Un estimado lector, estimulado por las lecturas tecnológicas publicadas en La Voz de Goicoechea envió una experiencia de los albores de la telemática la cual con su autorización convertimos en cuento para compartir
Por Gerardo A. Pérez Obando (Gapo)
LA VOZ DE GOICOECHEA.- No precisa el año, pero lo ubica en los albores de la telemática. La historia comienza en el barrio Aranjuez exactamente en el edificio de la Antigua Aduana en las extintas exposiciones de Fercori.
Como mecanismo de atracción el puesto enarbolaba imágenes y gigantografías exhibiendo la gama-novedades con últimas innovaciones delante de un equipo de vendedores debidamente entrenados. El informático Franz Herrera Chavarría fue el experto escogido para dar soporte técnico ante cualquier duda o consulta al respecto.
Conforme aumentaba el movimiento y preguntas de visitantes Herrera consultó con su jefe inmediato del cual escuchó justo lo que quería oír: “No te preocupes Franz si concretas una venta, la comisión es tuya sin discusión”.
Horas después fue abordado por un cliente que buscaba un pedido especial que no había encontrado en las demás representadas. El experto comprador necesitaba mayor memoria, doble disco duro y una tarjeta de video coaxial recién salida al mercado para televisión y proyector.
Cinco días después, Franz y componentes empacados enrumbaba a la dirección indicada detrás de un conocido hotel capitalino. Después de un exigido protocolo de ingreso logró llegar a la habitación referida donde esperaba un cliente ansioso que en ese momento le indicó que la red eléctrica del inmueble carecía de 110 v. De haberlo conocido antes lo hubiese consultado en la oficina, pero recordaba la teoría inicial cuando el instructor les mostraba donde estaba el selector de voltaje para esos casos. Lo encontró sin dificultad posicionando el selector en 220 v.
Cuidadosamente procedió a instalar los equipos periféricos, plotter, televisión, proyector, pero sus manos comenzaron a sudar al observar los parlantes porque al país no se importaban por el alto precio. Eran 5 en 1, con salidas para bajos, sub bajos, medios, intermedios y agudos. Esa situación le creó un leve lapso de desconfianza interna, pero siguió adelante. En estado alerta posicionó la mirada sobre el monitor dejando instintivamente la respiración en pausa. Al encender el ordenador, automáticamente su mente comenzó a contar cada nanosegundo que transcurría.
Se llevó las manos a la cara y comenzó a respirar tranquilo cuando vio aparecer el logo de Windows 95, Tercera Edición. Por precaución había eliminado el volumen de los parlantes el cual subió a propósito para impresionar al cliente quien llegó maravillado por el excelente sonido que había envuelto la casa con el eco del último sonido del sistema operativo. El pin, pin, pin estaba desvaneciendo cuando entró a la oficina un joven con uniforme escolar saludando de poca gana.
Todo en orden, se procedió con el cliente al debido control de calidad probando uno a uno los periféricos instalados, se divirtieron escuchando el sonido amplificado del extraño lenguaje que emitía el anciano modem telefónico.
Pasados 30 minutos, Franz se despedía de su anfitrión cuando se escuchó un sonoro y extraño ruido…(BUM)…dejando al inmueble sin fluido eléctrico.
Franz se llevó las manos a la cabeza porque sintió que se le caía el pelo, pero notó que se debía al esfuerzo de su alma tratando de abandonar el cuerpo de la cual escuchó: “ahora sí cabrón ve a ver qué hace, yo me largo”. Detrás del halo de su espíritu pudo ver al ángel de la guarda corriendo entre frutales tirando escudo y lanza antes de brincar la cerca desde donde escuchó: “chao”. Pese a su sentimiento de soledad no los culpó, diciendo a sí mismo: “mae, por boludo, usted tenía que preguntar antes de hacer una cosa que dude, que idiota, que bruto, se lo merece”.
Por su parte, el cliente igual gritaba: “jueputa, ¿qué pasó Franz?”, vamos a la oficina. La habitación estaba completamente llena de humo grisáceo con intenso olor a hule quemado. Franz sintió un nudo en la garganta y casi irrumpe en llanto ante el momentáneo y eterno choque de pupilas contra el cliente enfurecido.
El intercambio de miradas fue interrumpido cuando escucharon al niño asustado y lloroso diciendo: “papi, papi, papi, es que vieras que yo vi, yo vi que el señor había puesto un botoncito en 220 y como en la escuela está en 110, yo lo cambié y explotó…
Franz respirando aliviado sintió en ese momento el alma retornando al cuerpo diciendo: “hola, creíste que te había abandonado, nombres, estaba chingando, no “guevón”, nada que ver, estamos juntos hasta el final”. Igual el ángel de la guarda cuando presto se reintegró detrás de él escuchándole decir: “ah, ah, te asustaste, eh papillo, aquí estoy de nuevo, vos tenías razón”. Franz tenía preparada una reprimenda a su interlocutor, pero en el momento de hacerlo su querubín le impidió articular palabra. De la nada salió una señora quien tomando la mano del rapaz lo sacó de escena mientras su papá le decía: “si, si, llévatelo, mejor”. Mientras dócilmente preguntaba: “Francito, ¿qué me recomienda?...”
Cuando ingresó al Paseo Colón un Franz recién nacido saludaba amablemente a quienes topaba a su paso. No hacía falta una revisión para declarar el equipo como chatarra y lo que fue congoja después se convirtió en divertida enseñanza.
A los días el cliente volvió a comprar otra “Study Media” …esta vez sin modificaciones.
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