Por Javier Navarro Rodríguez, Obispo de Zamora, México.
Comentario
LA VOZ DE GOICOECHEA. - Quiero referirme a la compleja situación educativa de nuestros pueblos y más ahora con el desafío de la contingencia sanitaria por la pandemia. Quiero recordarles que una verdadera educación forma a la persona humana en orden a su fin último y al bien de las comunidades, de las que el hombre es miembro y de cuyas responsabilidades dará cuenta una vez llegado a la madurez.
Las instituciones civiles y eclesiales tenemos la misión de ayudar a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes, teniendo en cuenta el progreso de la psicología, de la pedagogía y de la didáctica, para que desarrollen armónicamente sus capacidades físicas, morales e intelectuales, a fin de que adquieran gradualmente un sentido más pleno de la responsabilidad de la propia vida y en la práctica de la verdadera libertad, superando los obstáculos con valor y constancia de espíritu. Es importante acompañarlos, conforme avanza su edad, en una adecuada educación sexual. Ayudarles a tener condiciones para la participación en la vida social, de forma que, bien instruidos con los medios necesarios y oportunos, puedan participar activamente en los diversos grupos de la sociedad humana, estén dispuestos para el diálogo con los otros y presten su fructuosa colaboración gustosamente a la consecución del bien común.
Tengamos en cuenta que los niños, los adolescentes y los jóvenes tienen derecho a que se les estimule a apreciar con recta conciencia los valores morales, a aceptarlos con adhesión personal y, también, a que se les estimule a conocer y amar más a Dios.
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