En memoria de don Adrián Corella Fonseca y doña Leubelia Ramírez Arias, vecinos de la Alameda 6
Gerardo A. Pérez Obando (GAPO)
LA VOZ DE GOICOECHEA.- En 1960 la familia Corella Ramírez llegó a la colonia Rodrigo Facio Brenes en busca de estabilidad familiar y mejor futuro. La historia les abría el sendero que el mal camino se empecinaba en impedir.
La Alameda 6 fue mudo testigo de verlos llegar con pertenencias al hombro y una criatura en brazos provenientes del sitio hasta donde la vereda había permitido.
Don Adrián era oriundo de Grecia, Alajuela. Doña Leubelia de Tres Ríos, Cartago, lugares bastante distantes que dejan la interrogante de la manera en que se conocieron…
En la década de 1950 hubo festejos patronales en Tres Ríos. La Banda de Grecia fue la invitada a celebrar el acontecimiento.
La juvenil Leubelia, familiares y amigas se prepararon para asistir a la actividad.
El atrayente son de las notas musicales animaba a la concurrencia a incorporase en la diversión.
Leubelia se interesó en los rostros de los intérpretes que hacían la ocasión amena y agradable.
En una de las ojeadas a los artistas percibió un cruce con los de un joven músico que la miraba insistentemente. En el primer descanso cada uno hizo lo propio por conocerse…
Provenientes del cantón alajuelense de Grecia, a principios de la década 1961 arribaron a la colonia Rodrigo Facio Brenes con doce hijos, siete mujeres y cinco varones.
Doña Leubelia para contribuir con la economía familiar se desempeñaba en costura la cual combinaba con su espíritu de comunitaria, fue directiva en el Cinai de la colonia y participante activa con la iglesia católica de Los Ángeles.
Don Adrián fue colaborador de la Municipalidad de Goicoechea hasta que se jubiló para dedicar tiempo completo a sus dos pasatiempos, los perros de cacería y el futbol.
Los varones resultaron buenos jugadores del futbol donde hubo momentos en que en algún equipo todos los jugadores correspondían a la familia Corella.
Su hijo Abel Cristóbal, heredero del estandarte histórico recuerda que don Lulo dueño del salón de baile Los Ángeles cobraba un colón por persona de los cuales donaba veinticinco céntimos al equipo, así como el constante transitar entre juegos de las madrinas de los equipos con las banderas extendidas colectando monedas y ni se diga de los constantes paseos dominicales a distintas localidades donde además del disfrute futbolero se acrecentaban relaciones amistosas y conocían otros pueblos.
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