En esta obra, la séptima que publica, el novelista recorre maravillosos lugares entre el río Magdala y Agua Viva, “el último pueblo de aquel peñasco de montaña...” en donde se recrea la historia
Reseña literaria de José Luis Ortiz Guell
LA VOZ DE GOICOECHEA.- El escritor, nombre con el cual se referencia al protagonista, va a donar a las Bibliotecas Públicas de varios municipios, durante tres días, algunas de sus novelas de ficción social. Durante aquel periplo, que inicia en la madrugada de un miércoles brumoso cuando sale de la caótica urbe capitalina, se encuentra con diversos tipos de personajes, protagonistas en su respectivo tramo. Los primeros son los de carne y hueso y sus complementarios: apariciones con las que el escritor cree haber interactuado. La segunda categoría la constituye el paisaje, la geografía, a la que el escritor llama “la ruralidad”. La tercera la encarna la compleja y atropellada historia social de aquel país subcontinental. Cada uno de estos interlocutores tiene su parlamento y momento para contarle al escritor, denunciar o develar, y a su manera, lo que piensa, siente, sufre o afecta...
Hay que destacar de esta novela la estructura que adopta, además de estar escrita a dos voces, lo que podría confundir al desprevenido. Se observa una íntima actuación con los personajes que son llamados a participar en el baile de la VIDA. En el transcurso del inicio el lector ya los conoce, por lo que empieza a contextualizarlos dentro del círculo en el que se mueven. En ese momento aún no ocurren muchas cosas, por lo que podría parecer ausencia de trama —en el sentido de enredo—, aunque sí hay asomos al respecto, y bastantes, en cuanto a su urdimbre, algo que el lector percibe a los pocos capítulos leídos y en los que se recrea, imposibilitándole parar hasta llegar al final.
Dicho esto, alguno se preguntará: ¿y dónde aparece la excepcionalidad de esta novela, en qué consiste su atractivo?
La magia de ‘El valle de las apariciones – Novela coral’, radica en el hechizo que provocan, al menos en mi persona así fue, dos elementos, ambos fundamentales y necesarios. En primer lugar, hay que entender y valorar la creación de un auténtico TEJIDO DE SENTIMIENTOS. Este se instala en las mentes de los protagonistas y los liga mediante una multiplicidad creciente de relaciones en las que se entremezclan el amor, la amistad, el interés personal, el hastío, la envidia, el orgullo, el sometimiento… Al ser vínculos dinámicos, para nada estáticos, ese tejido es elástico, se modifica y evoluciona constantemente hasta extremos que dejan estupefacto a un lector que jamás creyó que aquello llegara tan lejos. Seguramente la extensión de esos sentimientos no bastaría para entretener ni emocionar si el autor no hiciese, además, una exhibición constante de recursos expresivos que son los responsables de la intensa exteriorización de lo más íntimo, aunado con la facilidad de la divulgación de lo más visible y su máxima exteriorización, y en la que los personajes se mueven con una extraordinaria soltura.
De manera inexorable, y página tras página, el lector es succionado por un torbellino creciente de emociones y tensiones, y puesto a sacar una conclusión, se podría decir que es el amor, la vida, lo que impulsa los movimientos de cada personaje, pero en el fondo lo que se muestra es la realidad en su máxima expresión... ¡y sin maquillaje!
Los recursos expresivos permiten conectar esos vínculos personales que se establecen y generan un especial interés e indeclinable por su lectura. Una lectura que te atrapa desde el inicio, cuando al escritor se le ‘aparece’ el primer personaje en La Vega de Butulú, esfumándose en el siguiente pueblo, en donde interactúa con el barrendero de Cañas Dulces. Luego, ya en Villa Remanso, el tercer pueblo de la correría, el escritor, caído en las garras de la imaginación, se topa, entre otros, con la Bella Morena Triste... y así en cada lugar por donde pasa hasta llegar a Agua Viva y le toca recoger a doña Aparición. Sombra de mujer que, así como surge en medio de un aguacero agorero, desaparece frente al cementerio de Pradera.
Aunque el desenlace se asoma desde el inicio, solo hasta llegar al final la piola se desenreda por completo... ¡tal vez!
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