Por Gerardo A. Pérez Obando (GAPO)
LA VOZ DE GOICOECHEA.- El encanto mágico de la zona bananera sur perdurará por siempre entre los que llegamos al mundo en ese rincón del planeta entre mil novecientos cuarenta y sesenta. De esas dos décadas mucha/os han partido y la mayoría transitamos en el atardecer de nuestra jornada. Cada una/o de la/os nativa/os poseemos nuestra historia y experiencia individual. Tuve la suerte de recoger vivencias enmudecidas por el destino que mis padres dejaron y deseo compartirlas antes del capítulo final.
Nací en la Uno, pero mis recuerdos comenzaron a activarse en Finca Cinco cuando escuchaba que la sigatoka había provocado el cierre del lugar en que dejé mi ombligo y la selva comenzaba a recobrar el poderío que una vez le habían usurpado e igual desgracia se vaticinaba para la cercana Seis lo cual confirmaba Santamaría uno de los pocos trabajadores que esperaban su inminente traslado.
La Finca Cinco fue grande (el lugar donde nacieron mis recuerdos primarios). La planta de Sigatoka (siempre separada de la población) estaba diagonal al club de trabajadores y los separaba la línea del FC del Sur y la característica carretera de piedrilla blanca que culebreaba desde Palmar Sur uniendo los plantíos de banano. El club lo administraba Carlos Chavarría un soltero que venía de Moravia.
Había cuatro tipos de barracones con uno exclusivo para solteros. El Dispensario lo atendía don Guadalupe Fonseca. Su esposa se llamaba Virginia Ortega.
Frente al Dispensario estaba la escuela. Las maestras eran las “Niñas” Elisa de Carvajal (+) y Selma Pennigton de Jensen. El esposo de la “Niña” Elisa era Rafael Carvajal. Mi primera maestra fue la “Niña” Selma, esposa de Mr. Jensen, el “Mandador” de la finca.
El ferrocarril estacionaba en el comisariato donde “Queco” abandonaba el vagón del hielo con las indispensables altas botas altas de hule y con grandes tenazas metálicas montaba las marquetas para meterlas al congelador y cubrirlas con aserrín bajo la supervisión del administrador Carlos Barrera.
Una mañana (sin escucharse ruidos en la noche) la plaza de futbol de Finca Cinco amaneció invadida por una gran carpa de lona con otras pequeñas en su periferia.
El circo permaneció varias semanas (y en el mismo silencio se marchó). Unos años después regresó trayendo convertidas en mujeres a varias niñas que se habían unido a la aventura a la vez que algunas de las actrices habían abandonado la farándula buscando la estabilidad que no habían encontrado en sus viajes.
En la mente de quienes recordamos el episodio quedó la cadencia del agradable son de la Cumbia Sampuesana conque invadía el ambiente por las noches sin robarnos el sueño.
Fue la finca de “Neno” Vargas, Nuria, Meltzer, Orlando, Zacarías Obando (+), Byron Rosales, José Ángel Canales…corría el dinero…nunca se habituaron festejos ni regalos…la navidad se vivía con respeto y amistad sincera…
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