Por Víctor Corcoba Herrero
Cuesta creerlo, pero está ahí la noticia de ese mundo furtivo, esclavo de las finanzas. Según un reciente informe elaborado por el Panel de Alto Nivel sobre Responsabilidad, Transparencia e Integridad Financieras Internacionales para lograr la Agenda 2030 (Panel FACTI), una décima porción de la riqueza mundial podría estar oculta en activos financieros extraterritoriales, lo cual impediría la recaudación justa de impuestos por parte de los gobiernos. Por desgracia, nos habituamos al engaño continuo y esto es grave; a la ocultación de la verdad y al vicioso apego al dinero, llevándonos a la perdición humana, puesto que todo pensamiento nada en función de su red de mando.
Deberíamos enmendarnos, salir de este espíritu corrupto, tomar conciencia de lo que verdaderamente nos fraterniza, que es nuestra propia entrega a los demás. Que las fáciles palabras dejen de encubrir las tristes realidades. Ya está bien de dejarnos gobernar por gentes sin escrúpulos, que saben que el dinero es egoísta y apenas hacen nada, desde su poderoso podio, por frenar los movimientos mundiales de flujos ilegales de capital, provenientes de actividades de corrupción, lavado de dinero y evasión tributaria. Desde luego, las hazañas de ese mundo oculto suelen ser tan ilícitas que socaban la confianza en las instituciones, contribuyendo a una mayor desigualdad y exclusión entre moradores, aparte de disminuir los recursos, tanto para hacer frente a la pandemia de COVID 19 como para aminorar la crisis climática.
Hemos olvidado, precisamente, nuestra primera regla de tranquilidad, que no es otra que la generosidad de no tener nada como propio, mientras haya a nuestro lado un desvalido, víctima de las políticas económicas y financieras. Justo, por eso, es importante evitar que continúe la sangría del erario público en los pueblos, en sus países, de modo que los caudales se destinen a atender las necesidades sociales, que son muchas y diversas. Al fin y al cabo, cada día se requiere más unidad y unión para hacer frente a la negación de los derechos sociales y laborales. Una mayor cooperación internacional para abordar estas putrefactas marejadas mercantiles es fundamental y debe ser prioritario en todas las agendas mundiales. Pensemos que, al final todo se esclarece, porque lo que importa no son los años vividos, sino la muestra de esa vida despejada, que es lo que permanece.
Realmente, no se puede sacudir el escándalo de este mundo oculto promoviendo meros lavados de cara, hace falta generar conciencia e imprimir transparencia en nuestros actos. Está visto que cuando la ciudadanía se individualiza, también se torna egoísta y es incapaz de alzar la voz por ningún trabajador sin derechos, por ninguna persona sin la dignidad que nos merecemos como seres humanos; esencialmente, por esa modificación de valores del dios dinero. Sea como fuere, ante esta bochornosa situación, tenemos que rendir cuentas, reconociendo que la mayor pobreza radica en esa persona a la que no se le permite ganar el pan por sí mismo, además de privársele del derecho y el deber de un trabajo decente.
Confiemos en construir un mundo equitativo, menos clandestino, más de todos y de nadie en particular; donde impere un renovado espíritu de concordia que nos reintegre, nos humanice en la igualdad de derechos, obligaciones, y oportunidades por igual, tras haber sufrido la peripecia de un microscópico virus que nos ha bajado del pedestal a todos y nos ha puesto de rodillas a su vera. En consecuencia, debemos asegurarnos de que el mundo en desarrollo no caiga en la ruina económica, en la pobreza creciente, en la crisis del endeudamiento, pero también tenemos que cerciorarnos de que la legión de marginados, deja de esconderse y retornan las ganas de vivir, porque al fin todo se hace en comunión y en comunidad. Contribuyamos a que así sea.
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