Ing. Octavio Casco Lanzas
Comentario
LA VOZ DE GOICOECHEA.– El crecimiento poblacional en los territorios aumenta las demandas percápitas de agua, porque la población municipal tiene expectativas y ejerce una presión para recibirla a través de sistemas modernos de suministros.
Esta demanda, se convierten en proyectos de extracción y suministros de agua, sobre todo para fines de consumo doméstico y agrícola, suele incrementar el bombeo de agua subterránea local, el cual, a su vez, puede superar el ritmo de recarga de los sistemas subterráneos.
Además, el crecimiento poblacional modifica los usos de la tierra asociados a la producción agrícola o ganadera, para destinarlos a usos urbanos, con dos consecuencias negativas para el manejo del agua subterráneas.
El desarrollo costero, específicamente debido al crecimiento demográfico, el turismo, la urbanización, los desechos sólidos y el transporte marítimo, ha generado la contaminación y degradación de los hábitats críticos y de los recursos naturales.
Entre 1,970 – 2013 En el Caribe latinoamericano, la cobertura de coral se redujo del 34.8% al 16.3% y el 75% de estos ecosistemas se encuentran amenazados.
Actualmente, los sectores de infraestructura y edificación urbana no tienen la debida supervisión y monitoreo de parte de los gobiernos, sus efectos son enormes al sellar grandes superficies de tierra que previamente servían como áreas de captación y recarga para los sistemas de acuíferos locales.
Así, reciben menos volumen de agua en el corto plazo, agudizando el problema de bombeo y suministro.
En segundo lugar, debido a los patrones de uso de agua como medio para evacuar los desechos domésticos e industriales en estas mismas zonas, se contaminan los mantos acuíferos.
La importancia de la cobertura vegetal para mantener funcionando el ciclo hidrológico es vital, el papel de la vegetación es fundamental desde cultivos de cobertura hasta bosque naturales protegen contra la erosión y degradación del suelo, regula el agua y es, un recurso para uso humano.
Antes las amenazas que se ciernen sobre los ecosistemas, se ha implementado estrategias para la conservación de los ecosistemas marinos y terrestres, por medio de la delimitación de áreas protegidas.
Se cuenta con 8,607 áreas protegidas actualmente, de las cuales el 59% se reporta en la categoría de manejo de coberturas, el 18.5% en la categoría de áreas de gestión de hábitats y especies, el 13.2% en Parques Nacionales, el 5.3% representa a las reservas naturales y el 4% a los monumentos.
En cuanto a la representatividad de los ecosistemas enmarcados en áreas protegidas, los biomas con mayor protección en la región latinoamericana son los manglares, los bosques húmedos tropicales y subtropicales aproximadamente el 54.9% y el 37.8% de su área original bajo protección; por el contrario, los bosques y matorrales son uno de los biomas menos representados con el 3.04% de su área bajo protección.
Al comparar en el tiempo el Mapa de Cobertura Vegetal del suelo de la región latinoamericana, se observa un alarmante ritmo de deforestación, considerando que la riqueza hídrica del futuro o retaguardia hídrica, se viene perdiendo de manera permanente, siendo de gran preocupación por la gravedad del problema para el mediano y largo plazo.
Se trata no sólo de un recurso natural en sí mismo, y hogar de la biodiversidad, sino también de un elemento que cumple una función hidrológica en el sentido más amplio en el establecimiento del clima local, regulación de aguas superficiales, sostenimiento de suelos. Como son el caso de la Amazonia en Brasil (25.0%), Reservas de Bosawás, Reserva Indio Maíz, Reserva Natural Cerro Cola Blanca, Reserva Natural Banacruz, Macizos Peñas Blancas, Reserva Natural Cerro Kilambé en Nicaragua (22.0%) , Sierra Nevadas en Magdalena (22.0%), Colombia, República Dominicana ( 39.7%), Chile ( 11.0%), México ( 17.0%), Guatemala ( 17.0%), Venezuela ( 7.0%), Antigua y Barbuda (9.6%), Cuba (13.7.0%), Jamaica (9.6%), Surinan ( 11.2%)
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