimunda. Que lindos zapatos de charol, se le ven espectacular. Señora, antes de llevarla a su residencia permítame un paseo para que conozca junto a su familia las bellezas del exótico Puerto Cortés…
Nunca se atormentaba. Su mente la transpuso hasta Cañas, pero sus ojos no emanaban llanto porque el pozo de los sollozos se había escurrido mucho tiempo atrás.
-Mañana nos vamos, le dijo Rigoberto mientas se acercaba. Tenemos que llevar bastantes provisiones porque vamos con una cuadrilla de ciento cincuenta hombres. Vas a ser la primera fondera oficial de la compañía bananera.
No preguntó para donde…conocía las montañas y sabía que cualquier punto donde arrancara la expedición sería la misma semblanza. Le parecía irónico que después de la arriesgada travesía de más de ocho horas sobre el mar no hubiese llegado al pueblo de Puerto Cortés que en lejanía al otro lado del río lograba distinguir algunas edificaciones entre los espacios que permitía el gran manglar.
Se reconfortó pensando que el cambio de vida que tanto había implorado al Criador comenzaba a gestarse en la montaña como signo de purificación…otro momento sería el destinado por Dios para conocer Puerto Cortés.
La década de 1930 estaba en su punto de equilibrio. Mama Munda nunca supo que fue la primera matrona colonizadora de la zona bananera del sur compartiendo el honor con sus hijas Francisca y Donata en adolescencia…
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