El 1932 la escuela central de Esparta comenzaba el curso lectivo con cambio de timón
Por Gerardo A. Pérez Obando (GAPO)
LA VOZ DE GOICOECHEA.- El primer día de clases, el alumnado recibió la bienvenida en un breve y agradable mensaje en boca de un culto y apuesto instructor de carácter jovial y bastante comunicativo que en poco tiempo se ganó el cariño de educadores y educandos.
Don Uladislao Gámez Solano vivía en Puntarenas, pero por razones académicas se estableció en el pueblo para la temporada lectiva.
Su gran preparación académica parecía reñir con los escasos veinte años que aparentaba y parecía disfrutar la triple función oficial desempeñada más otra pasión personal a la cual dedicaba tiempo después de terminar lecciones.
Combinaba tres funciones a la vez. Era director del centro educativo, maestro de sexto grado y profesor de música para todos los niveles.
Alberto estaba en segundo grado cuando se ganó su simpatía sin pretenderlo. Al segundo día de clase ingresó a la escuela doña Rosario Pérez Solera quien con tono alterado mostraba a la “Niña” Ninfa Córdoba un manuscrito doblado.
La profesora trataba de explicarse, pero a doña “Chayo” los oídos de la escasez no la dejaban escuchar razones ya que cuando visitaron su casa para la matrícula, y observando las condiciones de penuria en que vivían, convinieron en ayudarla con la adquisición de materiales.
El director Gámez levantó su mano y la maestra la tomó del brazo para guiar a la madre alterada. Cuando retomaron el tema, doña Chayo, un poco más calmada les hizo saber otro inconveniente que no había expuesto: la nueva exigencia del uniforme escolar que le sería imposible conseguir.
Don Lalo, pidió consentimiento con la mirada a la Niña Ninfa y le reafirmó que además de cuadernos y libros, también le iban a proporcionar una camisa blanca y el pantalón corto de mezclilla. Doña Chayo agradeció el gesto e indicó que haría lo imposible para conseguir otra mudada.
Alberto escuchaba por la tarde del resultado de la visita en la escuela y su preocupación porque al siguiente año ingresaría su hermano José Ángel.
Algunos días después, sin participarla y siguiendo el concejo de dos compañeros, compró de fiados cepillos para lustrar, franelas, betún y un cajón para posar el calzado para “recibirse” como limpiabotas formal para ejercerlo después del horario escolar.
La época seca, debido al calor espartano y ausencia de lluvias, mermaba la función lo que les obligaba a buscar otras opciones de sustento. Conforme llegaban las lluvias se incrementaba el negocio con el pico alto en sábados por la tarde y domingos.
El trío de rapaces disputaba y compartían la pobreza familiar que se extendía por la mayoría de habitaciones de la población. Conocían el negocio de la lustrada por los cuatro costados y se acuerpaban y protegían para que cada uno pudiese alcanzar los dos colones que normalmente recolectaban en la jornada laboral para entregárselos a sus madres paliando la mala situación.
Eran condiscípulos de la escuela de Esparta. Con los años, cuando don Lalo Gámez exprimía con maestría y sentimiento las notas del teclado del piano mezclaban sus pensamientos con la historia que escuchaban de la guerra civil española en su apogeo.
El veintisiete de noviembre recibían la nota final con la leyenda: “Ganó el curso”.
*
Los comentarios expresados en las secciones de opinión, reclamos del pueblo, campos pagados, negociemos y en la opinión de los lectores y comentarios de terceros al final de las notas o en las páginas de redes sociales, son responsabilidad exclusiva de sus autores. La Voz de Goicoechea (www.lavozdegoicoechea.info) es un medio de comunicación independiente, y no toma como suyas dichas opiniones por lo que no se responsabiliza por el contenido emitido por terceros.
nos interesa tú opinión al respecto. Te invitamos a participar...
Escríbenos a nuestro correo electrónico
0 Comentarios
Queremos ver tus comentarios, estos nos enriquecen y ayudan a mejorar nuestras publicaciones :
_______________________________________________