2 de Corintios 7:1: “Como tenemos estas promesas, queridos hermanos, purifiquémonos de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación”
*Por Franco Coppola
Comentario
LA VOZ DE GOICOECHEA.- ¿Hacia dónde va el cuerpo de Cristo? La cuestión fundamental que guía esta consulta al Pueblo de Dios es: En una Iglesia sinodal, que anuncia el Evangelio, todos “caminan juntos”: ¿Cómo se realiza hoy este “caminar juntos” en la propia Iglesia particular? ¿Qué pasos nos invita a dar el Espíritu para crecer en nuestro “caminar juntos”?
Preguntémonos y respondámonos, teniendo muy presente que, si no se encarna en estructuras y procesos, el estilo de la sinodalidad fácilmente decae del plano de las intenciones y de los deseos al de la retórica, mientras los procesos y eventos, si no están animados por un estilo adecuado, resultan una formalidad vacía.
De la misma manera es necesario considerar cómo el Pueblo de Dios camina junto a la entera familia humana: cual es el estado de las relaciones, el diálogo y las eventuales iniciativas comunes con los creyentes de otras religiones, con las personas alejadas de la fe, así́ como con los ambientes y grupos sociales específicos con sus instituciones (el mundo de la política, de la cultura, de la economía, del trabajo, de la sociedad civil, minorías de varios tipos, pobres y excluidos, etc.).
Para ayudar a hacer emerger las experiencias y para contribuir de manera más enriquecedora a la consulta, el Documento Preparatorio les propone diez núcleos temáticos que creo articulan bien los diversos aspectos de la “sinodalidad vivida”:
Los compañeros de viaje
Cuando decimos “nuestra Iglesia”, ¿Quiénes forman parte de ella? ¿Quién nos pide caminar juntos? ¿Quiénes son los compañeros de viaje, considerando también a los que están fuera del perímetro eclesial? ¿Qué personas o grupos son dejados al margen, expresamente o de hecho?
Escuchar
¿Hacia quiénes se encuentra “en deuda de escucha” nuestra Iglesia particular? ¿Cómo son escuchados los laicos, en particular los jóvenes y las mujeres? ¿Cómo integramos las aportaciones de consagradas y consagrados? ¿Qué espacio tiene la voz de las minorías, de los descartados y de los excluidos? ¿Logramos identificar prejuicios y estereotipos que obstaculizan nuestra escucha? ¿Cómo escuchamos nuestro contexto social y cultural?
Tomar la palabra
¿Cómo promovemos, dentro de la comunidad y de sus organismos, un estilo de comunicación libre y auténtica, sin dobleces y oportunismos? ¿Y ante la sociedad de la cual formamos parte? ¿Cuándo y cómo logramos decir lo que realmente tenemos en el corazón? ¿Cómo funciona la relación con el sistema de los medios de comunicación (no sólo los medios católicos)? ¿Quién habla en nombre de la comunidad cristiana y cómo es elegido?
Celebrar
¿Cómo inspiran y orientan efectivamente nuestro “caminar juntos” la oración y la celebración litúrgica? ¿Cómo inspiran las decisiones más importantes? ¿Cómo promovemos la participación activa de todos los fieles en la liturgia y en el ejercicio de la función de santificación? ¿Qué espacio se da al ejercicio de los ministerios del lectorado y del acolitado?
Corresponsables en la misión
Dado que todos somos discípulos misioneros, ¿en qué́ modo se convoca a cada bautizado para ser protagonista de la misión? ¿Cómo sostiene la comunidad a sus propios miembros empeñados en un servicio en la sociedad (en el compromiso social y político, en la investigación científica y en la enseñanza, en la promoción de la justicia social, en la tutela de los derechos humanos y en el cuidado de la Casa común, etc.)? ¿Cómo los ayuda a vivir estos empeños desde una perspectiva misionera?
Dialogar en la iglesia y en la sociedad
¿Cuáles son los lugares y las modalidades de diálogo dentro de nuestra Iglesia particular?
¿Cómo se afrontan las divergencias de visiones y los conflictos? ¿Cómo promovemos la colaboración con las diócesis vecinas, con y entre las comunidades religiosas presentes en el territorio, con y entre las asociaciones y movimientos laicales, etc.? ¿Qué experiencias de diálogo y de tarea compartida llevamos adelante con los creyentes de otras religiones y con los que no creen? ¿Cómo dialoga la Iglesia y cómo aprende de otras instancias de la sociedad: el mundo de la política, de la economía, de la cultura, de la sociedad civil, ¿de los pobres...?
Con las otras confesiones cristianas
¿Qué relaciones mantenemos con las otras confesiones cristianas? ¿A qué ámbitos se refieren? ¿Qué frutos hemos obtenido de este “caminar juntos”? ¿Cuáles son las dificultades?
Autoridad y participación
¿Cómo se identifican los objetivos que deben alcanzarse, el camino para lograrlos y los pasos que hay que dar? ¿Cómo se ejerce la autoridad dentro de nuestra Iglesia particular? ¿Cuáles son las modalidades de trabajo en equipo y de corresponsabilidad? ¿Cómo se promueven los ministerios laicales y la asunción de responsabilidad por parte de los fieles?
Discernir y decidir
¿Con qué procedimientos y con qué métodos discernimos juntos y tomamos decisiones? ¿Cómo se pueden mejorar? ¿Cómo promovemos la participación en las decisiones dentro de comunidades jerárquicamente estructuradas? ¿Cómo articulamos la fase de la consulta con la fase deliberativa, el proceso de decisión con el momento de la toma de decisiones? ¿En qué́ modo y con qué instrumentos promovemos la transparencia y la rendición de cuentas?
Formarse en la sinodalidad
¿Cómo formamos a las personas, en particular a aquellas que tienen funciones de responsabilidad dentro de la comunidad cristiana, para hacerlas más capaces de “caminar juntos”, escucharse recíprocamente y dialogar? ¿Qué formación ofrecemos para el discernimiento y para el ejercicio de la autoridad? ¿Qué instrumentos nos ayudan a leer las dinámicas de la cultura en la cual estamos inmersos y el impacto que ellas tienen sobre nuestro estilo de Iglesia?
Hermanos, nos ha sido confiado un pueblo con muchos talentos... ¡hoy la Iglesia nos invita a intercambiarlos para que se multipliquen y lleguen a todos!
Que no se nos ocurra hacer como el siervo “inútil, malo y perezoso”, que por miedo escondió́ lo recibido en la tierra y mereció́ que el Señor se lo quitara y lo echara fuera, a las tinieblas.
Al contrario, ¡confiemos aún más en la ayuda del Espíritu Santo, confiemos en la bondad de nuestro pueblo, confiemos en el Señor que nos ha elegido para guiar a su pueblo y acompañémoslo, junto con toda la Iglesia, en este camino sinodal!
Camino que no terminará en los próximos meses, ¡pues será́ la manera de ser Iglesia en este nuevo milenio!
Muchas gracias.
*Nuncio Apostólico en México
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