23 de abril Día Internacional del Libro, Unesco
Gerardo A. Pérez Obando (Gapo)
LA VOZ DE GOCOECHEA.- La acepción de libro proviene del latín liber, libri. Se puede definir como una creación manuscrita, impresa o pintada en muchas hojas de papel, pergamino, vitela u otro elemento, unidas o encuadernadas, protegido por tapas o cubiertas en un volumen que trata temas generales o específicos. Si la extensión lo requiere la obra puede dividirse en varios compendios.
De acuerdo con la Unesco la mínima extensión de un libro son 25 hojas o 49 páginas, un folleto 24 páginas o menos y de una hasta cuatro páginas se consideran hojas sueltas sea una o dos hojas.
Sin embargo acontecimientos tecnológicos de punta han modificado las definiciones tradicionales especialmente con la aparición de la World Wide Web (WWW o red informática mundial) por el advenimiento de formatos documentales.
Desde los orígenes la humanidad ha tenido la necesidad de preservar y transmitir su cultura, creencias y conocimientos básicos para evolucionar en el espacio y el tiempo. Los comienzos en la historia del libro se remontan a las primeras manifestaciones pictóricas o pinturas rupestres del hombre del paleolítico.
La primitiva forma para expresar y transmitir mensajes fueron señales gestuales, suplantadas por la comunicación verbal que se convirtió en la manera más antigua para contar historias. El inconveniente era que los narradores, primeros influyentes en la historia, llamados con diferentes nombres: aedas, rapsodas o juglares, a veces metían “ruido” en función de sus intereses personales lo cual deformaba el mensaje original o variaba el contenido histórico real.
Con el advenimiento de la prehistórica escritura las civilizaciones usaron diversos soportes de preservación naciendo así los archivos, tablillas de arcilla, ostracon, placas de hueso o marfil, tablas de madera, papiros, tablillas enceradas, planchas de plomo, pieles curtidas. A esto se sumaron las escrituras china, coreana, egipcia, griega, romana…
La invención de la imprenta por Gutenberg a mediados del siglo XV dio paso al ingreso del libro en una era industrial por la agilidad en la impresión y abaratamiento en la producción.
En nuestra era analógica los textos formativos de enseñanza básica fueron grandes influyentes en el desarrollo intelectual en las generaciones “Hijos de la posguerra” (1946-1964) y la “X” (1965-1981) debido a que familias numerosas y estabilidad académica permitía cada año pasarlos de mano en mano entre hermana/os o familiares.
Conforme al avance educativo los contenidos adecuaban de nivel, orientados a la enseñanza media o superior. Era frecuente en salas de espera o en el autobús encontrar personas leyendo, extrayendo o guardando un ejemplar entre sus bolsos como manifestación de estatus.
Siguiendo exigencias del entonces, la educación secundaria en las materias de español y literatura universal obligaban al estudiantado a leer textos en español anticuado de difícil lectura y peor comprensión, o sudamericana que no tenía ningún ligamen ni conexión con nuestra cultura lo cual se reflejaba en las bajas notas de evaluación obtenidas lo que en vez de fomentarla, causaba fobia entre una juventud desinteresada en esos contenidos. Aunque minoría, algunos autores llenaron expectativas formándose dos bandos, uno disfrutante contra otro adverso.
Esto cambió a partir de la era digital y subsiguientes generaciones, “Y” (1982-1994), “Z” (1995-2010) y “Alfa” (2011-2019) que junto con la revolución tecnológica, el libro emigró del tradicional formato al concepto virtual de almacenamiento en dispositivos electrónicos.
Hay personas que añoran la lectura tradicional. Distinguen un aroma diferente en cada ejemplar, el color del papel de sus páginas, tomarlo entre sus manos, suspirar mientras lo descansan en el pecho ante un sobresalto, ponerlo en la mesa, anotar un comentario en sus márgenes. Generalmente pertenecen al bando que disfrutaba la lectura.
Las Generaciones “Y”, “Z” y Alfa pese a nacer digitales durante su formación académica tuvieron contacto con el libro tradicional pero con el empuje social, técnico y lógico hacia las nuevas tecnologías por lo que podrían haber tomado cualquiera de los bandos, tradicional o digital.
El libro electrónico o ebook está incrementado su utilización en el mundo lector y, en la práctica profesional bibliotecaria y documental. También existe el formato con narración incluida o audiolibro donde si queremos descansar la vista, hacer otra tarea o reposar, escuchamos el tratado.
En salas de espera y autobuses el móvil inteligente y la tableta sustituyeron al tradicional medio de lectura. La manifestación de estatus emigró hacia un principio de cambio generacional, el mismo que espera el ordenador para sustituir al libro en casa.
Ambos caminos no son antagónicos porque el espíritu del libro siempre será constructivo y las bibliotecas siempre evolucionarán en el tiempo como el templo que vela por la estabilidad de la sabiduría que contienen y hacia donde conducen.
Es interesante dedicar un tiempo de nuestra vida a leer sin importar el medio elegido, aunque nos tilden de anticuados.
Texto preparado para el Sistema Nacional de Bibliotecas, Biblioteca Pública de Goicochea y colaboradora/es. Bibliotecóloga/os Ronald Soto Venegas, Alejandra, Claudia y María Isabel en conmemoración del Día Internacional del Libro 2021 promovido por la Unesco.
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