Historia: La infancia de Raimunda


Por Gerardo A. Pérez Obando (GAPO)

LA VOZ DE GOICOECHEA.- Era la mayor, pero por su escasa edad por más que lo intentaba no lograba entender lo que acontecía en ese momento. No podía responder a las inquietudes que en voz queda y temblorosa tímidamente le hacían sus hermanos. Teresa, la menor se convirtió en su sombra de ocasión acompañándola por donde se movía mientras que Lauro y Donato un poco más avispados optaron por deambular entre los vecinos quienes posaban por instantes sus manos sobre sus melenas en ademán de condolencia.

Su padre lloraba adolorido cuando una familiar se le acercó con una jarra de café humeante para ver si lograba retornarlo a la realidad. Los ojos vidriosos de don Rafael se volvieron hacia ella y con mano temblorosa tomó el jarrón susurrando:

¿Por qué mi Dios, por qué?

Ella lo tomó del brazo y lo llevó al patio cerca de su yegua preferida que lo recibió con un relincho lastimero.

Para el año de 1900 Guanacaste había experimentado cambios importantes. La incipiente región albergaba vastas reservas metalúrgicas en las alturas y extensas planicies con tierras privilegiadas para la agricultura y ganadería lo cual daba espacio al comercio que crecía constantemente.

Raimunda nació en Cañas. Comenzó a amar a su pueblo mientras ayudaba a su madre en los menesteres diarios aprendiendo el arte que la distinguiría por siempre y se convertiría en su subsistencia años adelante. No había cumplido nueve años cuando su madre debilitada le pidió que la llevase a la mecedora y le pidió que no le contara a don Rafael lo sucedido.

La mañana que doña Teresa no logró levantarse de la cama, Raimunda preparó el desayuno para toda/os. Al regresar don Rafael con una carga de leña preguntó por ella enrumbándose a su dormitorio del cual salió de inmediato en busca de la curandera.

A media mañana la casa se inundó con la marejada de la vecindad y de inmediato comenzaron los rosarios en un altar improvisado con una foto a colores que había retocado una pareja que con acento diferente al guanacasteco afirmaban que ese arte venía allende la frontera.

Teresa la menor, con sus manitas entrelazadas a la altura de su pequeño pecho sintió que sus ojos se inundaban de angustia y entre sollozos sus mejillas estaban anegadas con llanto de inocencia. La pequeña Raimunda enternecida y sin saber la manera de reaccionar apretó su cabecita contra su pecho y escondiendo su pesar lloró con ella en silencio. Lauro se acercó lentamente mientras Donato detrás preguntaba:

¿Es eso morirse?

Por la noche don Rafael conversaba con sus familiares la conveniencia que se alojaran entre cuatro familias para terminarla/os de criar. Don Rafael, complacido con la decisión, al otro día les bendijo y abrazó y antes que sus ojos desbordaran su nostalgia montó a su caballo sin volver a saberse de él por mucho tiempo.

El Hotel Cañas tenía poco tiempo de haber abierto sus puertas. La dueña de la posada fue la familiar que se había esforzado y ofrecido para hacerse cargo de la mayor porque pronto sería una señorita y debía de formarse de buenas costumbres e instaba a la/os demás a escoger los tres restantes. Raimunda insinuó en vano con timidez si Teresa podía irse con ella…

Raimunda por su corta edad y el momento que estaba viviendo seguía en silencio a su mal encarada tía que era de pocas palabras en un camino que se hizo eterno.

Llegando a su futura casa, escuchó por única vez el discurso más extenso de su tía porque normalmente su conversación consistía en monosílabas:

Bueno Raimunda. Debemos aclarar la situación. Por ahora descansa y mañana estableceremos las reglas con que vamos a convivir porque te anticipo que soy muy estricta para formar señoritas de bien con Dios y la sociedad.

Raimunda seguía a su pariente guiada por el destino y las circunstancias. No tenía alternativa. Con su escasa edad ni siquiera sabía que la señora existía y la conoció el día menos indicado. Los pocos momentos en que los oyó conversar notó que era una persona de pocas palabras y menos entendimiento. Contestaba con frases confusas y cortas donde predominaban el sí, no o talvez y constantemente se enojaba estallando en gritos. Se preguntaba como hacía para administrar el negocio.

El Hotel Cañas distaba a media cuadra antes de llegar al hogar. Los tres pisos del edificio de madera emergían al ritmo que sus pasos se acercaban. La construcción casi abarcaba la totalidad de la cuadra.

La columna vertebral de Raimunda se estremeció cuando pasaron frente a la entrada principal donde el rótulo grande iluminado por débiles luces de bombillos servía de información y atracción de visitantes. Sintió que una gota de hielo se posó en la parte superior de su cuello bajando lentamente por su espina dorsal y ramificándose a través de sus vértebras. Sintió un dolor profundo en su pequeño pecho… sus ojos iban encharcados y cansados de tanto trajinar.

Después de escuchar la perorata de su tía sobre las futuras reglas de crianza para las señoritas de bien se tiró a la cama. Su cuerpo sucumbió al cansancio, pero su mente y corazón extrañaban a su hermandad... 


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